Un día antes de su fallecimiento, Carlos Saura estrenó en las salas de cine españolas su documental ‘Las paredes hablan’. La última obra del cineasta llevó el arte a la gran pantalla, mediante un viaje personal en el que conjugó presente y pasado para entender el porqué del trabajo de los artistas. Los alumnos de la Facultad de Bellas Artes de Salamanca hicieron suyo este legado, y gracias a los cines Van Dyck de la capital, han llevado a cabo durante el mes de marzo un mural en forma de homenaje al director zaragozano en el que reflexionan sobre la cinta y las joyas culturales que dejó.
La iniciativa surgió de la colaboración entre varios profesores de la Facultad, Juan Sebastián González, Javier Tamames y Carmen González, y el propietario de las salas salmantinas, Juan Heras. Tras el ofrecimiento de este último a los alumnos para que acudieran a conocer la obra de Saura, desde la escuela pensaron que lo justo sería que ofrecieran algo a cambio. “Y qué más adecuado que dejar hablar a las paredes del cine”, relata Tamames en una charla junto a varios de los participantes en la pintura con Ical.
Y las paredes de Van Dcyk también hablaron. Eso sí, no las originales, pues la obra se ha realizado sobre unos paneles que se encuentran expuestos en la Sala Joven de la capital charra, y que han servido de lienzo para los futuros artistas que han podido vivir una de sus primeras experiencias colectivas en la pintura. Además de conocer en profundidad a una de las figuras claves de la historia del cine español. “En estos paneles hemos querido reflejar su trayectoria, los muchos años de experiencia y todo lo que ha influenciado en el cine”, explica Nayara, una de las estudiantes que ha participado en la confección del mural, en el que a través del pincel también han “intentado exponer sus películas, dar nuestro enfoque de cómo hemos visto ese documental y cómo hemos conocido su obra”.
“Saura ha aportado un enfoque diferente, suyo propio, como hacemos los artistas, que damos una visión diferente a las cosas. Y Saura hace un cine que se sale de lo convencional, que por sí era arte”, reconoce Sergio, otro de los alumnos, que también afirma haber comenzado a indagar en alguna de sus obras “más notables” para poder reflejarla en el mural, como ‘Cría cuervos’. Por su parte, su compañera Andrea relata que su intención ha sido intentar atraer al público general al cine, incluyendo elementos clásicos y modernos, del documental y del espectro cinematográfico en general.
Más allá de una actividad didáctica, el docente Juan Sebastián González recalca que su importancia también recae en la interacción de los espectadores y los jóvenes, para quienes ha sido su primera experiencia, “no siempre de forma positiva”, en la que han podido conocer la opinión directa del espectador. Y también han podido saber lo que supone realizar una obra conjunta, aunque sea dentro de un espacio público, de la manera de trabajar de artistas callejeros, en la que la firma se respeta dependiendo de lo que hay debajo.
Paredes vivas
“Esa pared que está viva y en la que nadie se apropia de nada, cualquier persona puede llegar y contar una historia o un discurso a través de la expresión artística en este caso”, explica González. Porque, en la calle, los muros son paredes que se convierten en lienzo compartido. Pero la clave se encuentra en no “pisar”, sino “incorporar”, siempre, desde el respeto. Los jóvenes han podido encontrar así “una especie de disputa, en la que cada uno hacía lo suyo y se sentía muy artista, pero en un espacio en el que otros compañeros podían intervenir encima”, señala el docente. Algo que muestra Saura en el documental, desde la época de las cavernas hasta la actualidad con los grafiteros. Pero, ¿dónde se encuentra el límite?
Sergio parece tenerlo claro. “Eso lo ve la propia persona que lo realiza”, asegura. “Cada uno tenemos una visión diferente, hemos empezado sobre un soporte en blanco, y muchas veces tienes que enfrentarte a ese temor, pero cuando ya ves algo detrás lo miras diferente”, relata sobre una obra que tardaron alrededor de una semana en realidad y que ahora considera un “collage” que “ha ido nutriéndose por partes iguales hasta hacer que todo fuera más fusionado en una obra más general”.
Por su parte, su colega Nayara reconoce haberle costado asimilar, en un principio, que alguien pudiera modificar su obra, ya que “es tu trabajo, ya lo dabas por terminado, y que venga alguien y lo haga por encima al principio cuesta”. No obstante, con el paso de los días y gracias a poder aislarse para contemplarlo en su conjunto, afirma que la diferencia entre formas de pensar y actuar ha conseguido nutrir esta obra. “Somos un colectivo que refleja lo que siente respecto a Saura, respecto al cine, y que al final es el resultado que se ve, somos diferentes personas y diferentes formas de ver”, matiza.
Colectividad en el espacio artístico. Juan Sebastián González destaca esta característica como aspecto clave a destacar, mediante la que han podido encontrar “no solo conocer a Carlos Saura, sino venir al cine”. Un espacio que les ha hecho de primera sala de exposiciones para trabajar el caos desde un orden y que la ciudad vea que existen los estudiantes de Bellas Artes, gente joven que piensa por sí misma y capaces de trabajar de una manera ordenada.
Cine y jóvenes
El propietario de los cines Van Dyck, Juan Heras, relata cómo los espectadores reciben el mural mediante “una sorpresa en positivo”. Cómo la sala se ha convertido en un espacio artístico, con una incorporación que no es habitual, “en la que no hay que ponerse de etiqueta para ir como cuando vas a un museo, sino que vienes a un espacio abierto y te encuentras con ello”. “Ese es el paso más importante. Es una ventana abierta como es la ventana del cine. Y gusta mucho”, afirma.
Los docentes se muestran también contentos de que los jóvenes vuelvan a las salas. Algo que Andrea considera que estos estudiantes nunca han perdido, pero qué más personas de su generación lo han hecho. Así, la alumna considera que es fundamental “no perder esa cultura” y que procurará inculcarlo a sus hijos si algún día llega a ser madre. “Como Spielberg”, le dice su profesor, Javier Tamames.
Además de un lugar donde poder elegir lo que ves, más allá del negocio mercantil de las plataformas, las puertas del cine se han abierto para estos chicos y chicas como un espacio donde tener cabida en sus primeras experiencias profesionales. Y una manera de hacer cultura como “el embrión de la película”. Así lo explica Heras: “una película son 24 imágenes repetidas, entonces ellos hacen una imagen, pero si se repite 24 veces ya está el cine”.
Una película en forma de arte para homenajear a un cineasta. Su “granito de arena” hacia la visibilización del arte y la cultura. Un trabajo de clase en el que han confluido multitud de aspectos enriquecedores para estos futuros artistas y que abre sus puertas a una sociedad, amante del cine, para conocer más a fondo el trabajo que se nutre en las aulas salmantinas.