Hablar de Emiliano Tapia es hablar del barrio Buenos Aires de Salamanca. Son como el árbol y la tierra. Pero el cura de Buenos Aires, como le conocen otros, es mucho más que este barrio marginal y el Centro Penitenciario de Topas, donde es capellán. La historia de este párroco rural –como gusta decir- viene de muy atrás, de aquellos años de trabajo en el campo con sus padres en Torresmenudas, pero también de párroco en Villarino de los Aires, donde comenzó a forjarse esa identidad tan propia de acercamiento y defensa de las gentes humildes, de las olvidadas en los pueblos que comenzaban a vivir su despoblación y abandono del campo. Quienes lo conocemos desde hace más de 40 años, de todo lo mucho que podríamos decir de él destaca su solidaridad y su compromiso con las personas que sufren inmersas en la exclusión social. Los nuevos parias de esta sociedad capitalista.
En estos tiempos de pandemia, estados de alarma y Covid, Emiliano Tapia ha sido protagonista en la mayoría de medios de comunicación social porque, en tiempos tan difíciles, da trabajo a cerca de 100 personas, todas en riesgo de exclusión social y que, además, son capaces de cultivar más de ocho hectáreas en diversos pueblos de la provincia y, entre otras muchas actividades de Asdecoba –Asociación Desarrollo Comunitario Buenos Aires-, sirven unas 600 comidas diarias para personas necesitadas, al margen de gestionar guarderías, residencias de mayores o casa de acogida. Eso sí, sin olvidar su lucha contra la droga en el castigado barrio de Buenos Aires.
Emiliano Tapia, al que no gusta el protagonismo, ha logrado unir en esta asociación a padres, madres, vecinos y mayores del barrio. En una tarde de conversación con NOTICIASCYL, habla claro, “no queremos que el barrio se convierta en una barrera, sino en un eslabón de conexión con la ciudad”. Una lucha por el barrio que no cesa, pero que nunca logra llegar a su término, porque “seguimos con los mismos problemas de siempre, porque continúan las dificultades de convivencia, de narcotráfico y de vivienda”. Es contundente al afirmar que “solo quedamos 1.000 vecinos, de los que el 70% está relacionado con el mundo de la droga, pero no todos viven de ella”. Un barrio al margen de la propia ciudad que es visto casi como gueto al que nadie quiere ir.
Estamos con Emiliano en la parroquia, que hace las veces de iglesia, oficinas, taller y, sobre todo, casa de acogida. Por ella pululan como de lo más normal ex adictos a las drogas, migrantes de múltiples nacionalidades, gente con años a sus espaldas de cárcel y excluidos sociales que habitan esta casa de acogida en la que viven 36 personas. Estas gentes son las que cultivan las tierras y las que cocinan para, entre unos y otros en perfecta armonía social y laboral, dar de comer a otros muchos necesitados. Además, Emiliano, con estos trabajos, quiere darle “otra oportunidad” a todos esos desarraigados sociales.
¿Emiliano, en todo este contexto social, qué es o qué supone la parroquia de Buenos Aires?
La comunidad parroquial de Buenos Aires supone dos cosas importantes. La primera, un nuevo planteamiento y una nueva manera de estar la Iglesia, o por lo menos en la que yo creo. Y dos, una esperanza para un barrio, como tantos barrios, que están en una situación de desilusión, de falta de futuro.
Sin embargo, creo que hemos logrado, aunque no solucionar el problema de fondo del barrio Buenos Aires, sí generar en ciertas personas ilusión y esperanza. Buenos Aires es un barrio como tantos barrios de la periferia, no sólo de Salamanca, sino también de otras ciudades, utilizados y que de alguna manera han sufrido esa doble situación de dolor. Por una parte, cuando nacen con esperanza, con ilusión, nacen con una serie de familias, como aquí pasó durante diez o doce años, que llegan con con una ilusión y una esperanza tremendas. Lucharon, trabajaron, pero esa ilusión, esa esperanza, de repente se frustran por la dejación, porque las instituciones se olvidan que los barrios son lugares de convivencia, y al final se convierten más en lugares de negocio, de ruptura, de gueto, como le ha pasado al barrio de Buenos Aires. Este barrio un poco se mueve entre estas dos dimensiones. La primera, creo que hemos logrado mantener la esperanza apenas, y la segunda es la que tenemos que reconocer que nos ha dominado a todos. Pero aún así hay gente que creemos y trabajamos con mucha esperanza.
¿El barrio de Buenos Aires es sinónimo de droga?
