Salamanca es una de las ciudades más antiguas de la Península Ibérica y, por lo tanto, de Europa. Según los historiadores se origina hace 2.600 o 2.700 años. Por ella han pasado casi todos los pueblos que conformaron la identidad ibérica. Y, por tanto, tampoco quedó al margen de la revuelta de las comunidades castellanas contra el rey Carlos I de España y V de Alemania, hasta su final, el 23 de abril de 1521, con la decapitación de Padilla, Bravo y el salmantino Maldonado.
El siglo XV comienza con malas cosechas, hambres y epidemias. Los precios suben de manera exponencial. Ante esta crisis salta por los aires el equilibrio que los Reyes Católicos habían logrado mantener entre las diversas regiones del reino. La parte central, en torno a Toledo y Valladolid, se encuentra muy afectada: los talleres y comercios de Zamora, Segovia, Salamanca, Toledo y Cuenca encuentran serias dificultades y comienzan sus quejas sobre los monopolios. La situación política no es menos, caracterizada por una serie de problemas sucesorios desde la muerte de la reina Isabel, en 1504, impide que los gobernantes presten la atención necesaria a los problemas que vivía el reino, sobre todo Castilla.
En 1516, don Carlos se proclama rey de Castilla, siendo ya emperador del Imperio Germánico, contra el parecer del cardenal Cisneros y del Consejo Real, desembarcando en la Península en 1517 para hacerse cargo del Gobierno. Pero el nuevo soberano no causa buena impresión: no habla castellano y llega rodeado de una corte de consejeros flamencos que se reparten, como un botín, los oficios y beneficios sin escrúpulos.
El Regimiento de Toledo toma entonces la iniciativa de una campaña nacional, primero contra los impuestos que la corte pretende subir para sufragar los gastos de la coronación imperial, y luego contra la misma política imperial.
Esta rebelión de las comunidades castellanas halló en Salamanca, en febrero de 1520, su programa definitivo con motivo del llamamiento a Cortes. De los conventos de la capital charra sale un documento, enviado a todas las ciudades, de voz y voto en Cortes que resumía las reivindicaciones de Castilla.
Don Carlos no hace caso de tales advertencias y reúne a las Cortes, el 31 de marzo, en Santiago, y el 22 de abril, en La Coruña (con la ausencia de los representantes de Toledo y Salamanca) consiguiendo convencer con dádivas y presiones a una mayoría de procuradores.
El descontento llega entonces a su colmo. En muchas ciudades castellanas se producen motines contra los procuradores que han votado el servicio, contra los corregidores y contra los arrendadores de impuestos. Toledo dirige, el 8 de junio, una carta a las ciudades para que envíen sus procuradores a una Junta, a fin de protestar contra el servicio. La asamblea se reúne a primeros de agosto en Ávila, pero queda reducida a la representación de Toledo, Salamanca, Segovia y Toro.
"Los salmantinos, con Maldonado Pimentel llegan"
Habitaba en Salamanca por aquella época un descendiente de la baja nobleza, de 40 años, que se puso al frente de las tropas salmantinas como capitán, Francisco Maldonado Pimentel (Salamanca, 1480), en la revuelta castellana. Junto a este caballero, también "escandalizaron y alborotaron" la ciudad de Salamanca Pedro Maldonado Pimentel, el deán Diego de Guzmán, que fue el principal impulsor del levantamiento, Pedro Bernal (que estuvo en la Junta de Tordesillas y anduvo con su gente de guerra y fue un gran comunero), curas y representantes de los gremios artesanos de pellejeros, escribanos, sesmeros, joyeros, zapateros, médicos, alguaciles, militares, licenciados y el pueblo llano en general.
