Plaza de San Justo, sepulcro de familias nobles charras
En un mundo tan célere y alocado como el actual apenas sobreviven los recuerdos que van más allá de un lustro. Ésa es la barrera que marca la pervivencia de la información en internet, pero hay otra mucho más valiosa que aún se atesora en álbumes de fotos escondidos en recónditos cajones, esos que ya apenas casi se ven en familia, y sobre todo, una información guardada a fuego en la memoria de quienes vivieron cada momento. NOTICIASCYL tiene en marcha una serie dominical que repasa la evolución de los barrios de Salamanca.
Tras abordar todas las zonas más allá del casco histórico, sólo falta el corazón de Salamanca, el entorno de su Plaza Mayor, pero son tantos los cambios que se han producido en algunas zonas que hasta final de año vamos a repasarlas de forma más exhaustiva. Hoy es el turno para la plaza de San Justo, que debe su nombre a la iglesia románica que durante siglos ocupó el espacio abierto que hoy es esta peculiar ágora.
En la Edad Media, más allá de los dominios de la Catedral de Santa María (Catedral Vieja) y la Cerca Vieja, entonces única muralla del reducido casco histórico, surgieron templos en función de diversas advocaciones. En este caso por los mártires Justo y Pastor, nacidos en Alcalá de Henares a finales del siglo III. Una iglesia románica que permaneció en pie hasta que en 1880 fue derruida pese a que en su interior estaban los sepulcros de familias nobles charras. Pero primó el acuerdo entre el Obispado y el Ayuntamiento para una permuta urbanística.
Ha sido precisamente en este último siglo cuando más cambios ha sufrido la plaza de San Justo. Por ejemplo, tras el fallecimiento del músico salmantino Tomás Bretón, en 1923, se proyectó la instalación de una estatua en su honor ya que en esta plaza residió. Una escultura inaugurada dos años después pero inacabada, sin los bajo relieves previstos con las figuras centrales de ‘La verbena de la Paloma’ y ‘La Dolores’. No llegó a culminarse el proyecto escultórico y la plaza de San Justo quedó limpia de jardines, convirtiéndose en un espacio para la compraventa de frutas y verduras, que ha llegado hasta nuestros días pero que agoniza entre el sino del progreso.