Doce años ha estado huido de la Justicia el violador más buscado de España, uno de los prófugos más reclamados del país e incluso por la Europol. El salmantino Esteban Vacas García huyó cuando se confirmó la condena a dieciséis años de cárcel por agresión sexual y violación a la hija de su pareja, entonces menor de edad. ¿Cómo ha sido su vida durante todo este tiempo?

Poco se conoce de la primera década, porque Esteban no dejó pista alguna de su paradero, ni siquiera cuando ocasionalmente llamaba a su madre Modesta, de 75 años y viuda, para decirle que se encontraba bien. La Policía la interrogó en varias ocasiones, pero contaba a los agentes lo poco que sabía.

Infructuoso fue también el operativo montado por la Policía, con vigilancias en el domicilio materno de la calle Coral de Salamanca, pero también a la madre, familiares y amigos de Esteban cuando realizaban algún viaje. Los movimientos bancarios hacían sospechar que le estaban manteniendo y podía encontrarse en Extremadura o incluso en Portugal, pero en ninguno de los viajes encontraron los agentes indicios para dar con el paradero del fugitivo.

Hasta que en 2016 se decidió solicitar la ayuda de Europol y se difundió la fotografía de Esteban a través de los medios de comunicación. La colaboración ciudadana aportó algunas pistas que fueron fundamentales para avanzar en el caso y se situó a Esteban en Salamanca, en el domicilio de su madre. La Policía acudió hasta allí sin orden judicial, por lo que al identificarse para que Modesta abriera la puerta el fugitivo pudo esconderse en un búnker que se había fabricado bajo la encimera de la cocina, justo debajo del microondas y el fregadero. Allí permaneció durante los minutos que los agentes hablaron con su madre y recorrieron la casa.

Esteban había regresado a Salamanca cansado de huir. Era el año 2015. Allí pasaba las horas jugando a la videoconsola durante el día y viendo la televisión, sin asomarse por la ventana o el balcón. Pero tanto tiempo enclaustrado acababa por consumirle y de vez en cuando salía a fumar un cigarrillo junto al portal de su casa a altas horas de la madrugada. Ambas aficiones le delataron.

La segunda, porque vecinos lo reconocieron y avisaron a la Policía. La segunda, porque durante el operativo los agentes comprobaron que en la casa de su madre, donde se suponía que estaba sola, se escuchaban en ocasiones voces de un hombre, como si hablara a la televisión. Era Esteban, gritando por la tensión de querer avanzar en el videojuego, principalmente de carácter bélico o violento, un instinto natural que tienen los jugadores y que es involuntario, hablarle a la televisión. Entonces, ya con una orden judicial, la Policía llamó a la puerta sin identificarse, la madre abrió pensando que podría ser algún vecino para pedir algo y los agentes encontraron a Esteban en el salón precisamente jugando a la videoconsola. Ahora podrá seguir haciéndolo, también fumar cigarrillos, pero en prisión, donde ya se encuentra.

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