Atrás quedaron los tiempos en los que la tuna llevaba por bandera la vida holgazana de pillería y buscavidas como vía para conseguir dinero y subsistir. La actividad que acostumbraban hacer únicamente los varones ha derivado a otras formas más modernas hasta la creación de las tunas femeninas. Es el caso de la Universidad de Salamanca que, con más de un cuarto de siglo de vida, cuenta con el orgulloso título de ser la primera de Castilla y León, que solo tiene otra tuna femenina más: la de León.
Y ya lo dice el propio cancionero, se es ‘tuno hasta morir’. Así lo recalcan las 'tunas' Silvia Martín e Isabel Hernández a Ical mientras se preparan para tocar en un evento con el jubón, la beca y la capa con sus escudos y cintas. Ni ‘carbonero’ ni ‘merenguito’ -sus respectivos apodos de tunas- son ya estudiantes de la Universidad, sin embargo, siguen muy vinculadas al grupo enseñando a “la nueva hornada”. “En Salamanca la gente siempre está de paso, así que la que puede seguir viniendo tiene que ayudar porque las más nuevas no son suficientes”, apuntan. De hecho, la propia Isabel viene cada fin de semana desde Ávila y Silvia volvió a la ciudad para trabajar, por lo que aprovecha para seguir en el grupo.
Cada curso son varias las alumnas que deciden formar parte del grupo. Para entrar no es necesario tener conocimientos musicales, solo ganas, ya que la propia tuna presta el traje y los instrumentos. “Funcionamos como los gremios, los mayores enseñamos a los pequeños”, puntualizan. Así, durante un año y medio aproximadamente, las novatas deben llevar un disfraz para perder la vergüenza y pasar algunas pruebas hasta que llega el momento clave de recibir la beca, que las convierte en ‘tunas oficiales’. Las últimas en recibir el honor fueron tres hace apenas unas semanas, pero ocho siguen su ‘formación’. Entre los motivos que las llevaron a adentrarse en esta aventura fueron desde la persuasión de amigas o la clara idea desde pequeña: “vi una tuna en Santiago y me gustó un montón y ya sabía que cuando entrase en la universidad quería entrar en la tuna”, detallan.
Entre los valores que comparten enumeran la lealtad, compañerismo, musicalidad, fraternidad, compromiso, optimismo o alegría. Uno de los puntos claves de cualquier tuna es la fiesta, que va de mano con todo lo que hacen: “Nosotras tocamos y estudiamos mientras estamos de fiesta”. El objetivo, explican entre todas, “es transmitir la tradición allá donde vamos y llevar nuestra cultura y poder compartir con otras personas el folclore español y la vida universitaria, también conocer diferentes ciudades, países y gente”.
Entre actuación y actuación en un evento de la Universidad, las chicas aprovechan para practicar sus canciones, que forman parte de un amplio repertorio desde lo más tradicional a composiciones propias. Mientras, explican a que, a pesar de que las primeras tunas lo hacían para ganar dinero, en la actualidad lo que ganan con estos contratos se dedica a la autogestión y para el certamen que organizan para el año que viene con tunas de toda España. Además, cada una tiene un bote nominal con las ganancias de las actuaciones que se destina a sufragar los gastos de los viajes, instrumentos o los trajes.
Entrar en un mundo de hombres
“Nuestras fundadoras siempre dicen que al principio era muy difícil porque era un mundo de hombres, las insultaban, no las invitaban a ningún certamen, hacían ruidos si estaban tocando, o les tiraban cosas”, detallan sobre los comienzos del grupo en los años 90. Sin embargo, puntualizan que “ahora mismo creo que estamos mejor vistas las tunas de chicas que las de chicos”, algo que también repercute en el censo, con unas diez novatas nuevas por año, un número notablemente mayor al de ellos, que incorporan uno o dos.
No obstante, hay quien sigue haciendo comentarios desagradables en los certámenes, especialmente por parte de los tunos mayores, explican. “Hay gente que se toma muy en serio las competiciones, nosotras vamos a pasarlo bien y ya está. Nos preparamos muy bien las actuaciones, ganamos premios, pero no solemos ir a competir”, explican. En este sentido, apuntan que sí que existen “piques” entre las tunas masculinas y femeninas, algo que atribuyen al envejecimiento de las masculinas mientras que ellas son más jóvenes: “De nosotras la más mayor tiene 35-40 años como mucho, y en los hombres todo lo contrario, el que no tiene 40 tiene 75”, algo que, según consideran ha ido desgastando la tradición universitaria. “Son muy mayores y ahora hemos entrado las chicas, que somos más jóvenes, más frescas y lozanas y llama la atención”, añaden entre risas.
No todas siguen
Entre tantas incorporaciones, también hay muchas novatas que acaban abandonando: “Al principio se apuntan muchísimas, pero quita tiempo de la carrera, tienes que compaginarlo bien y muchas veces quieren volver los fines de semana a casa, y en la tuna es cuando más actividad hay, así que al final te acabas descolgando un poco del grupo”, detalla Isabel. La actividad de la tuna se adapta a las necesidades de las que todavía son estudiantes y a sus épocas de exámenes. No obstante, añade que “es un grupo de amigas muy grande, con personalidades muy distintas, edades muy diferentes. Tienes que amoldarte a muchas personalidades a la vez, y a veces con situaciones de tensión o de ser formales, tienes que ser capaz de acoplarte a todo el mundo, en general, las niñas que se marchan es porque no son capaces de hacerse al grupo”.
El paso a las nuevas generaciones
La tuna femenina de la USAL tiene en la actualidad 58 integrantes de muchas edades, procedencias y estudios diferentes. No todas ellas permanecen en activo, aunque muchas sí que se apuntan a los eventos especiales siempre que pueden. Silvia Martín lo describe como “un sentimiento de pertenencia que te hace siempre volver”. Esa hermandad que describen otras supone una desconexión del día a día para pasarlo bien, aún siendo un grupo tan heterogéneo.
Eso sí, matizan que “siempre se sigue pero hay que dar paso a las nuevas generaciones”. “Todas nos reunimos, pero quien lleva el peso son las universitarias realmente”, ya que la mayoría ya terminaron sus estudios. “Lo importante es que la tuna se siga renovando y vengan mentes frescas que aporten más dinamismo y frescura a la tuna”, considera la solista del grupo, Meme. La idea, añade Silvia, es que “siempre se sigue pero de manera diferente, a pie de calle hay un grupo a pie de calle que son las que instruyen a las nuevas chicas y creando el núcleo, pero hay eventos a los que estoy convencida de que vamos a seguir asistiendo”. Porque, como todas ellas recalcan, “para sentir la tuna hay que vivirla”.