Fernando García Herrero es uno de los capellanes que ayuda de forma abnegada y absolutamente loable a los enfermos ingresados en el Complejo Asistencial Universitario de Salamanca. También es el delegado diocesano de Pastoral de la Salud de la Diócesis de Salamanca. En esta entrevista con EL ESPAÑOL – Noticias de Castilla y León rememora momentos imborrables y dramáticos a los que tuvo que enfrentarse cuando estalló la pandemia del fatídico coronavirus y las camas hospitalarias se colapsaban por el ingreso de pacientes afectados por el COVID 19. "Ingresaban personas de todo tipo, no solo personas mayores, sino también matrimonios, tanto el hombre como la mujer, gente de mediana edad y también jóvenes", apunta el capellán.
“Yo fui párroco durante muchos años de las iglesias de San Juan de Sahagún y San Marcos y cuando surgió la pandemia empecé como capellán en el hospital”, recuerda Fernando García, quien no puede ocultar la emoción cuando recuerda aquellos primeros días de pandemia en el hospital. “Llegaban personas que cuando ingresaban en Urgencias pedían ya la absolución y el sacramento de la unción de los enfermos para poder soportar la enfermedad y todo lo que les estaba pasando… Afortunadamente muchos sobrevivieron, aunque también conozco casos de personas que estuvieron dos meses en la UCI”.
“Cuando los acontecimientos comenzaron a sucederse por la llegada del virus, yo entendí que Dios me estaba llamando para que ayudara a los enfermos, dándoles palabras de aliento, rezando y orando por ellos”, rememora Fernando García. Así empezaron las maratonianas guardias de 48 y hasta 72 horas en el hospital, “atendiendo la capilla, que permaneció abierta, con el Santísimo expuesto todo el día y donde también poníamos una música ambiental, que suponía un punto de luz entre tanta oscuridad”. Y es que, en los primeros días de la pandemia, cuando los pacientes afectados por el coronavirus se acumulaban en las plantas hospitalarias y obligaban a ampliar las UCS “fue todo tremendo, se anularon las citas de las especialidades, en el interior del hospital había un silencio tremendo y todo el personal se unió y nos atrincheramos para luchar contra el enemigo común, que era el virus”. A pesar de ello y del drama que se estaba viviendo dentro del hospital “mantuvimos la Eucaristía en la capilla, que siguió abierta todos los días y luego, cuando la situación empezó a mejorar, celebramos también la Semana Santa”.
Durante la primera ola, el virus se mostró especialmente agresivo. Fernando García tiene palabras de especial elogio para todo el personal del hospital, que "fue capaz de dar todo de sí y tuvieron un comportamiento sublime ante todo lo que estaba pasando".
Un trasiego de ambulancias
“Los primeros días fueron un ir y venir de ambulancias, llego a haber 400 personas hospitalizadas por COVID en planta y 50 en la UCI… Además, fue muy duro porque faltaban EPIS para el personal sanitario y eso hizo que muchos se contagiaran”. Especialmente doloroso fue que los familiares no pudieran acompañar a sus pacientes en el hospital y por eso resultó absolutamente fundamental la labor que realizaron los denominados 'gestores de casos', sanitarios que informaban a las familias sobre el estado de salud del paciente y les tenían al tanto de cómo evolucionaba, dado que el acompañamiento físico de las familias a los enfermos no estaba permitido, todo ello como medida preventiva para evitar la posible propagación de nuevos contagios.
Fernando García está convencido de que, a pesar de la dureza de lo vivido y de la desgracia que ha supuesto la pérdida de vidas humanas, “hemos sabido salir adelante y, estoy seguro de que, a larga, saldremos fortalecidos y más fuertes, porque eso siempre sucede cuando se producen las grandes crisis de la humanidad”. El capellán recalca, además, que en situaciones tan excepcionales y tan graves como la vivida durante la pandemia del coronavirus, “siempre sale lo mejor de cada persona, lo mejor de cada nosotros en la mayoría de los casos, aunque siempre puede haber casos, que son muy pocos, que aprovechan situaciones así para aprovecharse de los demás y de la miseria humana, pero en la inmensa mayoría de las personas sale lo mejor de cada uno.. Y en el caso de los que somos creyentes, nosotros creemos que cuando salen los mejores sentimientos de las personas es porque Dios está actuando en todos nosotros”.
Llorando en casa en soledad
El capellán rechaza frontalmente las delirantes teorías que proclaman que esta pandemia ha sido un castigo que ha enviado Dios a la humanidad por su mal comportamiento. "Esto no es un castigo de Dios ni él ha mandado esto ni nada por el estilo". En vez de ello, Fernando García sostiene que "tenemos que pensar que ha sido una oportunidad para mejorar la investigación médica y también que se ha luchado muchísimo contra el virus". Pese a estos vitalistas mensajes, Fernando García no oculta, visiblemente emocionado, que "he llorado mucho cuando volvía a mi casa del hospital y me quedaba solo... Ha sido muy duro".
Las personas que ha ayudado con sus oraciones y sus mensajes de aliento han sido muchísimas. "Me acuerdo que una enfermera que cayó enferma y que me decía: Usted debe ser el capellán por esa cruz de madera que lleva en el pecho". Especialmente duro fueron los casos de personas que evolucionaban favorablemente y de repente fallecían. "Esas muertes inesperadas impresionaban mucho", concluye.