Si acotamos la información, podemos adelantar que el Torreón del Deán es única torre de la muralla que se conserva y que fue erigida para la defensa de la frontera oriental del Reino de León en el municipo salmantino de Cantalapiedra. Es una construcción de sillarejo con refuerzos de ladrillo en las esquinas y, en cuyo interior, se vivieron muchas intrigas palaciegas que, a la postre, fueron decisivar para el devenir de la España moderna.
Las tierras de lo que hoy es la provincia de Salamanca, como zona fronteriza con Portugal y el sur de la Península durante el avance hacia posiciones árabes, estuvo repleta de castillos, fuertes y torreones, gozando cientos de años de localidades amuralladas que nada tenían que envidiar a las grandes capitales. Sin embargo, el apoyo a un bando u otro tenía su precio para el perdedor: la destrucción. Un ejemplo de ello lo encontramos en Cantalapiedra, testigo mudo de la historia.
Cantalapiedra es fruto de la evolución de su nombre a lo largo de la Edad Media. Así, si en el año 1136 se documenta la villa como 'Campum de Petra' y en el 1167 como 'Campo Petre', en 1251 se constata ya la evolución del topónimo a Candelapiedra, documentándose la denominación actual de Cantalapiedra en el año 1265, ya hasta la actualidad.
Castilla y León no estuvieron siempre unidas. La enemistad entre ambos afectó de lleno a la provincia charra, cuya zona este quedada literalmente partida por una frontera junto al límite natural que supone el río Tormes. Como plaza fuerte opuesta a Madrigal y Medina, la villa de Cantalapiedra ocupó en la Edad Media singular posición. Tal era su importancia concejil que tenía su propio Fuero, conocido como 'Fuero de Campopetre'. Incluso durante el siglo XIII fue Cámara Episcopal y en 1422, don Sancho de Castilla, obispo de Salamanca, trasladó hasta allí la sede episcopal, haciendo Catedral a la iglesia parroquial de Santa María del Castillo.
El nombre del templo se debe a su conexión con el castillo de la villa, en el mismo centro de Cantalapiedra, al que estaba adosado por su costado sur. Así se erigía en epicentro de este concejo amurallado con comunicaciones subterráneas que hacían posible su intercomunicación secreta entre cada una de las entradas de la villa y los edificios religiosos. Con motivo de esta relevancia estratégica para los reinos de León y Castilla, surge en torno al siglo XIII la fortaleza de un típico pueblo sobre los surcos de Castilla la Vieja, en medio de la interminable llanura de fecundas parcelas de trigo.
Pero las luchas por el poder no podían dejar indiferente a tan señalada villa, máxime con gran implicación real, pues en 1400 Enrique III celebró allí las Cortes Generales. Así se pudo comprobar en una de esas historias que marcan para siempre devenir de un pueblo, como fue el apoyo de esta plaza a Juana la Beltraneja durante su disputa contra Isabel la Católica por el trono de Castilla.
Guerra de España y Portugal
Muerto Enrique IV, casi toda la nobleza apoyó la causa de Isabel, pues suponía la alianza de las coronas de Castilla y Aragón. Pero algunas familias nobiliarias con gran peso abrazaron la causa de Juana, entre ellas la regidora de Cantalapiedra. El monarca portugués Alfonso V pasó la frontera con 1.600 peones y 5.000 caballos, avanzando por Extremadura para hacerse con la cercana localidad de Toro, pero Fernando e Isabel hicieron preparativos para reunir a 4.000 hombres de armas, 8.000 jinetes y 30.000 peones.
El rey portugués, marido de La Beltraneja, lanzó desde esta plaza diversas misiones de hostigamiento hacia localidades como Medina del Campo o Madrigal de las Altas Torres, posicionadas en el bando isabelino El conflicto interno en Cantalapiedra no quedó al margen, pues sus vecinos se sublevaron a su señor, haciéndose con el castillo y forzando la salida del alcaide, al que acompañaron también los soldados del castillo partidarios de Isabel la Católica. La villa se convirtió entonces en bastión para Alfonso V de Portugal como punto de apoyo a Toro y demás fortalezas que poseía en la línea del Duero.
Fernando el Católico recuperaba Toro en 1476, mientras los caudillos de su esposa Isabel ganaban las villas y sus respectivas fortalezas de los magnates valedores de Juana la Beltraneja, entre ellas Cantalapiedra. Aunque no fue fácil para los Reyes Católicos hacerse con esta villa. Fruto de esta resistencia y del apoyo a la Beltraneja, los Reyes Católicos castigaron a la villa mandando derribar su castillo y murallas, cegar las cavas y otras defensas.
Sólo quedó en pie una maltrecha Torre del Deán como recuerdo de la imponente muralla que rodeó a Cantalapiedra y del castillo adosado a la iglesia. Junto al templo se conservaban sus ruinas hasta inicios del siglo XX. Hace casi veinticinco años se vieron los cimientos del antiguo castillo.