Los Guardianes de Mogarraz
Esta mítica exposición cumple diez años convirtiendo el pueblo en un museo al aire libre gracias a los retratos de sus vecinos en las fachadas
21 mayo, 2022 16:13Alba Familiar / Ical.- Entre cuestas empedradas, recovecos sinuosos y edificios medievales donde el bordado serrano decora los balcones, cientos de ojos guardan Mogarraz. Recorrer sus calles supone un viaje al pasado a través de sus gentes, una mirada hacia el arte más social de la Sierra de Francia. Los vecinos que han habitado las casas de este municipio salmantino durante décadas vigilan las calles haciendo de ellas un auténtico museo al aire libre que cautiva a todo aquel que se adentra a descubrir la obra del artista Florencio Maíllo en su localidad natal.
La exposición Retrata2 388 cumple su décimo aniversario convirtiendo a Mogarraz en una obra de arte, con una concepción artística sin precedentes. De los negativos de un fotógrafo aficionado que retrató a los vecinos para que pudieran renovar sus carnés de identidad, comenzaron a brotar las pinturas sobre planchas de latón. Un proyecto artístico a gran escala que fue mucho más allá y ha supuesto la transformación íntegra del pueblo, en el que sus fachadas son el vivo retrato de quienes han habitado esas calles, casas y balcones, a quienes poder recordar y conocer a través de estas pinturas.
Emocionado, Florencio Maíllo recuerda diez años después, en el mismo lugar en el que se inauguró esta exposición, cómo ha buscado “repoblar” la infancia que vivió con cinco años y, en torno a sus gentes, “venerarlos, tenerlos presentes y no olvidarlos”. De manera altruista, “porque lo auténtico tiene que ser sencillo, vivido y compartido sinceramente”, como señala el artista, ha pintado 813 retratos en un proyecto que ha alargado su temporalidad y que, en la actualidad, continúa retroalimentando. “Un viaje inacabable”, reconoce Maíllo, quien pensaba que cada retratado, a quienes cedió desde un primer momento los cuadros, iban a bajarlos rápidamente de la pared. Pero no fue así.
Porque sin los vecinos el sentido de la exposición cambiaría completamente. También, gracias a sus guardianes, las calles de Mogarraz han podido convertirse en un museo al aire libre. Museo con guías que de primera mano te transportan a esa villa de los años 60 y con quien aprender sobre la historia del pueblo y de sus gentes. Es el caso de Franco, quien cada día se sienta a la puerta de su casa, bajo su retrato, para observar a todos aquellos curiosos que se acercan hasta este recoveco en la Sierra de Francia del que han oído que hay cuadros en las paredes. También Catalina y Ambrosia, cuya faceta más joven, junto a las de sus familiares más cercanos, ya fallecidos, reposan en los muros estas casas casi de cuento.
“Recuerdo a las personas que han sido como hermanas, y siempre que paso les tengo que mirar y decir algo”, reconoce Ambrosia, con la emoción de rememorar y el privilegio de poder contar a todos los que se acercan un trocito de su historia. Sabiendo que “no hay pueblo como éste” y “orgullosísima de ser de Mogarraz”, Catalina juega a que adivinemos dónde se encuentra su retrato. Aunque con ese lamento de quien cuenta con muchos años a sus espaldas intente convencer de que ya no queda nada de la persona que fue hace seis décadas, supone un engranaje clave de lo que representa esta muestra: recordar quiénes fueron aquellas mujeres y hombres que supieron hacer de su pueblo un modo de vida.
“Mogarraz es especial en sí mismo”, reconoció el presidente de la Diputación de Salamanca, Javier Iglesias, en el acto de conmemoración del décimo aniversario de esta muestra. Además, se manifiesta orgulloso de la “pura singularidad de la arquitectura serrana, la gastronomía y de la forma de vivir de la provincia”, que consigue atraer a visitantes en un pueblo “que es arte en sí mismo”. Una idea en la que la antigua alcaldesa del municipio, Concha Hernández, incide para llevar un paso más allá. “Tú tienes que fijarte en cada uno de los cuadros, y ver una obra de arte, y cómo con el paso del tiempo han ido ganando”, reconoce, mientras señala que “nosotros hemos envejecido y las obras cada vez están más vivas”.
Una obra viva, en la que los cuadros evolucionan, colgados a la intemperie, como reconoce la primera edil de Ayuntamiento de la villa, Soledad Álvarez. “Vas viendo cómo se integran en la fachada, se potencian los colores, se atenúan unos, se suavizan otros… Es el mismo cuadro, pero tiene una pequeña diferencia siempre”. Evolución constante, al igual que la de las personas, de las que Florencio Maíllo ha dejado una huella imborrable en el pueblo y al que ha lanzado a una repercusión internacional, atrayendo a visitantes de diferentes puntos del planeta a este recoveco único en la Sierra de Francia.
Porque Mogarraz impresiona. Y no deja indiferente con sus fachadas. No puede evitar reconocerlo una pareja de turistas, procedentes de Arenas de San Pedro, que visitan el pueblo durante este fin de semana. Casualmente, diez años después de su última visita al municipio. Embaucados por los retratos, reconocen que sus miradas atrapan. Cautivan y te siguen, sobre todo por la noche. La obra de Florencio Maíllo ha hecho de los muros de Mogarraz calles vivas, en las que intentar conocer a quienes antes las transitaban, y a quienes todavía las guardan. Guardianes de esta obra y de la historia que, desde hace diez años, hace de este pueblo un museo inigualable.