Los padres de un alumno de 1º de Bachillerato diagnosticado de trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), matriculado durante el último año académico en un centro concertado de la capital salmantina, han presentado ante la Dirección Provincial de Educación de Salamanca una reclamación para que se revise el proceso de evaluación llevado a cabo con su hijo durante los exámenes extraordinarios de septiembre, argumentando que “los procedimientos e instrumentos de evaluación aplicados no se adecuaron a las personales circunstancias de un alumno con necesidades específicas de apoyo educativo”.
El menor concurrió a las pruebas extraordinarias de septiembre con tres materias suspensas. En las tres fue examinado mediante el tradicional examen escrito, igual que el resto de compañeros que debían recuperar las asignaturas, salvo en la de Filosofía, materia en la que era único suspenso para septiembre de entre los cincuenta alumnos que integraban los dos grupos de 1º de Bachillerato del centro.
Una vez realizados los exámenes, los profesores lo calificaron de nuevo con suspenso en las tres materias, incluso con notas inferiores a las que había obtenido en junio, a pesar de que, según los padres, el alumno había estado estudiando duro durante todo el verano “y sus conocimientos en septiembre eran bastante mejores que los que tenía en junio”.
Tras la revisión de los exámenes, cuya corrección los padres consideran “muy restrictiva y desfavorable para el alumno”, y de comprobar cómo se habían desarrollado las pruebas, decidieron recurrir el proceso de evaluación, primero ante el centro, como establece la legislación, y, posteriormente, tras negarse el centro a modificar los resultados, ante la Dirección Provincial de Educación de Salamanca, donde el caso se halla actualmente pendiente de resolución.
La consecuencia inmediata para el alumno de esta decisión final del centro es que no puede promocionar a 2ª de Bachillerato, ya que la ley solo permite que la promoción se produzca con dos materias suspensas.
El alumno en cuestión llevaba escolarizado en el mismo centro educativo desde los 5 años. Durante todo este tiempo, los padres habían expuesto a sus sucesivos equipos docentes que, debido a sus circunstancias personales, consideraban que no precisaba de adaptaciones curriculares significativas, sino tan solo de “adaptaciones curriculares no significativas”, es decir, pequeñas modificaciones en el proceso docente que facilitaran su aprendizaje: colocación en mesas delanteras para evitar distracciones, contacto estrecho entre los padres y el profesorado para que no dejara tareas sin hacer, ampliación de los tiempos en las pruebas de evaluación, distanciamiento temporal entre una prueba y otra, y vigilancia estrecha en el desarrollo de los exámenes por parte del profesor, especialmente si se trataba de exámenes escritos, “porque su impulsividad le lleva a menudo a respuestas incorrectas o improcedentes, que encubren lo que verdaderamente sabe hacer y su aprendizaje general”.
Justamente, el hecho de no utilizar estas pequeñas adaptaciones no significativas en las pruebas de septiembre es lo que ha llevado a los padres a presentar el recurso. “Nuestro hijo ha estado preparando intensamente las tres asignaturas durante los meses de verano y, como padres, sabíamos perfectamente el nivel de conocimientos que había adquirido en todas ellas. Tras la revisión de los exámenes con sus profesores correspondientes, comprobamos que nuestro hijo podía haber contestado correctamente el 80 ó 90% de las preguntas. Lo lamentable del caso, desde un punto de vista pedagógico, es que, a causa de la inadecuada metodología de evaluación utilizada por los profesores, no pudieran aflorar verdaderamente todos los conocimientos que había adquirido durante el verano. Porque averiguar lo que un alumno ha aprendido debe de ser en último término el objetivo de cualquier prueba de evaluación”.
Los padres consideran inadecuada la metodología de evaluación porque el menor, como cualquier otro en su situación, acudió muy nervioso a cada una de las pruebas; todas las pruebas utilizaron como instrumento único de evaluación el examen escrito; tuvo que realizar dos exámenes seguidos en una mañana (una de las dificultades de cualquier alumno TDAH es mantener la atención durante largos periodos de tiempo), y los profesores se limitaron a entregar los exámenes a cada alumno, los tres bastante extensos, a su juicio, y a esperar a que concluyera el tiempo establecido para cada prueba.
