La primera teniente de alcalde del Ayuntamiento, Ana Suárez, y el concejal de Turismo, Fernando Castaño, han asistido hoy en el Museo del Comercio y la Industria de Salamanca a la inauguración de la exposición ‘Historias para no olvidar’, un homenaje a Narciso ‘Chicho’ Ibáñez Serrador. El hijo del Chicho, Alejandro Ibáñez Nauta, director de cine, ha organizado esta muestra, comisariada por Carlos Urrutia y que cuenta con Diego Barrero como director de fotografía.

La exposición supone un homenaje a la trayectoria personal y laboral de Narciso Ibáñez Serrador, una de las figuras emblemáticas en el ámbito de la comunicación audiovisual que ha tenido este país durante los últimos cincuenta años.

El recorrido expositivo se ha dividido en tres salas: la primera está dedicada a su labor teatral y cinematográfica. La segunda nos acerca a la persona, mostrando sus inicios en el arte de la interpretación y sus primeros guiones. Y en la tercera sala se muestra lo que fue su legado más popular trabajando para Televisión Española: el concurso ‘Un dos, tres… responda otra vez’.

‘Historias para no olvidar’ ofrece un recorrido desde sus inicios en el teatro de la mano de su madre, Pepita Serrador, su primer texto original ‘Obsesión’, recientemente encontrado y restaurado (se creía desaparecido), fotografías inéditas de su adolescencia, así como su primer carnet de actor profesional.

El material fotográfico inédito tiene un papel fundamental en la exposición. Vitrinas con fotos nunca vistas de su primera película ‘La Residencia’ (1969), programas de mano de la misma, así como figurines creados por Vitín Cortezo, uno de los mejores figurinistas de la historia del cine y del teatro español.

“Quién puede matar a un niño”, la segunda película de Chicho en 1976, también tiene un lugar de honor con su guión original que curiosamente no tiene el mismo título que la película.

Hablar de Narciso Ibáñez Serrador es hablar del concurso más importante de la historia de TVE. El ‘Un, Dos, Tres…responda otra vez’ está unido no solo a la trayectoria de Chicho, sino al a de varias generaciones que descubrieron a través del concurso nuevos mundos, y se divirtió con los humoristas, con actuaciones musicales nunca vistas y gritaban cuando los concursantes se llevaban el coche, el apartamento… ¡o 100.000 pinzas de madera!

En la exposición “Historias para no olvidar” podremos descubrir todo el merchandising de este emblemático concurso a lo largo de su historia empezando en 1972 y terminando en su última etapa en 2004, vestuario original de varios programas, 10 Etapas, 411 programas que nos acompañaron a lo largo de nuestra vida.

Además, se ha habilitado un cuarto espacio donde se proyectan distintos documentales con entrevistas a personajes del cine y del teatro recordando a Chicho Ibáñez Serrador y a su obra.

La exposición, que llega a Salamanca por iniciativa de Prointel, la productora que fundara   el homenajeado y que dirige ahora su hijo Alejandro, estará abierta al público hasta el 31 de octubre.

Figura emblemática



Nacido en Uruguay, de padres actores, el que parecía destinado a ser una figura más de la escena se afincó en España y llegó mucho más lejos: todos aquellos ámbitos en los que colaboró, se transformaron a su paso. Narciso Ibáñez Serrador fue dramaturgo esporádico en los escenarios, pero siempre destacado (‘Aprobado en inocencia’, ‘El águila y la niebla’...), aunque en realidad no dejó de escribir ni un solo día ni una sola noche: para televisión, para cine, para revistas... Leyó más que nadie, realizó más que nadie y siempre transmitía la sensación de que aún quedaba mucho más por hacer, de que tenía todavía mucho más que aportarnos.

Trajo la fantasía más elevada (Poe, Bradbury, Twilight Zone) a la televisión con sus Historias para no dormir, impulsando de paso a toda una generación de jóvenes escritores de género en nuestro país (Buiza, Garci, Tébar, Plans) que encontraron en él el apoyo para darse a conocer.

Indagó en el terror en la gran pantalla, y de manera ecléctica nos aportó algunas de las obras maestras del cine en español, como ‘La Residencia’ y ‘¿Quién puede matar a un niño?’ Y supo mostrarnos que la pequeña pantalla era el lugar ideal para la experimentación y la diversión, cogidas de la mano, y para la formación del mismo espectador.

Programas pioneros como ‘Waku Waku’ o ‘Hablemos de sexo’ se concibieron para divertir e informar a pequeños y adultos; ‘El semáforo’ exploró con humor las posibilidades del show en vivo de nuevos talentos.

Y ‘Un, Dos, Tres…’ fue la opera omnia en la que todo podía caber y cabía (concurso, comedia, musical, interacción), una cita ineludible para toda España, que veía en aquel mítico programa depositados el suspense, la diversión y la esperanza.

Son solo algunos de los casos más señeros de toda una existencia entregada al espectador, a la invención al servicio de la sociedad y de su mejora, al vuelo de la imaginación creativa y de la autoría en su mejor expresión.