Entre puntadas, abalorios y telas, manos expertas de quienes hacen que cada hilo cobre sentido. Trajes que guardan tradición, haciendo de ellos un soporte para la memoria que, poco a poco, va quedando en el olvido. Pero, junto a los diseños, las técnicas. Mostacillas, oro, hilo contado o felpillas son solo algunas de las que los hermanos Sergio y José Antonio Martín Díez practican diariamente. Dos hombres que pudieron hacer de su afición su profesión, en un mundo donde el bordado queda, generalmente, reducido a las labores domésticas.
“Durante mucho tiempo el bordado se ha perdido, y al final, de una afición te vas intentando especializar, vas buscando otras técnicas antiguas”, señala Sergio, quien enfoca la importancia de su labor, además de la propia decoración de telas, a recuperar técnicas laboriosas que se han ido perdiendo con los años. Pero también trabajan en que no queden en el olvido, transmitiendo los descubrimientos que hallan en documentación, trajes y piezas antiguas.
Bajo el nombre de ‘Caireles’, José Antonio y Sergio trabajan en su taller en la indumentaria tradicional y los bordados, especializados en el traje regional salmantino. Unos de los pocos bordadores de la provincia que, además de realizar sus propias piezas, investigan y exponen las piezas que les hacen llegar los coleccionistas. Un estudio laborioso que, según matizan, queda lejos de la etnografía, y enfocan a la labor práctica. Y cuando la dominan, la transmiten a todos aquellos que quieren aprenderla. Muchas mujeres, señalan, recuerdan que “las hacían de niña”. “No solo enseñamos, también aprendemos de las alumnas”, indica José Antonio, el primero de los hermanos que comenzó en este mundo ayudando a su madre “por curiosidad”, y que ahora es profesor en el Instituto de las Identidades.
Ambos están convencidos en transmitir que la gente perciba el bordado como una práctica para todas las edades y vean que, en concreto, el popular salmantino, no es aplicable solo para trajes, sino que puede abrirse a un campo mayor. “En el último curso en Madrid de aplicación de mostacilla nadie iba con intención de hacerse un traje”, explica Sergio, profundizando en la diferencia de públicos que se encuentran cuando salen de la provincia. “Nosotros llevamos unos años empeñados en que se conozca, se sepa, que no se quede muerto ni en piezas antiguas, ni solo en una determinada forma de hacerlo”, matiza. Y esta idea es la que exportan.
Además, insiste en la riqueza patrimonial que posee la tierra charra. “En Salamanca tenemos trajes a barullo. Somos una de las provincias más ricas que hay en indumentaria tradicional, y muchos no se conocen. Muchas son técnicas de unas a otras, otros hay que recuperarlos, y no podemos quedarnos solo con el traje de charra, de oro y de serrana”, afirma Sergio, mientras llega a contar hasta 13 técnicas diferentes, de las que la gente solo demanda dos.
Entre sus proyectos destacan uno que emprenderán en las próximas semanas. De la mano de Diputación provincial recorrerán por segundo verano consecutivo 18 pueblos charros con el programa ‘Bordados al fresco’. En él, enseñan un dibujo sencillo para decorar una totebag, en una actividad “muy sencilla para reunir a la gente que quiera, recordando a los corrillos de costura”. Con ella esperan acercarse a un público más joven, aunque explican con pena que suele ser gente que no reside habitualmente en estos pueblos.
Además de su intención, el público también varía dependiendo de las zonas. “En Mallorca hemos visto otra idea distinta. Ya no solo por hacerlo, sino por valorarlo”, afirma Sergio. Y señala, además, que en Castilla y León no se atreven a decir el precio de sus trabajos por la reacción de los clientes. “En Salamanca somos muy nuestros, y pasa tanto con el bordado como con el baile”, continúa. “A la gente joven le dices de aprender una charrada y dicen que es de viejas”, pero se alegra de que grupos como Tanxugueiras defiendan el folclore de su tierra.
Romper barreras
José Antonio y Sergio son dos hombres en un mundo de mujeres. Una característica que resulta paradójica, pero que sigue existiendo. “Nosotros hemos tenido que romper muchas barreras. Todavía sorprendemos a la gente, que cree que una mujer borda por nosotros”, muestra Sergio, y añade que aún es necesario explicarlo después de diez años en el oficio.
Su hermano profundiza en la cuestión, que extraña sobre todo a la gente mayor, colectivo con mayor protagonismo en la temática. “Aquí estamos nosotros rompiendo esa barrera, y no pasa nada”, señala contundente. “Mis manos son como las tuyas, unos tendrán más habilidad y otros tendrán menos, pero ¿qué problema hay? Ninguno”, concluye. Además, José Antonio explica que, en los siglos pasados, profesionalmente hablando, quien podía estar al frente del taller era un hombre, y que, aunque en la actualidad se mantiene todavía esa tendencia, poco a poco se está rompiendo. Con todo, continúan con su trabajo por conocer, preservar y transmitir lo que para ellos es una forma más de patrimonio en la comunidad.
Bordado popular salmantino
La iconografía oriental, los colores llamativos sobre fondos blancos y las figuras de leones, pájaros o dragones son elementos que comúnmente se asocian con el bordado serrano. Pero desde ‘Caireles’ procuran evitar ese nombre, defendiendo los indicios que señalan que no es exclusivo de la zona. “Es un nombre que se le ha dado porque es donde más se ha conservado y digamos que desde unos años más adelante es la zona donde se hizo más conocido”, explican, a lo que suman que en zonas como La Armuña se encuentran diseños muy similares, con técnicas como aplicación de tela, deshilados, vainicas y una iconografía final muy parecida.
Por ello, utilizan el nombre de bordado popular salmantino. Una denominación que también, según matizan, causó discusión con las instituciones cuando fue declarado Bien de Interés Cultural en Castilla y León. Finalmente, reconocen que se denominó como ‘Bordado popular salmantino en la sierra de Francia’, y con esta determinación esperan que se llegue a más sitios y una mayor involucración de la Junta en el tema.
Compromiso en forma de patrocinios y apoyo al bordado, que los artesanos echan en falta comparándose con otras comunidades como Castilla La-Mancha, Galicia, Cataluña o Canarias, donde promocionan este patrimonio cultural. Mientras, según señalan, en Castilla y León el departamento de artesanía se sitúa junto a Comercio e Industria, algo que dificulta el trabajo en apoyar a este sector.
“Francia tiene un Ministerio de Artesanía. Aquí es impensable, estamos a años luz. Y en Castilla y León Más”, narra José Antonio, considerando que en “Salamanca cuando hablas de patrimonio es piedra”. Con pena, considera su oficio como una labor que no es prioritaria, y sobre la que no les es posible crear ni un museo ni una exposición de indumentaria en la ciudad. “Realmente no tiene valor, está en las arcas de la gente mayor. Unas cuantas se ponen sus trajes en la ofrenda floral a la Virgen de la Vega, queda muy bonito y espectacular, pero se queda en eso”, lamenta. Mientras, sus manos y las de su hermano siguen recogiendo labores, conocimientos y arte para crear bordados de un patrimonio que no quedará en el olvido.