El Ayuntamiento de Salamanca dedicará el Día del Libro este año al profesor y literato español Gonzalo Torrente Ballester. Este domingo 27 de enero se cumplen veinte años del fallecimiento del Premio Cervantes, Premio Príncipe de Asturias de las Letras y Premio Nacional de Narrativa, entre otros muchos, que residió en Salamanca durante un cuarto de siglo.
Esta cita con los libros reúne en la Plaza Mayor cada 23 de abril a cerca de una treintena de librerías. Durante el Día del Libro ofrecen descuentos y con cada ejemplar entregan marcapáginas numerados que edita el Consistorio. También los lectores pueden plasmar en su libro un sello conmemorativo en el zaguán del Ayuntamiento.
Salamanca vuelve a homenajear a una figura literaria muy querida por sus ciudadanos. Una biblioteca municipal lleva el nombre de Gonzalo Torrente Ballester en el barrio Chinchibarra, donde además se desarrolla una amplia programación cultural y educativa. En la plaza junto a este centro se alza el monumento al escritor y también lleva su nombre el paseo que une la ciudad con el polígono industrial Los Villares.
Nacido en Ferrol en 1910, Gonzalo Torrente Ballester es uno de los escritores más importantes de su generación. Tras una intensa juventud marcada por la Guerra Civil Española, alternando su vida docente y literaria entre Francia, España y Estados Unidos, fue elegido miembro de la Real Academia Española en 1975 y se trasladó a Salamanca para impartir clases en el instituto Torres Villarroel. En nuestra ciudad revitalizó la vida cultural y continuó su prolífica faceta como escritor.
Una vida en la que se fue forjando a sí mismo, porque, como Torrente Ballester explicaba: “No tuve maestros. Varias veces se me acusó de autodidacto (…) La literatura se aposentó en mis entrañas como un virus contra el que no caben defensas ni se ha inventado aún la vacuna. Me poseyó y me posee con esa entereza de algunos amores y de algunas mujeres, no me ha soltado jamás, no me ha dejado libre, pero me ha exigido serlo ante el resto de las cosas reales para poder dominarme más a modo. ¿Qué voy a hacerle? Es mi felicidad y mi dolor, y todas cuantas parejas contradictorias se me puedan ocurrir ahora, vida y muerte, y los demás. Le he sido fiel, pues mis limitadas y mínimas traiciones con las teteras y los magnetófonos no llegaron a afectar la sustancia de mi lealtad, sino más bien la completaron. El amor a los libros también va implícito. A mí la literatura nadie me la enseñó. La descubrí una vez como en la curva de una rama de abedul el espíritu del bosque columpiándose y viendo”.