Fin a una Semana Santa sin procesiones pero con más fe que nunca
Lunes de Pascua. Atrás ha quedado ya la Semana Santa, que este año sí quedará para el recuerdo de todos los españoles. El coronavirus ha privado a las ciudades de disfrutar de las procesiones y ha mantenido a sus ciudadanos en casa, más que nunca debido al endurecimiento de las medidas de confinamiento que, precisamente, este lunes suavizan una vez más.
Suavizan, eso sí, para volver a lo anterior. Es decir, más gente en la calle solo en el momento de ir o volver de trabajar. En el resto, más de lo mismo, a vivir desde casa una semana que parece que será lluviosa antes de llegar al tradicional Lunes de Aguas en el que solo podrán disfrutar de la ribera del río Tormes los que la puedan ver por la ventana.
Pero pese a ello, el ánimo sigue arriba después de un mes de confinamiento. La Semana Santa, esos días tan esperados por tanta gente, este año ha servido para comprobar detalles de las mismas procesiones en las que se participa desde la tele. Ver esos pequeños detalles que se pueden mejorar para el año que viene y sonreir porque se sabe que cada día que pasa es un día menos para volver.
Por eso, este año la Semana Santa, evidentemente, ha sido atípica. Se ha celebrado en los balcones, incluso con procesiones inventadas en las cuerdas de tender. Con luces, los trajes típicos pero sin la talla o las miradas al cielo acongojadas por dudar de si saldrá. Este año otros muchos se han tenido que conformar con colocar ramos de flores a las puertas de las iglesias para señalar que sí, que se acuerdan, pero que no pueden hacer nada más.
Sin embargo, pese a ser algo completamente atípico, la unión y la fe han estado más presente que nunca. Quizás no en el mismo sentido cofrade que pueda ser en otros años pero sí en el deseo unánime de superar esta etapa y en el casi unánime de que es mejor salir, aún con diferencias, que saber desde hace tiempo que esta Semana Santa no lo iba a ser en las calles.