Un oficio tan tradicional durante siglos que se ha desarrollado en el mundo rural y aún subsiste en Salamanca, los cencerros, merece ser rescatado del olvido. Esta labor artesana se incluye dentro de los trabajos metálicos que se mantienen aún, como herreros, herradores, cerrajeros, caldereros, plateros, romaneros y cencerreros, entre otros.
El cencerro es un elemento identificador del ganado –y, a veces, de perros y otros animales– que sirve, además, de sistema de guía. Su uso, sancionado como obligatorio en ocasiones, ha ido asociado a determinados tipos de animales. Así, los carneros que guían a los rebaños trashumantes llevaban cencerros de gran tamaño. Su sonido era fundamental, pudiendo pedirse al cencerrero que fabricase todos los del rebaño igual, o diferentes. El reconocimiento del sonido era algo claro para todos los vecinos, como también lo son los que llevan los mansos para guiar al ganado bravo en dehesas, encierros o plazas de toros.
Antiguamente, en la provincia salmantina existieron importantes y abundantes fraguas, como también en el resto de pueblos de Castilla y León y, por extensión, en España y Portugal, así como talleres de cencerreros que, desgraciadamente, se han ido extinguiendo a lo largo del siglo XX. Solamente decir que muy raro era el pueblo que no tenía al menos una fragua, por ejemplo, mi pueblo -Villarino de los Aires- tenía tres cuando yo era niño, que ya es decir. Pero ahora, por desgracia, este oficio queda relegado a la comarca de Ciudad Rodrigo.
El porqué de que tan sólo sea Ciudad Rodrigo -que conozcamos- el lugar donde quedan relegados los cencerreros puede tener su explicación para atender la demanda de las diversas ganaderías que existen en la comarca, así como de movimiento de personas y animales, ya que Miróbriga era lugar de paso de veredas y cañadas y ciudad limítrofe a Portugal, gran consumidor de cencerros. Además, la gran cantidad de ganado, sobre todo ovino, existente en Castilla, hizo posible que un oficio surgiera como especialización dentro del mundo de los metales, los cencerreros.
Cencerrería, a salto entre la fundición y la calderería
Comenzaremos explicando que el antañón oficio de la cencerrería es un oficio a salto entre la calderería y la fundición, ya que participa de procesos de estas dos actividades, teniendo su origen en la necesidad de diferenciar una señal sonora. Estas señales acústicas se utilizaban para localizar o conducir los ganados o acompasar la andadura de los tiros de carro, entre otras funciones menores, como podría ser la caza, el uso en mansos o cabestros, o también, muy peculiar para realizar las cencerradas, de tamaña algarabía y vergüenza para el/la afectado/a, con ese sonido destemplado que más que armonía producía estruendo.
En la actualidad, perduran las cualidades de los usos tradicionales, cada vez en menor medida, ya que parte de los animales tienden a desaparecer al sustituirse sus tareas por máquinas –tractores- o, el pastoreo o crianza de los mismos, ha variado totalmente. Al existir pocos cencerreros en España, el trabajo de estos talleres se reparte por canales comerciales más extensos, siendo así, que los cencerros mirobrigenses se envían a las zonas cantábricas, Portugal, Galicia, centro, Pirineos, e incluso, a Francia y Suiza; acaso, por el tirón o noticias de emigrantes.
“Esquilones de plata
collar de tejo
llevan los de La Rad
para Linejo”
Los cencerros, en realidad, además de la pieza metálica, se componen de la embadajadera, el badajo, el collar o collera que sujeta el cencerro al animal que lo porta, y el pasador o clavilla para cerrar el collar.
Pero, al margen del sentido que se le imprimía en las tareas agrícolas y ganaderas, los cencerreros y su producto, los cencerros, tenían otras utilidades diversas y distintas y motivo de estudio que no es objeto de este artículo, sino que pasamos a describirlas muy ligeramente, dejando para otros estudiosos ese mundo tan especial de la cencerrería.
De la fiesta a la cencerrada
Existen muchas costumbres en los pueblos relacionadas con el ciclo vital del hombre. Por tanto, existen dos utilizaciones del cencerro, una para las fiestas y otra en sentido negativo de sorna.
Festivamente, conviene destacar su uso en las bodas, ya que en muchos pueblos salmantinos, como por ejemplo Morille, se acostumbraba al salir los novios de la iglesia, pasearles por las calles en un mulo o burro engalanado con cintas y esquilas. En la noche de bodas, en todo el Campo Charro sobre todo, se buscaba a los novios para no dejarles dormir juntos. Si localizaban la alcoba donde yacían, les llenaban la parte inferior de la cama con cencerros y cascabeles para que sonaran al menor movimiento, aunque ahora también se hace con latas o útiles estridentes en la parte trasera de los coches.
En el adulterio u otras actividades consideras raras en el matrimonio, cuando la comunidad local se daba cuenta del escándalo era normal, entre otras costumbres, la práctica de las cencerradas. La temida cencerrada fue muy extendida hasta la mitad del siglo XX en la mayoría de los pueblos salmantinos, a pesar de las prohibiciones que hacía la iglesia y la autoridad civil, y consistía en una ronda burlesca corrida por los solteros del lugar, a base de cencerros, esquilas y otros útiles sonoros como tapaderas, durante la noche. El motivo de la sorna era variado: segundas nupcias de viudos, casamientos desiguales de edad, irregularidades de la vida matrimonial, etc. ¿Quién no recuerda alguna cencerrada en su pueblo con el escarnio que ello conllevaba?
Finalmente, los cencerros en las fiestas. Debido a la variedad de festejos y tradiciones que incorporan la utilización de cencerros y esquilas dentro de su parafernalia hablamos del Carnaval, considerado como período de grandes ruidos y alborotos con instrumentos, y en el que suelen abundar máscaras con esquilones y cencerros. Era usual durante este tiempo atar cencerrillos a las colas de los gatos y perros para aumentar la confusión.
Sea como fuere, ahí queda el dicho de 'estar como un cencerro' y que cada cual lo aplique como mejor convenga porque, dicen, que para gustos no hay disputas.