El profesor de Psicología del Desarrollo de la Facultad de Educación de la UPSA, Luis Alberto Mateos Fernández, ha compartido algunas pautas orientativas generales para ayudar a los niños y adolescentes a gestionar el tiempo de forma óptima.
Así, según recoge la propia Universidad Pontificia por medio de una comunicación, estos son los consejos por edades:
Niños de 0 a 2 años: abrigarles bien y abrir las ventanas para que les dé el aire y el sol (para fabricar vitamina D), "como si" estuviesen en un parque. Su tarea es jugar y disfrutar. Las rutinas ya se encargan los padres de mantenérselas.
Niños de 3 a 6 años: con naturalidad, explicarles lo que pasa o alguna explicación que les sirva para no salir (p.ej. con 3 años: "Están arreglando las calles"; de 4 en adelante: "hay un bichito malo que si no nos ve salir se acabará yendo"). Jugar mucho con ellos, especialmente con la imaginación, (ir de aventura por casa, contar cuentos, marionetas, etc.) siguiéndoles a su ritmo. En general, rutinas dirigidas, pero con más flexibilidad.
Niños de 7 a 12 años: explicaciones más realistas del porqué del confinamiento; cronogramas de tareas pero con flexibilidad pues las adultos también necesitamos algo de flexibilidad. Variedad de tareas, incluidas las pantallas, pero con moderación. No reñirles si abusan de las pantallas: ofrecerles con entusiasmo otras alternativas. Por ejemplo, aprovechar para rescatar los juegos tradicionales que compensan la escasez de interacción social (oca, parchís, ajedrez, etc.).
Niños de 13 en adelante: darles autonomía para la gestión de sus deberes, aunque a veces sean inconsistentes. Evitar culpar, chantajear, etc. La mejor motivación es el diálogo respetuoso, afectuoso, con amor y humor. No olvidar que necesitan red social con las amistades, luego tendrán que usar más las videoconferencias, etc.
Para todos: mantener un ritmo de rutinas similar al que se venía haciendo; hacer videollamadas con los seres queridos; tomar el aire; intentar tener un contacto con la naturaleza (aunque sea con documentales); cantar, bailar y tocar instrumentos musicales para expresarse emocionalmente a diario; hacer ejercicio diario; jugar mucho; reír lo necesario; cocinar, pintar, leer y escribir, etc. Soñar con qué haremos después del confinamiento. Si se puede, colaborar con actividades solidarias. Evitar todos los excesos: de pantallas, de pasividad, de información, etc. Sabernos vulnerables y unidos a los otros, paradójicamente, nos hace mucho más fuertes.
Por suerte, los niños tienen mejor resiliencia para adaptarse que los adultos y eso juega a favor de todos. La casa no es una cárcel sino la mejor protección que tenemos para la salud familiar. No nos olvidemos de aplaudir diariamente a nuestros héroes... a nuestros niños, adolescentes ... y a nosotros mismos.