El buen tiempo acompañó a la Hermandad del Cristo del Amor y de la Paz un Jueves Santo más para protagonizar uno de los momentos más icónicos de la Semana Santa salmantina. Con la cruz de madera al hombro, iluminados por la luz de los faroles, los penitentes atravesaron el río Tormes por el Puente Romano dejando una de las estampas más características de la Pasión en la ciudad al son del atardecer.
Daban las 20.30 horas cuando las puertas de la Iglesia Nueva del Arrabal se abrían, para dejar paso a la procesión, conducida por las imágenes del Cristo del Amor y de la Paz, obra anónima del siglo XVII, y de María Nuestra Señora, tallada en 1987 por Hipólito Pérez Calvo y que es portada exclusivamente por mujeres.
Sin la preocupación de tener que mirar al cielo, la marcha se dirigió hacia la ciudad antigua por la Puerta del Río, enfilando su recorrido por la empinada y estrecha cuesta de Tentenecio, donde se vive otro de los momentos más emotivos del Jueves Santo, hasta llegar a la Catedral. Las calles del centro antiguo de la capital charra acogerán después, bajo su piedra dorada, la penitencia que regresaría a su iglesia.
Los cofrades, ataviados con su tradicional hábito blanco con capucha y el rostro descubierto, ceñido a la cintura con soga de esparto y con el emblema de la hermandad en el que se representa una cruz, y dos ramas de olivo en plata como medalla, marcaron la solemnidad y el recogimiento que caracteriza a esta procesión icónica de la Semana Santa salmantina.