Guillermo Martín Melgar lleva ya años siendo una de las voces más escuchadas del mundo de la farmacia. Su cuenta de Twitter (@Farmaenfurecida) es seguida por más de 50.000 personas y en ella expone, siempre con un tono irónico, su idea sobre cómo debería ser la farmacia y los problemas que se encuentra su gremio de manera diaria. En los últimos meses, los farmacéuticos se han destapado como una de las piezas más importantes de la sociedad, aunque sus competencias todavía se mantienen por debajo de lo que desean. Esto mismo tampoco lo entienden los propios pacientes, incluso llegando a ponerse agresivos. De ello, de las sensaciones durante el estado de alarma y de todo lo que viene ha charlado con Noticias CyL:
¿Ha cambiado la percepción de la sociedad sobre los farmacéuticos?
Un poco sí. La gente nos está valorando bastante más. Cuando tiene un problema, como el centro de salud está cerrado, viene primero a la farmacia. Nos preguntan mucho más. Tenemos que estar educando mucho más a la sociedad. Los médicos y enfermeros no ven a pacientes y nos toca a nosotros. Estamos ganándonos el favor del público en ese aspecto aunque el Gobierno tampoco nos da más competencia.
¿Se notó el miedo durante el estado de alarma entre la sociedad?
Durante el estado de alarma la gente seguía viniendo normal. Había mucha gente que utilizaba esa excusa para salir de casa pero sí se notó el miedo porque la gente estaba más irritable.
¿Hay algo sobre lo que os pregunten más? Imagino que el coronavirus...
Pero sobre el coronavirus la gente no pregunta mucho, solo comenta. Preguntan de todo. Ahora con los médicos hablan lo justo y menos y cuando hay un tipo de salud mínimo acuden a la farmacia.
Y eso es algo que reclamáis, más peso en el sistema
La farmacia siempre es el enlace. A veces el paciente sale con dudas y nosotros se lo tenemos que explicar. Lo que reivindicamos es más papel porque por ejemplo tú ahora necesitas Paracetamol y yo te tengo que derivar al médico para que te haga la receta. Pedimos que nos dejen prescribir y evitar que se congestione la sanidad y que se nos den más competencias porque si te recetan un medicamento de una marca determinada que no hay, yo no puedo cambiarlo por otro. El farmacéutico, que ha estudiado cinco años, no puede cambiar ni cápsulas por comprimidos, ni una pastilla por otra aunque sean idénticas. Y eso satura el sistema en un momento en el que está la cosa fastidiadísima.
Esto que parece tan obvio y poco complicado de hacer, ¿qué explicación tiene?
Se nos ha tenido en cuenta para lo malo pero no para lo bueno. En otros países han empezado a vacunar las farmacias y a hacer más pruebas. Incluso en España, los médicos mandan ahora a las farmacias a hacer pruebas como la de la glucosa o la tensión pero no está institucionalizado como tal. En el resto de Europa se está haciendo y todo el mundo está contento con ello.
¿El problema es estructural? ¿La sociedad prefiere un médico a un farmacéutico?
Es relativo porque hay gente que no se fía de los médicos y gente que no se fía de los farmacéuticos. Pero se nos tiene en mucha más consideración de lo que se cree. La farmacia del barrio es un punto de referencia. Es un puesto de salud para dudas y el paciente no se explica que alguien que sepa tanto de salud no pueda hacer según qué cosas. Se enfadan a veces y estamos atados legalmente de pies y manos.
Durante el estado de alarma, ¿cómo os ha afectado y qué momentos han sido los más duros para vosotros?
Ha sido el Vietnam de la atención al público. La pregunta de si hay mascarillas ha sido de un promedio de 140 veces por día contadas, colas de 30 personas en la puerta, todo el mundo muy nervioso... Sí es verdad que la gente ha respetado pero había que venir una hora antes al trabajo para preparar las cosas y quedarte dos horas después para hacer papeles que no has podido hacer. Es la primera vez que veo baldas vacías en una farmacia y las normas han cambiado semanalmente por lo que había que explicar al paciente cada día lo que tenía que hacer en cada momento.
