La ciudad de Salamanca ha vuelto a honrar en la mañana de hoy, como viene siendo tradicional, la memoria del maestro Julio Robles en el 23º aniversario de su muerte. El que fuera, uno de los salmantinos no natos junto al gran Miguel de Unamuno, más queridos por el pueblo charro.
El acto, organizado por La Federación de Peñas Taurinas “Helmántica”, la Diputación de Salamanca, el Ayuntamiento y la Junta de Castilla y León estaba presidido por el alcalde de la ciudad, Carlos García Carbayo que colocó un ramo de flores en la estatua del matador en los aledaños de su querida “Glorieta” junto a una de las hermanas del torero. Después de un ceremonioso y sentido responso del capellán de la Plaza de Toros don Constantino Cascón.
Con el sonido de su propio pasodoble, interpretado por la banda municipal, la leyenda de la tauromaquia salmantina, Santiago Martín “El Viti" hizo su entrada con el aplauso y admiración del centenar de personas allí presentes, colocando también su ramo de flores junto al presidente de la Diputación, Javier Iglesias. Otro de los ramos de flores fue colocado por el presidente de la Federación de Peñas “Helmántica”, Luciano Sánchez, en el que probablemente sea su último año en el cargo.
Como invitado especial de este año estuvo el divulgador y crítico taurino, Domingo Delgado de la Cámara -quién colgara el “no hay billetes” en la Sala de la Palabra del Teatro Liceo de Salamanca la tarde de ayer en una conferencia sobre el torero “Julio Robles, torero de Madrid”- que pronunció un discurso en recuerdo del matador y del ‘trío de ases de la tauromaquia salmantina’ en referencia a los matadores S.M. “El Viti”, “El niño de la Capea” y el propio Julio Robles. Recordando además que bebió de la tauromaquia del Viti y de la de Manolete, situando a ambos como manantiales del toreo y estética que practicó Julio Robles, instando a las nuevas generaciones de novilleros a retornar a aquellos niveles de los años 80 en Salamanca.
El matador de toros nació en Fontiveros, provincia de Ávila un 4 de diciembre de 1951 y rápidamente asentado y criado en La Fuente de San Esteban (Salamanca), “la fuente de los toreros” que dicen algunos. Debutó de luces en Villavieja de Yeltes el 28 de agosto de 1968.
Su carrera estuvo muy ligada a la Cataluña taurina, debutando con picadores el 10 de mayo de 1970 en la Plaza de Toros de Lérida y tomando la alternativa con Diego Puerta como padrino y Paco Camino como testigo en la Monumental de Barcelona un 9 de julio -tenía que ser julio- de 1972 con el toro “Clarinero” de la ganadería de Juan María Pérez Tabernero.
Tuvo una carrera triunfal, repleta de éxitos, con una estética del toreo clásica y a la vez, transformadora, poniendo la feria de Salamanca por todo lo alto, probablemente la ciudad tendría uno de los abonos más cotizados del panorama nacional por la rivalidad generada entre dos figuras emergentes como fueran él y Pedro Gutiérrez Moya “El Niño de la Capea” y la figura vieja, pero consolidada y profundamente atractiva como era su majestad, Santiago Martín “El Viti”. La feria Virgen de la Vega cogió más importancia que nunca.
El 13 de agosto de 1990 en la francesa plaza de Béziers el toro “Timador”, un burraco herrado con el 123 y con 545 kg de peso de la ganadería de Cayetano Muñoz dejó a Julio Robles en silla de ruedas con la enfermedad de tetraplejia.
El torero recibió el cariño de todo el mundo del toro, de todos sus paisanos, desde la visita en el hospital del torero francés Nimeño II -recientemente recuperado de un proceso similar y que más tarde se quitaría la vida-, fundando a través de diferentes donaciones su propia ganadería, “La Glorieta”; en honor a la Plaza de Toros de Salamanca e incluso volviendo a torear una becerra desde la silla de ruedas en casa de Enrique Ponce; como él mismo confesó en una entrevista al periodista Manolo Molés.
Desgraciadamente, el torero falleció a los 49 años de edad en el Hospital General de la Santísima Trinidad de Salamanca un 14 de enero del año 2001 por un cuadro de perforación de colon y peritonitis aguda.
El acto finalizó con la música de la banda municipal, el aplauso del respetable y las inesperadas gotas de lluvia que casi con toda seguridad fueran las lágrimas frías del maestro Robles desde el cielo de Salamanca.