Las empinadas escaleras de la Parroquia de Jesús Obrero en el barrio salmantino de Pizarrales aguardaban, bajo un sol de primavera que picaba sobre la piel de los cientos de vecinos congregados a sus puertas, el toque de campana de las cinco de la tarde. Protagonistas, uno año más, de uno de los momentos más emocionantes de la Semana Santa de Salamanca, cuando la Hermandad del Silencio comienza su procesión en un barrio volcado con ellos.
Este año, la penitencia contó con la presencia del presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, y el alcalde de Salamanca, Carlos García Carbayo, quienes presenciaron la salida de los pasos desde la entrada de la iglesia.
Una vez que se abrieron las puertas del templo, con puntualidad inglesa, los primeros en salir fueron los niños y niñas de la cofradía portando a hombros el paso de la Palabra, acompañados por los más pequeños que portaban una corona de espinas roja sobre un paño blanco. Tras ellos, el momento más esperado.
El Cristo de la Vela, obra anónima de 1920 y que este año estrenó andas, comenzó a descender los 15 empinados escalones ante la emoción y la expectación de todos los allí presente. E inmediatamente después, llegó el turno de la Nuestra Señora del Silencio, paso portado a hombros por las mujeres, y obra de Enrique Orejudo datada en 1990.
Después del último escalón, el público rompió en aplausos a ritmo de las bandas de música Tomás Bretón y Virgen de la Vega, y la procesión encaminó su recorrido hasta la Plaza Mayor. Los nazarenos, vestidos con túnica negra y un escapulario bordado con el emblema de la Hermandad, iniciaron el camino más largo de las procesiones de la capital del Tormes, con la peculiaridad de no pasar por la Catedral, para volver de nuevo hasta la Parroquia de Jesús Obrero de Pizarrales.