“Los alumnos TDAH son impulsivos y, a menudo, aun sabiendo los conceptos o la resolución de los problemas, responden inadecuadamente a las preguntas debido a esa impulsividad, agravada a mayores por el nerviosismo y el cansancio. Una simple llamada de atención por parte del profesor ante una respuesta errónea habría sido suficiente para que el alumno recondujera su respuesta y pudiera acreditar sus verdaderos conocimientos”, subrayan.
“Debido a la extensión de las tres pruebas, nuestro hijo hubiera necesitado un descanso de unos minutos en cada una de ellas y liberar energías con algún breve paseo por el pasillo para poder afrontar con garantías la segunda parte de las mismas. Es decir, temporalmente cada prueba debería haberse dividido en dos partes a fin de facilitar su concentración”.
Como ejemplo de examen inadecuado, subrayan que al alumno se le pidió analizar sintácticamente en una de las pruebas, junto con varias preguntas de literatura, cinco oraciones compuestas, lo que requiere una atención continuada y sostenida que, como está demostrado científicamente, un alumno con este déficit no es capaz de mantener más allá de unos minutos, lo que le imposibilita para resolver con éxito el examen. “Y todo, de corrido, sin darle la oportunidad de un descanso. Eso explica que resolviera los análisis de las dos primeras bastante mejor que los de las tres últimas”.
Según los padres, el propio centro reconoce en su resolución que “los Departamentos desconocían la conveniencia de aplicar al alumno instrumentos de evaluación adecuados a sus características”, algo inaudito en su opinión, porque el alumno lleva escolarizado en el centro muchos años. “Además, la Junta de Evaluación debió de ser informada al inicio de curso por el Departamento de Orientación y por el tutor/a del grupo de las peculiaridades individuales de cada alumno”, señalan.
A juicio de los padres, la decisión del centro resulta muy injusta y supone un gran perjuicio para el alumno, al que se priva de la promoción a 2º de Bachillerato y al que esta decisión ya está provocando en él desmotivación para continuar sus estudios, sentimientos de exclusión, disminución de su autoestima, etc.
“Un alumno que es un ejemplo de esfuerzo y de superación de sus dificultades -manifiestan-. Hoy por hoy no es, desde luego, un alumno brillante, pero lo importante es que se mantenga en el sistema educativo, porque se ha visto que cuando maduran y descubren lo que realmente les gusta, este tipo de alumnos pueden ser de los mejores en su campo. Un ejemplo paradigmático es el del Luis Rojas Marcos, el insigne psiquiatra español que ha sido jefe del Área de Psiquiatría de la ciudad de Nueva York. El mayor riesgo es que abandonen prematuramente el sistema educativo”.
Esta reclamación pone de actualidad la problemática de los alumnos con necesidades educativas especiales, tanto de los que padecen TDAH, como los que padecen otros síndromes o circunstancias: superdotados, deficiencias sensoriales, retrasos educativos por diversas causas, etc.
La legislación educativa es cada vez más sensible a esta problemática. Sin embargo, y a pesar del empeño de las diversas administraciones, la realidad en los centros a menudo no es tan idílica. Algunos profesores desconocen los protocolos de actuación con este tipo de alumnos, o, sencillamente, la masificación de las clases y el agobio de tareas diarias les impide proporcionar a cada uno la atención y la metodología individualizada que requieren.
La disyuntiva tradicional estaba en si estos alumnos debían ser segregados y escolarizados en centros especiales donde recibieran una atención docente por parte de profesionales especializados. Sin embargo, la corriente actual apuesta por la integración, con profesores de apoyo que refuercen su adquisición de conocimientos dentro del propio grupo de referencia o con salidas puntuales en grupos de refuerzo.