¿Las personas se han habituado a la manera de adquirir los medicamentos con el centro de salud cerrado?
Hemos tenido que adelantar todo diez años en cuestión de dos meses. Mucha gente no tenía receta electrónica y otra gente, sobre todo mayor, no lo entiende. Es complicado explicarle que tiene que llamar al centro de salud y que va a emitir una receta por Internet. Hay gente que decía "soy Manolo, dame mis pastillas". Es como tener que educar a 2.000 personas en una cosa que cambia cada semana.
Y hay casos en los que se pueden poner agresivos en estas situaciones
Y notamos que ha aumentado mucho. La gente está muy nerviosa y hemos tenido algún espectáculo terrible. Lo acaban pegando con el farmacéutico. No entienden que hay cosas que legalmente no puedes hacer.
De hecho, os jugáis una sanción si lo hacéis
Está entre los 5.000 y los 60.000 euros. La gente parece que no lo entiende y suele pasar que el que más te pide un antibiótico sin receta es el que menos lo necesita. Y ahora no hay excusa. Llamas al médico y en cinco minutos lo tienes en tu tarjeta pero ni por esas.
¿Estáis notando más nerviosismo ahora con los brotes?
En la primera ola se notó mucho porque era una cosa nueva. Ahora como la gente sabe el alcance, parece que saben dónde está el límite del conflicto. Está más cuidadosa y concienciada con el tema de los rebrotes, pero está más tranquila.
¿Qué reclamáis ahora para ayudar más al sistema ahora que suben los contagios?
Que nos dejen formar parte del sistema, que nos consideren como sanitarios y que nos amplíen las competencias. Hay algunas que no se pueden realizar en el centro de salud y pueden cederlas como las pruebas rutinarias, poner vacunas o renovar medicaciones.
Se ha hablado mucho del tipo de mascarillas que son las apropiadas. ¿Se siguen las recomendaciones?
No. Lo de las mascarillas... Es una lectura complicada porque las buenas son las caras. Se ha extendido mucho el uso de las mascarillas de tela que no valen para nada y en jóvenes algo hace pero en una persona mayor, con problemas de base, se debe poner una buena porque se la está jugando a la ruleta rusa.
¿Les da igual?
A veces les da igual pero es una situación delicada a nivel económico. Si le vendes una mascarilla de cuatro euros a una persona y le dices que tiene un solo uso... Estamos dando sobre todo quirúrgicas y pidiendo que se tengan precauciones porque hay que tener en cuenta la realidad económica de la gente.
Cuando no os consideran sanitarios, ¿cómo os sienta?
No nos molesta porque sabemos que somos sanitarios. No es el insulto sino el hecho de que te insulten. Llevas dos meses partiéndote el lomo, yo he atendido a muchos positivos y luego parece que los farmacéuticos somos otra cosa. Yo he estudiado cinco años una carrera de Ciencias de la Salud y te tienen considerado como un cajero de medicamentos. Los pacientes sí nos consideran sanitarios. No es cuestión de que te llamen sanitarios o no, es cuestión de que se olviden de ti cuando estás trabajando como el que más.
¿Habéis sentido miedo al contagio o una sensación de inseguridad?
Más que el miedo al contagio ha sido una especie de estrés postraumático de trabajar esos días. Esto era una locura. Hablando con varios compañeros todos hemos tenido pesadillas de gente que nos preguntaba por mascarillas. Imagínate el nivel de estrés. Seguimos reventados pero seguimos por que es lo que nos toca.
Parece que hay una idea de crear un sindicato para luchar por todas estas reivindicaciones...
Veo que la lucha de los colegios, aunque se han hecho avances, se ha quedado un poco rezagada. Era un buen momento para reivindicar todos los derechos porque la población lo está pidiendo y nosotros también. Era el momento clave, no sé qué están haciendo, la verdad.