El científico Andrés Rigual, del Grupo de Geociencias Oceánicas de la Universidad de Salamanca (USAL), es el investigador principal del proyecto 'SONaR-CO2', que estudia el impacto de los gases industriales en el ecosistema marino antártico.

Según ha detallado la USAL en la información, estos análisis se centran en la acidificación del Océano Austral fruto de la absorción de emisiones industriales de CO2 y el objetivo es que los resultados "pueden emplearse para prever cambios en los ecosistemas marinos de otras regiones del planeta".

Tal y como ha apuntado la USAL, los océanos son un agente clave en el sistema climático global al absorber aproximadamente un cuarto de las emisiones de CO2 originadas por el hombre y en este proceso el dióxido de carbono reacciona con el agua y forma ácido carbónico, lo que supone disminuir el pH del océano.

Esta acidificación oceánica, de la que da cuenta Andres Rigual en su proyecto, está reconocida por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático como una de las principales amenazas a las que se enfrentan los ecosistemas marinos en la actualidad, debido a que afecta negativamente a organismos como corales, moluscos y plancton y supone un desequilibrio medioambiental.

Rigual es el investigador principal del proyecto 'Southern Ocean Nanoplankton Response to CO2 (SONaR-CO2)' financiado por fondos del programa Marie Sklodowska-Curie de la Unión Europea y que, junto a los catedráticos y también miembros del grupo investigador de la USAL José-Abel Flores y Javier Sierro, estudia el impacto causado en el ecosistema marino antártico por la acidificación del Océano Austral.

Concretamente, la iniciativa de investigación, desarrollada desde 2018 y recientemente concluida, determina el efecto de la acidificación oceánica y otros cambios ambientales sobre unas algas calcáreas conocidas como cocolitóforos, un grupo de fitoplancton abundante en todos los océanos que tiene un papel fundamental en los ecosistemas marinos como parte de la base de la cadena alimenticia.

Además, estas algas contribuyen a regular las concentraciones de CO2 atmosférico debido a que al realizar la fotosíntesis y formar sus esqueletos o "armaduras" calcáreas (cocolitos) absorben carbono de la atmósfera y lo transportan a las capas profundas del océano una vez muertos.

ESTUDIO



Para el estudio, el grupo de la USAL analiza muestras de estos organismos recogidas en la columna de agua durante la última década representativas del período industrial y las compara con muestras recogidas en los sedimentos marinos que reflejan el estado de las poblaciones de cocolitóforos de la era preindustrial.

El investigador ha explicado, a través de la información facilitada por la USAL, que el análisis de los registros del período preindustrial, de aproximadamente antes de 1850, comparado con los datos modernos de los que se dispone les permitirá determinar "si las algas cocolitoforales experimentaron cambios en su calcificación relacionados con el aumento antropogénico de las emisiones de CO2 a lo largo del período industrial".

El muestreo continuo de la columna de agua durante casi dos décadas ha proporcionado información clave sobre el estado y evolución de algunos grupos de fitoplancton a lo largo de los últimos años, entre ellos el de estos organismos.

El científico ha considerado estos datos "clave" para evaluar cambios en los ecosistemas del Océano Austral, así como para anticipar "posibles respuestas de los ecosistemas marinos a los cambios inducidos por alteraciones en el ambiente en otras regiones del globo".

De hecho, desde el inicio de la revolución industrial el pH medio del océano ha disminuido del valor de 8.21 al de 8.10, según la documentación aportada tras la realización de este estudio marino en la Antártida.

De continuar la actividad industrial con el mismo ritmo e intensidad, según ha detallado el investigador, se prevé "que este descenso pueda llegar a valores en torno a 7.70 a finales de siglo, los más bajos que se han registrado en los últimos cientos miles de años".