Teresa de Jesús da juego, con el debido respeto, para todo acto cultural. Su aura es tan grande que nunca pasa desapercibida. En esta ocasión, y como previo de las fiestas en su honor como patrona de Alba de Tormes, y para celebrar el centenario de su nombramiento como doctora 'honoris causa' por la Universidad de Salamanca, el Ayuntamiento de la Villa Ducal recuerda dicha fecha con la recreación de la visita del rey Alfonso XIII a la villa para imponer el birrete y la pluma a la imagen de la Santa.
Este evento, que ha contado con la participación de decenas de albenses ataviados con traje de época, recordando aquellos años 20. Como escribió Guillermo Altares, "los años veinte fueron un momento crucial en la lucha por la libertad en Europa y, a la vez, su mayor derrota. Se alzan como un tiempo de grandes esperanzas —y grandes juergas—, la época en que la humanidad creía haber aprendido la lección de la destrucción total de la I Guerra Mundial y avanzaba hacia el futuro de la mano de la tecnología, confiando en que la sociedad sería capaz de dejar atrás la violencia. Nunca los sueños fueron tan grandes y las utopías fueron tan peligrosas".
La escenificación, que contó también con charras y charros quienes al son del tamboril, bailaron para el rey, recreó los momentos más significativos del viaje: la llegada de los reyes con la comitiva real, la escolta a caballo, la imposición del birrete y la pluma a la Santa y el paseo por las calles de la villa. Para la ocasión se contó con un coche de la marca Hispano Suiza, un vehículo de colección de la época.
Interesante fueron también el magistral concierto de la Banda de Música de Alba de Tormes, al frente de la misma el maestro Mario Vercher, y la representación teatral de la concesión del nombramiento como doctora 'honoris causa' por el claustro universitario. Buena interpretación que puso al día el papel de Miguel de Unamuno, a la sazón rector por aquel entonces y que, a pesar de votar y defender este nombramiento como doctora de las letras, no asistió a los actos con el rey Alfonso XIII.
Una historia reciente pero que se pierde en las brumas del tiempo
Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia visitaron Alba de Tormes para imponerle a la imagen de la Santa sus insignias doctorales, el birrete y una pluma. Así lo narraba el diario monárquico ABC, en una crónica fechada en Salamanca: "El monarca, en uno de los momentos en que le dejó libre la infinidad de actos a los que tuvo que asistir, conversó largo rato con el alcalde, expresándole su gratitud por el recibimiento que le había otorgado Salamanca, felicitándole por la organización de los festejos y añadiendo: He de volver a Salamanca, pero de incógnito, para conocer desde cerca sus necesidades y, de paso, descansar unos días en el campo. Nada me habéis pedido y es costumbre de otras capitales solicitar algo cuando los Reyes las visitan. Pero conozco bien los dos principales problemas que Salamanca anhela resolver, y que son el ferrocarril de Peñaranda a Ávila y la solución del expediente de los saltos del Duero. Ambas cosas serán objeto de rápida tramitación, especialmente la del ferrocarril, que ya debía estar terminado".
La comitiva real fue recibida por el alcalde de Alba de Tormes, Antonio García, y numerosas autoridades, además de "millares de almas de los pueblos cercanos que se habían trasladado a Alba para conocer a los Soberanos". Desde allí, se dirigieron a pie a la basílica de Santa Teresa.
Siguiendo el hilo de ABC: "Comenzó el acto levantándose los Soberanos y dirigiéndose a la imagen de Santa Teresa, llevada allí para este acto, la Reina tomó el birrete, magnífica joya regalo de las damas españolas, y se lo impuso a Santa Teresa; seguidamente el Rey colocó en la mano derecha de la Santa la pluma de oro que él le regalaba y besó la mano de la efigie. El público se dio cuenta de este beso de fe, prorrumpió en aclamaciones, vivas a los Reyes, a la Santa, a España y al Ejército. El momento fue sublime. Una lugareña dijo, cuando el silencio comenzaba a hacerse: ¡Viva el rey valiente!".
La jornada concluyó con un banquete real en el Hostal América y que entonces era una hospedería mandada construir por el padre Cámara para las peregrinaciones. Como también el viajero concluye la jornada en Alba de Tormes degustando un excelente menú, no sabemos si carmelitano, en Casa El Vive, porque el hambre llamó a nuestra puerta.