Monleón es uno de tantos y tantos pueblos de la provincia de Salamanca donde los consistorios han facilitado la apertura de negocios en locales municipales a bajo coste o con ayudas añadidas. Emmanuel y Diana, una pareja de emigrantes sudamericanos, él de Argentina, ella de Honduras, decidieron vivir en Madrid hace casi una década, tras un breve paso por Toledo, en busca de nuevas oportunidades y una mejor calidad de vida. Concretamente en Vallecas, encontraron estabilidad y trabajo, y con el tiempo formaron una familia con dos hijos pequeños: Jeremías de siete años y Aarón de tres.
Sin embargo, la vida en la capital española, aunque llena de oportunidades, también estaba llena de ajetreo y estrés. Emmanuel y Diana comenzaron a soñar con un estilo de vida más tranquilo y cercano a la naturaleza. A lo que se suma que el marido dice que "soy del campo, porque me crié en el mundo rural de Argentina". Fue entonces cuando vieron un anuncio en Internet en el se ofrecía un bar/restaurante municipal en Monleón, un pequeño pueblo en la España vaciada con apenas 96 habitantes, que buscaba revitalizar su comunidad atrayendo nuevos residentes y emprendedores, explican la alcaldesa y la teniente de alcalde, Paula Hernández y Susana Moya, respectivamente que, aunque de partidos distintos, gobiernan conjuntamente y, todo indica que lo hacen de "maravilla", aseguran diversos vecinos.
Decidieron dar un giro radical a su vida y mudarse a Monleón para regentar un restaurante que había estado cerrado un mes, que incluía también una casa para vivir, todo por 50 euros el primer año y 120 euros años siguientes. El desafío era grande, pero la idea de contribuir al renacimiento de un pueblo y vivir en un entorno más tranquilo les atrajo enormemente. La comunidad de Monleón los recibió con "los brazos abiertos", explica Emmanuel, que dice que "se me pone la piel de gallina viendo la generosidad de los vecinos". Pudimos comprobar el cariño con que acogen a sus niños, como también los cubos de frutas, verduras y patatas que les regalan los monleonenses.
Para los habitantes locales, la llegada de Emmanuel y Diana, junto con sus dos hijos, representa una bocanada de aire fresco y la esperanza de revitalización para el pueblo. Ahora ya suman diez niños, "podríamos abrir la escuela, porque sumamos más de ocho, pero no haremos, irán al colegio de Linares, es mejor", explican Paula y Susana. Enmanuel, con su experiencia en cocina, y Diana, con su habilidad para la gestión y el trato con los clientes, reabren el restaurante con unos pinchos excelentes, destaca su tortilla de patatas, la oreja, los canapés y los productos autóctonos, sin olvidar la carne en la que Emmanuel es todo un experto argentino. Es decir, lo mejor de la gastronomía española con toques de su herencia sudamericana. Quieren ofrecer "pinchos y tapas, pero también carta y menú para los muchos turistas que llegan a Monleón".
Punto de encuentro
El bar restaurante municipal, que se llama 'El Fartucu', rápidamente se ha convertido en un punto de encuentro no solo para los residentes de Monleón, sino también para visitantes y vecinos de pueblos cercanos. Sus tortillas caseras, el ambiente familiar que respira esta joven pareja y la calidez hacen del lugar un éxito. Además, la presencia de Jeremías y Aarón trae un nuevo dinamismo al pueblo, que llevaba años sin aumentar el sonido de risas infantiles en sus calles.
La llegada de Emmanuel y Diana a Monleón no solo revitalizó el restaurante, sino que también trajo un aire de diversidad y novedad al pequeño pueblo. Los vecinos, al principio curiosos y reservados, pronto se convirtieron en asiduos del restaurante, disfrutando de los sabores y la hospitalidad que la pareja ofrecía.
Hasta tal punto gusta la vida rural a este matrimonio, que Emmanuel desea que algún vecino le pueda ofrecer una huerta y terrenos de cultivo, "porque queremos cultivar para poder ofrecer productos de primera calidad".
Este tipo de negocios rurales que han vuelto a funcionar los hay por toda la provincia y, prueba de ello son localidades como Alconada, Carpio de Azaba, Berrocal de Salvatierra, Tenebrón, Colmenar de Montemayor, Molinillo, Monforte de la Sierra, Madroñal, La Cabeza de Béjar, Valdehijaderos, Guijo de Ávila, Narros, La Calzada de Béjar, Campillo de Salvatierra, Navacarros, Montejo, Cantagallo, Pizarral, Navalmoral de Béjar, Sorihuela o Peromingo.
Es que la baja rentabilidad por la caída de población, unida a los impuestos y falta de incentivos concretos para impulsar este tipo de negocios es una de las razones que esgrimen los hosteleros para desistir. Algunos de los instalados en los pueblos dejan claro que en época de invierno hay días de diario que no compensa la apertura, porque sólo el gasto en luz del bar y de las cámaras encendidas es mayor que el beneficio. Y es que, la fiscalidad es similar para un bar de pueblo pequeño que para uno de capital.
Emigrantes y la España vaciada o vacía
La historia de Emmanuel y Diana en Monleón resuena en estos tiempos en los que se habla tanto de emigrantes y de la España vaciada. Su valentía para dejar una gran ciudad y apostar por un pequeño pueblo de escasos 96 habitantes, pero con mucho patrimonio arquitectónico, natural y mucha historia, es un ejemplo de cómo la migración interna puede revitalizar comunidades y ofrecer nuevas oportunidades tanto a los emigrantes como a los pueblos que los reciben. En un contexto donde a menudo se destaca lo negativo de la emigración, la historia de esta familia sudamericana muestra el lado positivo y el potencial transformador de estos movimientos.
Hoy, el restaurante de Emmanuel y Diana se ha convertido en un punto de encuentro en Monleón, un lugar donde a buen seguro, cuanto finalicen toda la adaptación del local y lleguen los proveedores, se celebrarán tanto las pequeñas como las grandes ocasiones, y donde la mezcla de culturas y sabores ha creado un rincón único en el corazón de Salamanca.