diciones Universidad de Salamanca publica el libro “Hitos y personajes de la Historia de las matemáticas en la Universidad de Salamanca”, de José Ángel Domínguez Pérez, profesor de Geometría y Topología de la USAL, una obra divulgativa que recorre la historia de esta ciencia, desde sus orígenes hasta nuestros días.
Qué matemáticas se estudiaban en el siglo XV, la creación de la Cátedra de Astronomía, Geometría y Aritmética, la reforma del Calendario juliano (1515), su decadencia en el siglo XVII o las Matemáticas que abren camino en el siglo XXI son algunos de los temas que aborda este libro, junto con la semblanza y aportaciones de más de medio centenar de personajes ilustres de todas las épocas vinculados al Estudio.
La historia de la Universidad de Salamanca arranca en 1218, cuando Alfonso IX de León funda el Estudio general, dotándole de rentas, usos y fueros, que contribuyeron a su asentamiento. Los conocimientos matemáticos, dominados por el pensamiento escolástico, se incluían por aquel entonces dentro del Quadrivium: Aritmética, Geometría, Astronomía y Música. En 1411, merced a las Constituciones otorgadas por Benedicto XII, se crea la primera cátedra de Astronomía, Geometría y Aritmética, de manera independiente.
En este sentido, Nicolás Polonio, de origen polaco, fue el primero del que se tiene constancia que ocupó dicha cátedra, entre 1460 y 1464. Redactó unas “Tabulae resolutatae”, en 1461, conforme a los cálculos que realizó sobre el cielo de Salamanca en 1460. “Estas tablas se hicieron con la intención de enseñar astronomía práctica en el estudio salmantino” porque “las tablas alfonsíes que se venían utilizando hasta entonces (elaboradas dos siglos atrás, bajo el impulso del rey Alfonso X el Sabio) eran demasiado difíciles para los estudiantes”, señala su autor, José Ángel Domínguez, durante la rueda de prensa de presentación del libro, junto a Purificación Galindo Villardón, vicerrectora de Ciencias de la Salud y Asuntos Sociales; y Jacobo Sanz Hermida, director de Ediciones Universidad de Salamanca (EUSAL).
Tras Nicolás Polonio, aparecen en las páginas del libro como ocupantes de la cátedra de Matemáticas Juan de Salaya, Abraham Zacut (que nacido en 1452, por su condición de judío, no pudo ingresar en el estudio salmantino, pero sí mantenía colaboración con sus profesores, bajo el amparo de Gonzalo Pérez de Vivero, rector y obispo de Salamanca); Diego de Torres, autor de horóscopos para juzgar un nacimiento y dedicado a la práctica de la predicción de eclipses; o Rodrigo Basurto, especialista en instrumentos astronómicos.
Matemáticos nominalistas y físicos matemáticos
En el siglo XVI se abre paso la generación de matemáticos nominalistas y físicos matemáticos, seguidores de la ciencia de París y de los calculadores de Oxford. Las matemáticas, más en la línea de las artes liberales, y su enseñanza a través del quadrivium se dividía en aquellos conocimientos que son absolutamente ciertos por estar basados en la demonstración científica (aritmética y geometría, las matemáticas puras) y aquellas disciplinas que son mixtas, en tanto que son demostrativas y admiten opinión (la astronomía y la música, las matemáticas aplicadas). Pedro Ciruelo, que rechazó la oferta que le hizo la Universidad de Salamanca para incorporarse como catedrático, o Tomás Durán, son los precursores del nominalismo matemático. La llegada de Juan Martínez Silíceo a la cátedra del estudio salmantino, supuso una renovación académica al instaurar el modelo parisino de enseñanza, con preguntas y debates sobre la materia explicada. Silíceo publica en 1520 su obra “Calculatoris suiset anglici sublime et prope divinum opus in lucem recenter emissium”. A él se unen otros grandes protagonistas: Pedro Margallo, Fernán Pérez de Oliva y Juan Pérez Moya, del que destaca su gran aportación a la difusión de la Aritmética en nuestro país.
En el siglo XVII comienza la decadencia de la cátedra de matemáticas de la Universidad de Salamanca, que no termina de romper con los paradigmas antiguos de enseñanza de las Matemáticas y la Astronomía, y se aleja de Galileo Galilei y la revolución científica que trajo consigo. Lo que se agrava por un estado de provisionalidad y vacantes en la Cátedra que se arrastra hasta el siglo XVIII. “La Universidad de Salamanca seguía siendo a comienzos del siglo XVIII una institución anclada en la Escolástica, ajena a las nuevas teorías de la ciencia que en España venían siendo impulsadas desde 1680 por un movimiento denominado ‘novatores’, precursores de lo que en Francia y el resto de Europa se dio en llamar Ilustración”, subraya el autor.
La renovación de la enseñanza de las matemáticas
En 1771, con la implantación del nuevo plan de estudios en la Universidad de Salamanca, volvería a convocarse concurso para cubrir la cátedra vacante de matemáticas. Se nombra catedrático de Álgebra a Juan Justo García, autodidacta, que renovó la enseñanza de las Matemáticas y publicó una obra que se convertiría en obra de obligada referencia en su época: Elementos de aritmética, álgebra y geometría (1782). Así mismo instó a crear una Facultad de Filosofía y Matemáticas, donde se impartieran cuatro cursos. Sin embargo, la entrada en vigor en 1845 del «Plan Pidal» por el que se regulaba la enseñanza universitaria en España, dio al traste con este ambicioso proyecto. A este revés cabe sumar las nuevas regulaciones que provocaron el que a finales de siglo XIX la Universidad de Salamanca se viera reducida a dos Facultades, la de Derecho y la de Filosofía y Letras, con una Facultad «libre» de Ciencias, sostenida por el Ayuntamiento y la Diputación de Salamanca.
No es hasta mediados del siglo XX cuando llega a la Universidad de Salamanca un personaje clave, Norberto Cuesta Dutari, quien, tras crear un Departamento de Análisis Matemáticos, impulsa la expansión de la Facultad de Ciencias y se implica en la elaboración de un informe para poner en marcha la Licenciatura de Matemáticas (1968), cuyas enseñanzas dan comienzo en 1969-1970, estableciéndose gradualmente curso por curso.
Ocho siglos de magisterio sostienen las matemáticas en la Universidad de Salamanca cuya validez acaso pueda ser resumida en una de las frases de sus maestros: “…En matemáticas, la única cuestión seria, la que realmente merece la pena ser pensada, es la pregunta ¿Qué decimos cuando decimos que…?”.