En España, la mitad de los abuelos cuida a sus nietos casi todos los días y el 45 % lo hace casi todas las semanas. Las abuelas los atienden durante 6,2 horas al día y los abuelos las siguen de cerca, con una dedicación de 5,3 horas al día, según un informe del Imserso. Si la media, que es de 5,75 horas, se multiplica por 5 días por semana, da una jornada laboral de casi 30 horas. Esto significa que muchos abuelos y abuelas cumplen una jornada laboral al frente del cuidado de sus nietos. «Si la persona mayor lo hace des de la obligación, ahí es donde empiezan los factores de riesgo, porque puede vivirlo como un deber y tener la percepción de estar atrapada en el cuidado intensivo de sus nietos», afirma Montserrat Lacalle, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Además, puntualiza, «el cuidado de un menor para una persona mayor supone un sobreesfuerzo físico en comparación con un joven».
Para Sílvia Sumell, profesora colaboradora también de los Estudios de Psicología de la UOC, «aunque no tienen la "obligación" de cuidar de los nietos, muchos abuelos y abuelas se ven con la "obligación moral y emocional" de ayudar a sus propios hijos, debido a las circunstancias sociales, laborales y económicas particulares de cada familia. Por eso, actualmente las abuelas y los abuelos son una pieza clave en la estructura de la mayoría de familias y no se ven con la capacidad de decir que "no"», afirma. «Cuando los abuelos tienen una sobrededicación a sus nietos, esto les repercute a nivel psicológico, sobretodo si lo hacen como una obligación. Si sumamos la percepción de no poder cambiar la situación y aparece el síndrome del abuelo esclavo», explica Lacalle. Según diferentes estudios, este síndrome provoca a la gente mayor agotamiento, estrés y ansiedad, además de una acentuación de la hipertensión o la artrosis. Según Lacalle, cabe añadir que «la natalidad se ha atrasado en los últimos años y por lo tanto cada vez más los abuelos son más mayores». Según Sumell, es bastante probable que estos abuelos cuidadores tengan una peor salud física que los no cuidadores y que requieran un mayor tratamiento farmacológico».
El estudio Grandparenting in Europe afirma que en España el 17 % de los abuelos se encarga del cuidado intensivo de sus nietos y se sitúa como el segundo país con mayor tasa en este aspecto después de Rumanía. «Se hace evidente que una parte de los gastos familiares queda asumida por la ayuda desinteresada de los abuelos que colaboran en el cuidado de los nietos sin ningún tipo de reconocimiento más allá del posible agradecimiento de los familiares beneficiados», considera Anglès, profesor de los Estudios de Derecho Financiero y Tributario de la UOC. De hecho, según el estudio Abuelos y abuelas… para todo: percepciones en torno a la educación y el cuidado de los nietos, de 2019, de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), según entienden las personas mayores, el apoyo dado (emocional, económico, en forma de cuidado de menores, etc.) resulta superior al apoyo recibido, y lo es, además, en todas sus modalidades.
Tener un hijo te cambia la vida y la economía
En países como Portugal, España, Italia y Rumanía, donde los pagos de asistencia social a los padres son limitados y hay poco cuidado infantil formal y pocas oportunidades para trabajar a tiempo parcial, la figura de los abuelos brinda gran cantidad de ese cuidado intensivo a sus nietos. «Al alto coste de vida de las familias españolas, si además le sumamos los gastos de alojamiento, los suministros básicos y los gastos de alimentación, ropa y transporte imprescindibles, la necesidad de que los dos miembros de la pareja trabajen ya existe incluso sin tener hijos», añade Anglès. Según un estudio de la Confederación Española de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios (CEACCU), solo el primer año de vida de un bebé el gasto anual familiar de media oscila entre los 5.850 y los 8.812 euros.
