Ciudad Rodrigo o el pueblo de Salamanca amurallado en forma de estrella, que la separa de los arrabales, pegados a la muralla. La ciudad, en su casco antiguo, cuenta con una particularidad, y es que está protegido por potentes murallas que dibujan un singular recinto estrellado para tener una mayor posibilidad de defensa en aquellos años de guerras e invasiones.
El laberinto de piedras, a 90 kilómetros de la capital salmantina, y a escasos 30 de la frontera, está protegido por potentes murallas que dibujan un singular recinto estrellado.
A lo largo de su historia, Ciudad Rodrigo ha sido el escenario del enfrentamiento de civilizaciones, en los primeros tiempos, y pueblos en las épocas más modernas. Todo ello dejó en el tiempo un rastro medieval formado por ciudades y pueblos fortificados, dejando como reliquia arquitectónica para nuestros tiempos las grandiosas ciudades amuralladas de España como Ávila, Córdoba, Trujillo, Lugo y Ciudad Rodrigo. Y, también, en el otro lado de la raya, la vecina Almeida, con quien Miróbriga comparte promoción y asociación de ciudades amuralladas de frontera.
En su mayor parte, estas ciudades fortificadas, como es el caso de la vieja Miróbriga, tuvieron su origen en el trabajo de los romanos, que quisieron imponerse así a los pueblos autóctonos de la península Ibérica. Luego llegarían los visigodos y los árabes, que aprovecharon esas piedras para ampliar los mismos recintos amurallados. De esta manera, fue como en la Edad Media se consolidaron las localidades amuralladas que han llegado hasta nuestros días.
Parar el tiempo para comprender la historia
Ver las murallas, caminar por ellas, es parar el tiempo para volverlo hacia atrás. Es que la muralla mirobrigense de la España medieval está considera como una de las de más encantos. Por ello, y junto a otro conjunto de edificios civiles y religiosos, como su Catedral, Ciudad Rodrigo fue declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1944 debido a ese importantísimo legado monumental.
Las murallas comenzaron a ser construidas por Fernando II de León en el siglo XII, teniendo una longitud de 2.200 metros y alcanzando los 13 m de altura en algunos lugares, y flanqueadas por cinco torreones, que consta de dos líneas que forman un cinturón de forma ovalada alrededor de la ciudad. En el siglo XVIII se construyeron los baluartes exteriores en forma de dientes de sierra. Actualmente conserva cinco puertas: la del Sol, la del Conde, la de Amayuelas, la de Santiago y la de Sancti Spíritus.
Aunque todavía quedan restos de la primitiva muralla del siglo XII, lo que se contempla hoy día fue construido casi todo durante la reforma del siglo XVIII. No obstante, estos restos de la muralla medieval se conservan prácticamente intactos, con sus fosos, cañoneras, y algunos de sus cañones.
Merece reseñar lo acontecido durante la Guerra de la Independencia contra las tropas de Napoleón. El 7 de junio de 1810, la ciudad fue cercada por el ejército francés. En ella se refugiaron 6.000 hombres que, después de resistir a las tropas francesas con heroísmo, tuvieron que capitular el 10 de julio de 1810 ante los 50.000 hombres del mariscal Massena. Incluso se pueden apreciar todavía los impactos que provocó la artillería francesa en la torre de la catedral y en algunos otros edificios.
La muralla está acondicionada para dar un cómodo paseo por ella durante el cual se pueden contemplar vistas de la ciudad; se comienza en las cercanías del Castillo de Enrique II de Trastámara y junto al Verraco, donde debió asentarse un castro prerromano, y se continúa por todo el paseo por el adarve o ronda de la muralla. Sin lugar a dudas, que esta ciudad levantada dentro de una estrella amurallada bien vale una visita.