Los pueblos atesoran los más profundos sentimientos ligados a las tradiciones y a lo que se denomina cultura tradicional. Todos han tenido y, si Dios y los hombres no lo han impedido, tienen sus costumbres más propias que, aunque en su conjunto se den la mano con otras muchas, gozan de su propia identidad que las hacen únicas. Este es el caso de Valdecarros, un pueblo de la comarca de Alba que tiene una de las tradiciones más peculiares de la provincia de Salamanca. Se trata de una representación irónico-festiva que se desarrolla desde tiempos inmemoriales cada 28 de diciembre, es La Horca de Valdecarros, en la que los mozos llamados a quintas representan un ajusticiamiento de forma burlesca. Dicha representación se enmarca dentro de la fiesta de quintos, denominada 'La Corrobla', y que se celebra desde el día 26 de diciembre hasta el Día de los Inocentes.
Previamente, los quintos de entre ellos y por sorteo, eligen un alcalde, un teniente-alcalde y unos jurados. Los dos primeros, como atributo de autoridad, portarán sendas ‘varas’, que con frecuencia son varales de los de colgar embutidos. A veces, para este menester, algún o algunos vecinos que poseían unos bastones-estoque, los prestaban. En lo alto de las varas hacen pender cintas de colores, regaladas por las mozas, preferiblemente. Todos los quintos durante los días de su fiesta llevarán, cual distintivo militar los leguis, un tipo de polainas de cuero que usó el ejército, prendas que, es de suponer, los de antaño trajeron tras licenciarse y, ya en el pueblo, usaron cuando con sus yuntas araban.
Día de día de la fiesta
Los quintos, durante la tarde y noche del día 26, salen de corrobla, que consiste en ir de casa en casa llamando, cantando o rezando a sus puertas, respondiendo los moradores con el aguinaldo para estos mozos, que si antes abundaba en especie, ahora y desde hace indeterminado número de años, es en dinero. El tesorero, o tesoreros, irá metiendo los donativos en un saco, o costal, que para la ocasión suele llevar de la misma manera que el agricultor cuando iba a sembrar: atando la base con la boca, dejando suficiente abertura. A las puertas donde no recen cantarán:
Se desata el panezuelo
la mujer del hombre honrado,
se desata el panezuelo
para dar el aguinaldo.
En las casas donde había moza se cantaba además:
Mañana, si vas a Misa,
no se te olvide una perra,
que los ochavos del moro
no pasan por esta tierra.
Además de la letra más ritual, también pueden variar el repertorio con alguna como la siguiente, que es bastante definidora:
Somos los quintos de hogaño
del pueblo de Valdecarros
que venimos de corrobla
a pedir el aguinaldo.
Pero en las casas a cuyos miembros se les haya muerto algún familiar durante el año rezan un padrenuestro, que hace las veces de responso.
El día 27, durante la mañana, acompañados de música, vuelven los quintos a recorrer el pueblo, a lo cual no llaman corrobla, aunque nuevamente casa por casa recogerán donativos; esto no extraña al conocedor de la tradición. El vecindario es generoso con estos mozos, hijos del pueblo. En ese recorrido sacan de la cama a mozos y mozas para echar un baile con el grupo de dulzaineros, y después asistir a la misa en honor a los quintos. Los quintos en esta mañana, además del dinero que les den, también serán invitados a bebidas, dulces u otras viandas, por lo menos en casa de sus familiares, donde a veces aprovechan para descansar y calentarse del frío invernal.
Tras la ceremonia religiosa continuarán con lo que dejaron, procurando terminar a la hora de comer, que este día suele ser tarde. No sin antes, a la entrada de la iglesia, las mozas entregar a los quintos una cantidad de dinero. Con ese dinero, las mozas tenían derecho a asistir a las sesiones de baile, que son los días 27 y 28 por la noche.
Un quinto va a ser 'ahorcado'
Y el día 28 de diciembre se desarrolla el acto, quizás más original y de mayor importancia etnológica en este contexto de fiesta: un quinto va a ser ‘ahorcado’. No olvidemos que es el día de los Santos Inocentes. A esta parodia se conoce como 'La Horca', y tiene lugar por la mañana. Reo, verdugo,...son elegidos por sorteo o por sus caracteres, así, el que va a ser ahorcado suele ser el más célebre. Disfrazados, parten del lugar acordado, que suele ser uno de los bares; caballeros en burro van, dándose la espalda, reo y verdugo, éste mirando hacia delante. Recorren parte del pueblo entre improvisadas escenas jocosas: cabalgan, descabalgan, uno llora, otro está gracioso… Llegan a la plaza donde espera un carro de los de bueyes con su vara en alto, y a ésta, atada, una escalera de mano, de tal manera que forman un triángulo.
Ante la audiencia congregada, uno de los quintos, cual juez, pronuncia una retahila de versos de variado contenido: cargos contra el reo, y de dimes y diretes del pueblo que hacen especial gracia a los concurrentes.
Por sus muchas fechorías,
porque ha hecho mucho mal,
a este grandísimo endino
le vamos a ajusticiar.
El reo es colgado por la cintura, durante unos segundos, de los más alto. Tras esto, el que hacía de reo, ya libre de ataduras, y todos los demás quintos, echaban a correr detrás de las mozas, que huían 'despavoridas'. Las alcanzadas eran untadas con algún producto del mondongo de las matanzas de los cerdos, o tiznadas con algún tizón.
Quizás haga más de 30 años que en Valdecarros no corren los gallos. Aquí, tenía lugar en la tarde del día 28. Se colocaban dos carros empinados, entre ellos afrontados, y suficientemente separados; una soga, que alguien podía aflojar y tensar unía las sendas varas por lo más alto; hacia la mitad, entre carro y carro, de la soga y por sus patas se colgaba un gallo. Los quintos en caballería y más o menos al galope, tenían que pasar bajo el ave a la vez que con una de sus manos trataban de arrancarle la cabeza.
Esta práctica fue prohibida y fue sustituída por correr las cintas. En éste lo que varía es que en lugar de aves se colocan cintas enrolladas rematadas en anillas por las que los mozos han de hacer pasar una varita.
Fandango charro
¡Oh! soberano San Roque,
Virgen de Valdejimena:
mirad por los labradores
que trabajan esta tierra.
En el pueblo Valdecarros:
mucho trigo, más cebada;
se van 'pa' los 'mondragones'
los que dejaron la arada.
Somos de Tierra de Alba,
a dos leguas de la villa,
donde comienza León,
donde termina Castilla.
Labrador de Valdecarros:
¿dónde dejaste la hoz,
el trillo, los 'bués', el carro,
el yugo y el estevón?
De Valdecarros venimos,
pisando cantos y arena,
sólo por venirte a ver:
Virgen de Valdejimena.