Carlos llevaba más de tres décadas jugando al tenis cuando sufrió una parada cardíaca que le llevó a pasar una semana en coma y le dejó graves secuelas, como el déficit de atención y memoria o la falta de movilidad, con las que ha tenido que aprender a vivir su nueva vida. Hace dos años, su hijo Mateo, con autismo, comenzó una terapia para ayudar, gracias al deporte, a calmar sus nervios y a mejorar sus relaciones sociales. Una puerta que, a la vez, se abrió para su padre, que ha pasado de profesor a alumno en una escuela un tanto diferente.

Carlos y Mateo son dos de los 180 usuarios de la escuela municipal de tenis de Santa Marta de Tormes, en Salamanca. Aquí no solo han vuelto a coger una raqueta, sino que han mejorado sus habilidades motoras y sociales mediante técnicas que también les han cambiado la vida. Como ellos, cada día pasan por las pistas decenas de personas de todas las edades con síndrome de Down, parálisis cerebral, enfermedades raras o movilidad reducida, que gracias a la combinación de ciencia y deporte logran exprimir al máximo sus capacidades para mejorar su calidad de vida.

“Llevo 25 años trabajando con personas con discapacidad y mi obsesión era que el cerebro fuera más rápido”, explica el impulsor de la iniciativa, Óscar Torres. Ahora, trabaja a través de la integración sensorial neurológica para enseñar a manejar el estrés o la ansiedad a sus usuarios con repertorio motórico. “No somos médicos, no tratamos de curar a nadie, pero si esa persona puede mejorar un poquito pues es algo importante”, reconoce a la Agencia Ical.

Óscar Torres, responsable del proyecto Jesús Formigo ICAL

De esta manera, a través de terapias visuales, auditivas, propioceptivas, vestibulares, ‘neurofeedback’ o ‘biofeedback’, junto al ejercicio, han creado un proyecto destinado a ayudar a todos sus usuarios. “Sabemos que cuando trabajamos sobre aspectos motóricos estamos activando neuronas nuevas, y sobre ellas hacemos una nueva neurogénesis de ese cerebro”, detalla Torres. Además, estos ejercicios personalizados ayudan a que las zonas adyacentes a una lesión, tras diferentes estimulaciones multisensoriales, pueden volver a ser funcionales.

Para ello, cuentan con un equipo de neuropsicólogos, formado por un neurólogo, un psicólogo, un psicopedagogo, profesores de ciencias de la actividad física y el deporte o de educación especial, entre otros. El propio Torres reconoce haberse formado en diferentes áreas como la pedagogía terapéutica, logopedia, neurospicología clínica o ‘neurofeedback’ para conocer las terapias antes de poder integrarlas dentro de su equipo.

Terapias

Las pistas de tenis de La Fontana cuentan con aliados clave para poder ayudar a personas con diferentes capacidades a progresar tanto en el deporte como en el día a día. Entre raquetas y pelotas amarillas, destacan pequeñas estaciones dedicadas a mejorar la memoria o la movilidad, entre otros aspectos. Gafas de realidad virtual, equipamiento deportivo o, en el caso concreto de los paneles visuales, van más allá de la terapia visual, para poder trabajar la atención sostenida, alternante o dicótica.

Además, los dispositivos electrónicos también son claves para poder llegar a diferentes zonas del cerebro donde realizar una terapia cognitiva y motórica. “Estamos hablando de terapias duales, terapias que estimulan diferentes zonas del cerebro y que mejoran la velocidad de procesamiento”, detalla Torres. Así, incide en que finalmente “repercuten en que la persona sea más rápida, capaz de memorizar ciertas cosas que antes no memorizaba, de no caerse o de tener visión superior o inferior”.

Para este tipo de terapias “multi”, no de “un solo repertorio”, utilizan diferentes dispositivos como el ‘neurofeedback’, el ‘biofeedback’, la terapia auditiva o test de escucha que señalan, casi a tiempo real, cómo está mejorando el cerebro, qué actividad eléctrica está llevando a cabo para realizar una tarea concreta o qué zona se activa a través de un determinado panel visual o ejercicio.

La música también se encuentra entre las terapias auditivas que emplean en la escuela municipal de tenis. En ella, mientras la persona escucha música y realiza diferentes ejercicios, estimulan la zona motórica, la del lenguaje y la de atención, concentración y dinamización cortical, para poder realizar un estudio de la persona y conocer las ondas cerebrales que priman, y trabajar con cada una de manera individual y personalizada.

Una de las terapias de la escuela de tenis de Santa Marta de Tormes Jesús Formigo ICAL

Implicación social

Más allá de las habilidades motoras o neurológicas, las sociales también son una parte fundamental en este proyecto altruista. Alumnos que se convierten en profesores, mejorando su implicación o rol social, como es el caso de Irene, de 23 años y con síndrome de Down o Cristina, con 21 años, y que narra cómo ha mejorado su capacidad de andar y vocalizar, quienes han pasado de hacer exclusivamente terapia a ponerse delante de un grupo de niños o de adultos.

“Cuando empezamos pensamos que no iban a jugar al tenis, es impresionante”, relata Catalina García, madre de Irene y presidenta de la Asociación de Síndrome de Down de Salamanca. Así, destaca también que más allá de las clases de tenis, ha mejorado la relación con el resto de compañeros y ha adquirido la responsabilidad de darlas clases.

Tanto Irene como Cristina forman parte del proyecto de Torres desde antes que arrancase en las pistas de Santa Marta. Pudo hacerlo en esta ubicación hace ocho años, cuando recibió el apoyo del Ayuntamiento de la localidad, que no contaba con instalaciones públicas para jugar al tenis o al pádel. “Óscar nos empezó a involucrar en su proyecto que va más allá de lo que es el deporte”, destaca el alcalde de la localidad, David Mingo. “Es un proyecto de inclusión y de recuperación de tantas personas que tienen diferentes situaciones, y eso en sí mismo lo convierte en un proyecto social”, explica.

Por ello, desde el Consistorio también se lanzaron a habilitar la zona desde sus propios medios y a buscar colaboración con otras instituciones, como la Diputación de Salamanca o la Junta de Castilla y León. “Es un núcleo no solo de deporte, sino de vida y de integración, y eso para nosotros es más importante incluso que la idea personal”, incide Mingo.

Las pistas de tenis de La Fontana acogen así tanto a personas con diferentes capacidades como a profesionales del deporte que quieren mejorar. “Nuestro objetivo es que sea una escuela para todos”, reconoce Óscar Torres, quien insiste en seguir trabajando, combinando tenis y ciencia, para “ser un referente y poder seguir aportando a las personas y mejorando su calidad de vida, de memoria, de atención, su autoestima y su autoconcepto”.