Millones de ojos y miles de dedos apuntan cada año hacia ese minúsculo icono de la fachada de la Universidad de Salamanca. Hace más de quinientos años que el plateresco animal está posado sobre la calavera, ocasionando diferentes tesis acerca de su existencia.
De todas las disertaciones que existen, desestimen por favor algunas para no liarnos mucho. Primero, abandonen la idea de la marca del cantero, que como saben eran muy dados a ser ingeniosos con sus firmas, pero no tanto.
Olviden también que es un símbolo de tentación sexual, y que, dada la abundancia de prostitutas que acudían a prestar servicio a alumnos y profesores, y el riesgo de sífilis que existía, supuestamente alertaba a los estudiantes de que las mujeres podían distraerlos fatalmente de sus estudios.
Quiten del medio igualmente la suposición de que fue tallada como recuerdo de la muerte repentina de Felipe el Hermoso, y que la calavera representa a la desolada Juana de Castilla, quien vivió durante la construcción de la fachada y quien posiblemente sufragó sus costes. Ya queda menos.
Excluyan asimismo la idea de que la rana representa el cambio que se avecinaba por intentar llegar a las Indias Occidentales, y la calavera la muerte y los peligros que traería, junto con las posibles riquezas. Como se sabe, el debate del proyecto de Colón tuvo lugar en la Universidad de Salamanca, porque la reina Isabel quería la opinión de personas doctas, que no parecieron estar muy convencidas, dicho sea de paso.
La teoría en la que deben centrarse aquí, por ser más reciente quizá, es la que indica que rana y cráneo están enviando un mensaje subliminal para burlar a la Inquisición. Hay tres calaveras labradas en la pilastra derecha, representando a los tres hijos de los Reyes Católicos: Isabel, María y Juan.
La rana, según este razonamiento, estaría posada sobre la calavera del príncipe Juan, fallecido sin haber cumplido todavía los veinte años (no entren en el debate de si fue por excesos sexuales con su esposa o por tuberculosis). Los memes de la historia, al hacerse eco, bautizaron a dicho hueso de la cabeza como “Juanita”, con sorna, y a la rana la llamaron “Parrita”, en alusión al galeno que trató de salvar la vida del joven sin lograrlo.
De este modo, se consigue explicar sutilmente la proverbial idea sefardí de que la resurrección no es posible, ni siquiera para los grandes. En publicidad, todo logo lleva normalmente su lema, pero en este caso no se talló ningún texto aclaratorio, o por no ofender a las morales de entonces o por no arriesgar el pellejo de los talladores o mecenas.
Lo cierto es que nada más terminar de esculpirla y de soplarle el polvillo de encima, esa rana era sólo un componente accesorio sometido a la importancia del escudo de los Reyes Católicos. Era el s. XVI, cuando la Universidad dejaba de depender de la Iglesia y se empezaba a secularizar. “Los Reyes para la Universidad y ésta para los Reyes” era el argumento vertebrador de este retablo de piedra, representado por los retratos en relieve de los católicos monarcas.
En algún momento de la historia se produjo con la rana una “fisión semántica”, término acuñado por algunos filósofos para referirse al hecho de la descontextualización de un símbolo que, siendo secundario, se carga de tanto significado, adrede o no, que acaba por desplazar a la idea principal. Y lo que antes era solo rana, pasó a ser todo.
Y fue casi seguro debido a la irrupción de la muchedumbre y las masas sociales en la historia y a las estampidas interpretativas que ésta suele provocar con comentarios repetitivos, historias inventadas pero curiosas, usos y costumbres orales. Por ejemplo, hoy en día, un maestro está explicando a sus alumnos que el éxito en los estudios los acompañará sólo si consiguen ver la rana, y al lado de estos, puede haber un guía de turismo instando a su grupo a encontrarla para poder regresar algún día a la ciudad. Solo palabras, pero repetidas, cargan de significado.
Luego, están las hipótesis del sapo y la muerte, referidas por lo general a tres conceptos. Al Apocalipsis, donde la destrucción del maligno se atribuye a tres seres con forma de sapo. Al Vanitas Vanitatis, o fugacidad de los tangible, es decir el sapo, animal que ronda las tumbas, lo putrefacto, el pecado y lo maligno, recuerda que hasta el rey es polvo y al polvo retornará.
Y, por último, a la Inquisición, siendo el sapo la encarnación del demonio, que se manifestaba en las brujas y sus aquelarres, en los cueles usaban supuestamente las mucosidades de la piel de este animal para entrar en trance. Múltiples herejes fueron quemados en la hoguera en Europa tras confesar el culto al sapo.
En fin, tratándose de la entrada de una universidad medieval, no está de más meter la doble escultura en el saco del Carpe Diem de los jóvenes, viendo que, hasta en el inicio del himno de los estudiantes de esa época, se hacía referencia a la muerte:
“Alegrémonos, pues,
mientras seamos jóvenes.
Alegrémonos, pues,
mientras seamos jóvenes.
Después de una juventud agradable,
después de una vejez problemática,
tenemos tierra,
tenemos tierra.”
Pero con estas últimas conjeturas, surge una banal duda: ¿es una rana o un sapo el de la fachada? Lo cierto es que podría tener más aspecto de rana, pero “No es lo malo que vean la rana, sino que no vean más que la rana” como se lamentó Unamuno en una ocasión.
Es decir, que no nos quedemos en los pocos centímetros cuadrados que ocupa este tándem simbólico, sino que veamos todo el panel de la portada como un conjunto de belleza suprema y de elevado significado humanístico, artístico y cultural.
Eso por fuera, que dentro, esta fachada guarda una conocidísima e impresionante biblioteca histórica, con todos esos incunables, todos esos escritos prohibidos por la Santa institución de la Cruz Verde, que hicieron de ésta uno de los foros culturales más importantes de la Europa medieval y moderna.