Así, entre el 18 y el 20 de mayo de 1520, se reúne toda la ciudad y envían a casa del procurador realista y corregidor Alonso de Azebedo –donde estaban reunidos unos 40 caballeros– una petición para que se unan a la comunidad, pero no acceden. A partir de ese momento, comienzan a sonar las campanas de la ciudad, el pueblo se levanta en armas y prende fuego a la casa de Francico Ribas, procurador realista, a quien se busca para ahorcarlo; además, se prende fuego a la puerta de San Francisco.
Mientras, los capitanes del pueblo ordenan entrar en las casas de los nobles a incautar las armas, como en el palacio de Bernaldino de Castillo, al que prende también fuego una revuelta que aglutina a más de 2.000 salmantinos armados.
El 29 de julio de 1520 se forma en Ávila la Santa Junta del Reino, integrada por representantes de las ciudades castellanas. Salamanca envía al deán Diego de Guzmán, a fray Diego de Almaraz (comendador de la Orden de San Juan), a Francisco Maldonado (nombrado capitán general) y al cintero Pero Sánchez.
La batalla de Villalar
En estas revueltas –como la 'Instrucción y creencia que la ciudad de Salamanca dio para el señor Francisco Maldonado, capitán general' (25 de enero), donde se pedía que "los grandes se vayan de sus casas y quiten sus ejércitos para que cesen las fuerzas y robos que se hacen y queden los pasos y los caminos llanos y seguros..."– llega el año 1521, cuando las tropas comuneras inician una ofensiva sobre la fortaleza de Torrelobatón, a donde acudieron las fuerzas comuneras de Salamanca, que estaban acantonadas en la fortaleza de Toro, al frente de ellas Francisco Maldonado, junto a las de Juan de Padilla y Juan Bravo, que cae el 25 de febrero de 1521.
El 23 de abril, de madrugada, las tropas comuneras salen de Torrelobatón buscando refugiarse en Toro. No obstante, el ejército real persigue a las tropas comuneras dándoles alcance en Villalar: los comuneros, bajo la fuerte lluvia y sin la protección de la artillería, son dispersados por la caballería de los nobles. Los sublevados pierden entre 500 y 1.000 hombres, mientras que 6.000 son hechos prisioneros.
A la madrugada del día 24, sin proceso alguno, son decapitados los principales líderes comuneros, el toledano Juan de Padilla y el segoviano Juan Bravo. Antes de la ejecución, Bravo y Padilla cruzaron unas palabras que han pasado a la posteridad: antes de subir al cadalso, Juan de Padilla le dijo a Bravo: "Señor Bravo: ayer era día de pelear como caballero..., hoy es día de morir como cristiano". Horas más tarde se les sumaba la decapitación del charro Francisco Maldonado.
Tras la derrota definitiva se produjo una feroz represión, de la que no se salvó Salamanca. Víctima de ella –"... condenando a las dichas personas particulares que an sido culpados en estos dichos casos como aleves y traidores y desleales a pena de muerte y perdimiento de sus oficios y confiscación de todos sus bienes y en todas las otras personas assi ceviles como criminales..."– fueron líderes comuneros salmantinos como Joan de Mendoça, hijo del cardenal Pedro Gonçalves de Mendoza; Pedro Maldonado, el comendador fray Diego de Guzmán; el doctor Çuñiga; Francisco de Anaya, hijo del doctor de la reina y alcalde de Plasencia; Alonso Enríquez, Alvar Pérez y el deán Francisco de Sapia, entre otros muchos represaliados.
"Desde entonces ya Castilla/ no se ha vuelto a levantar...".
Documento de Salamanca (febrero de 1520)
* Contra los impuestos que el rey quiere exigir antes de la partida.
* Contra el Imperio: Castilla no tiene por qué sufragar los gastos del mismo; los recursos de Castilla se deben emplear en la defensa de Castilla y no sacrificarse al Imperio ni quiere estar sometida al Imperio.
* Concluye con una amenaza velada: si el rey se niega a atender las justas quejas del pueblo, las Comunidades tendrían que tomar la defensa del Reino.