No, no, no, no, no lo es. La droga ha sido un elemento que ha destruido la convivencia en Buenos Aires, pero no es Buenos Aires droga. Buenos Aires son personas que se ilusionaron, que han sufrido mucho, que muchas de ellas han tenido que abandonar el barrio, pero que tienen un recuerdo y una memoria muy importante de lo que ha sido el pasado de aproximadamente 20 años de estancia en el propio barrio.
¿Tiene solución el barrio después de tantos años de abandono y dejadez por parte de las administraciones?
Si que tiene solución, pero todos sabemos lo que significa el hacer de barrios como éste un espacio de negocio, un espacio de gueto. Eso no se ha querido afrontar y como no se ha querido afrontar hoy permanece.
La parroquia de Buenos Aires es mucho más, conocemos todos.
La comunidad parroquial de Buenos Aires lo que ha intentado, junto con la Asociación de Vecinos, con la Asociación de Mayores con la Asociación de Mujeres, es generar esperanza. Y para mucha gente así ha sido con tantas iniciativas como hemos puesto y que están en estos momentos en marcha absolutamente impensables. ¿Y qué es lo que de alguna forma nos mantiene a muchas personas? El hecho de continuar en este barrio y desde luego, de ser un barrio importante también para esta ciudad de Salamanca.
Emiliano Tapia, tan humano, pero también una persona controvertida.
Yo no sé si lo que vivo es ser controvertido. Lo que intento es ser una persona que se pone al servicio de esta sociedad. Como creyente no renunciaré nunca a ser creyente. Lo que sé, lo que vivo, lo que tengo, lo que siento. Y si tengo una cierta capacidad de ponerla a nivel organizativo, de coordinación y a nivel de red entre gentes que están en esta misma clave en la que yo quiero trabajar, pues ahí está. Pero sin más.
Creo en una iglesia del hombre bueno, una iglesia que intenta ser iglesia, porque lo más importante para un creyente es el propio ser humano, es decir, el rostro de Dios es el rostro del ser humano, es el rostro de la tierra. Y yo creo que el Papa actual, Francisco, a través de los datos sí, y a través ahora mismo de ‘Fratelli Tuti’ - la encíclica que invoca a San Francisco de Asís y llama a la fraternidad y a la amistad social y busca un mundo más justo-, nos ha puesto ante una situación de o despertamos para poner al ser humano como centro y no al mercado, o despertamos para cuidar la tierra y no a cuidar los intereses de la economía y la sobreexplotación que estamos haciendo de la propia tierra. O, desde luego, no tendremos futuro.
Vivimos tiempos complicados con esta pandemia de Covid.
Son muy complicados, pero el Covid es más que una enfermedad. El Covid es lo que está sacando a la luz el gran problema de nuestro mundo, las grandes diferencias sociales y económicas que existen. La pobreza que existe en nuestro mundo. Tantas y tantas realidades dolorosas de nuestro propio mundo. Estoy de acuerdo con los que plantean que más que una pandemia, hoy es una ‘sindemia’. Es decir, el problema de nuestro mundo no es la enfermedad o el virus. El problema de nuestro mundo son todas estas situaciones que están generando tanto dolor, tanto sufrimiento, tanta desigualdad. Eso es lo que realmente tenemos que afrontar. Es lo que se nos pide. Eso es lo que significa la asistencia.
¿ Qué ha cambiado con la pandemia?
No ha cambiado absolutamente nada, porque lo que está saliendo a la luz es que hay unos problemas mucho más hondos que los propios problemas del virus. Es el tema social, el tema de la sanidad, pero también el reparto del trabajo, el reparto de la riqueza, es la cantidad de problemas de la inmigración. Esa es la situación. Porque este sistema socioeconómico neoliberal en el cual estamos no tiene futuro. Tenemos que ser capaces de generar otro sistema. Tenemos que ser capaces de generar otra ilusión y esperanza. Y para eso tenemos que organizarnos necesariamente de otra manera. Mientras el ser humano no sea el centro, mientras la tierra no sea el centro, mientras la tierra y el ser humano no sean dos elementos fundamentales en las preocupaciones del ser humano y de los pueblos, y de los gobiernos, no tenemos futuro. Vamos a ver, en medio de una situación de derrotismo en el que a veces vivimos, tanto en el medio rural como en el medio urbano, lo que queremos en los colectivos en los que estamos es transmitir esperanza.
¿Es posible la esperanza en el mundo rural que usted tanto reivindica?