Otras variables que aumentan las posibilidades de que un abuelo o una abuela se haga cargo de un nieto o una nieta son la proximidad entre la casa de los hijos y la de los abuelos, el hecho de si los padres están casados, y si el nieto o la nieta es menor de seis años. Además, según el estudio Grandparenting in Europe, cuando los abuelos colaboran en el cuidado de los nietos, aumenta la natalidad. «Aunque no se puede considerar como una relación directa, tiene sentido pensar que si a las dificultades para conciliar se le suma la falta de soporte por parte de los abuelos, es probable que algunos padres no se animen a tener hijos o por el contrario, si se cuenta con este apoyo, haya ánimos de tener más de uno», afirma Lacalle.
¿Podrían los superabuelos cobrar en España?
Hay países como Hungría o Alemania que tienen establecidas modificaciones fiscales para los abuelos que cuidan de sus nietos. «Una medida de este tipo podría establecerse en España desde el punto de vista legal, pero el problema no es la ley, sino los recursos disponibles para hacer frente al pago de estas ayudas», advierte Anglès. Según el estudio Grandparenting in Europe, en países con una contribución estatal mayor para el cuidado de los niños o con medidas fiscales favorables, como Alemania, Suecia, Países Bajos o Dinamarca, en los que el cuidado infantil formal está bien proveído y hay establecidos buenos beneficios maternos, la tasa del cuidado intensivo de los nietos por parte de los abuelos no supera el 2%, muy lejos de la española que se sitúa en el 17%.
«En España, las medidas fiscales estatales son rotundamente insuficientes: las pocas que existen no incentivan la natalidad de las familias españolas», afirma Anglès. En España, más de la mitad de los hogares —ya sean monoparentales (54 %), con dos adultos y un hijo (45 %) o con dos hijos (52 %)— consideran que el principal problema del acceso al servicio de guardería es de tipo económico. «El conocido "cheque guardería" cubre una parte muy pequeña del coste de este servicio, mientras que para otros gastos de cuidados o actividades extraescolares no se recibe ninguna ayuda, por lo que inevitablemente se crea una brecha social entre aquellas familias que pueden hacer frente a estas gastos y las que no, haciendo evidente el aumento de las desigualdades que ha sufrido la sociedad española en los últimos años», advierte Anglès.
«Al final, las ayudas no dejan de ser gasto público y se financian a partir del conjunto de ingresos de las administraciones. Establecer una nueva ayuda implica necesariamente eliminar alguno de los gastos existentes o aumentar los ingresos, básicamente por medio de los impuestos o la deuda pública», subraya Anglès, que añade que «el establecimiento de las ayudas dependerá del compromiso político de los gobernantes y de la reivindicación de los ciudadanos para que se destine parte de sus impuestos a cubrir estas necesidades».
Para Anglès sería de justicia establecer algún tipo de ayuda o incentivo para esta tarea. «Actualmente, el servicio que prestan los abuelos es totalmente gratuito y altruista, por lo que ofrecer incentivos vía ayudas económicas o desgravaciones fiscales no solo ayudaría a dignificar el servicio que prestan, sino que además reconocería un trabajo que debería ser realizado por profesionales de forma retribuida», afirma Anglès.
Pero, esta medida, ¿ayudaría, en parte, a mejorar la situación psicológica y emocional de estos abuelos? Lacalle, psicóloga experta en vejez, afirma que «no lo haría, pero quizás calmaría un poco su malestar». Para Sumell, esta medida no resolvería la situación social ni el nivel de estrés de este colectivo: «Son necesarias otras vías o medidas de tipo social, laboral, etc., para que los abuelos no terminen siendo uno de los principales cuidadores de los niños. Los abuelos, sin quererlo, están manteniendo un modelo de trabajo y de vida que actualmente es incompatible con la crianza de los niños, pero se sienten con la obligación moral de hacerlo». Para Lacalle, esta no es una medida pertinente, porque considera que sería una distorsión dentro del ámbito familiar. «Las familias son organizaciones que colaboran para conseguir un objetivo, y cuando los vínculos afectivos se mezclan lo económico, esto puede convertirse en una fuente de conflicto», concluye.