Claro que sí. Lo que pasa es que hay que generar posibilidades. ¿Para qué? Recuperando la tierra. Pero claro, tenemos que pasar del negocio, de la agroindustria, a la agro ecología al poner el valor en la tierra y en los productos de la tierra. Poner en el centro también a la persona del medio rural. ¿quién ha sido más testigo de comunidad y de esperanza que el propio medio rural? Los servicios en el medio rural, ¿por qué desaparecen? Como desapareció la educación. Ahora está en cuestión la sanidad. Lo que es la propia estructura del pueblo. ¿Pero por qué?
Porque se están planteando otras claves muy distintas a las que nosotros creemos. Hay cosas que no se pueden olvidar y que las hemos aprendido en el medio rural, en los pueblos y también en los barrios. Que los barrios no tienen futuro tal como están. No tienen ningún futuro. Pero sin embargo, se pueden generar situaciones de esperanza. Claro que sí, pero en conexión con el medio rural.
Volvamos a Buenos Aires. ¿Por qué no tiene solución?
Buenos Aires no tiene solución. Primero, porque hay un elemento que desestructura, que rompe la vida en el propio barrio. Y ese elemento se llama narcotráfico. Ese elemento ya es un gueto de por sí. ¿Pero por qué? Porque hay ciertas instituciones, desde el Servicio Territorial de Fomento hasta la Subdelegación del Gobierno, que no han querido tomar la responsabilidad de transformar y de hacer un seguimiento de lo que ha ido pasando en los propios barrios.
Hay otra cuestión muy importante que esto sí que afecta también a los ayuntamientos. Los Servicios Sociales no son el camino para afrontar la problemática social de los barrios, tal como están planteados. O planteamos el futuro en clave de derechos sociales, no de servicios sociales, o no seremos capaces de ninguna manera de generar esperanzas de futuro. Todo esto es lo que a nosotros nos está preocupando. Y todo esto es en lo que trabajamos con muchas preguntas, con muchas interrogantes, pero también con muchas respuestas.
El campo solidario
Migrantes cultivando las tierras
Adescoba da de comer a otros con el proyecto hecho realidad de un invernadero de unos 2.500 m2 y más de 8 hectáreas de cultivo en pueblos como Torresmenudas, Pino de Tormes o Florida de Liébana. Las ocho hectáreas de campo son terrenos que estaban abandonados y que les ceden para el proyecto. Tal es así, que hace pocas fechas, la Fundación La Caixa aprobó un proyecto de compostaje de Adescoba. Además, ellos mismos los transforman en un Centro de Aprovechamiento de la Comunidad sito en Pino de Tormes. Con la producción y el trabajo en estos terrenos, explica Emiliano, se pretende dar de comer, reinsertar a personas en la sociedad y también reactivar algo tan importante como es la agricultura. “Este huerto solidario nace para hacer frente a tres necesidades: personas en exclusión, la necesidad de comer que tiene todo el mundo y atender y cuidar a las personas que hasta ahora han cuidado la tierra que son la gente mayor”, explica Emiliano. Un espacio donde te puedes encontrar con un ex preso de Segovia, un ex drogadicto de Madrid como con un chico de Marfil que saltó la valla de Melilla y recayó en Salamanca y ahora es agricultor con Emiliano.
A todo ello se suma la atención a personas mayores en dos residencias de ancianos, 60 comidas diarias en el mundo rural, 600 comidas en Salamanca capital, dar una cesta de productos de alimentación entre 40 y 60 familias necesitadas, una casa de acogida a 36 personas, guarderías y, sobre todo, 100 personas contratadas. Esto es Adescoba, esto es Emiliano Tapia, más allá de su asistencia humana y espiritual en el Centro Penitenciario de Topas y la lucha por la defensa y dignidad de un barrio arrasado por la droga ante la dejadez de las administraciones públicas como es Buenos Aires a las afueras de Salamanca.
Para terminar, solo reflejar lo que destacan las redes cristianas sobre Emiliano, “Un hombre valiente y luchador por la mejora de las condiciones de vida de su barriada y por erradicar la exclusión social que sufren por el peligroso círculo del negocio de la droga, que estrangula el presente y futuro de esa zona”.
Si bien es un hombre que fija sus ojos en Jesús de Nazaret, el cura de Buenos Aires, Emiliano Tapia, no aparta su vida de la normal marcha de una sociedad que maltrata al ser humano más infortunado, y concreta de una manera muy clara aquello que en la montaña dijera Jesús.
Clase de español a un migrante