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El folclorista salmantino Ángel Rufino de Haro, El Mariquelo, ascenderá al 'cielo de Salamanca', o sea, a la torre de la Catedral, este jueves, como cada 31 de octubre desde hace 37 años. En esta edición, el acto intenta dar visibilidad a los enfermos de piel de mariposa, Alzheimer y a los afectados por ictus.

El Mariquelo hace sentir su orgullo de "aunar las peticiones a lo largo del año de los enfermos" a través de esta ascensión a la Catedral Nueva de Salamanca "de forma efímera pero que cala hondo en los sentimientos y los valores personales", según recoge A.F.G. / Ical.

Así, en la presentación del evento, acompañado de un grupo de folcloristas, partirán a las 9.30 horas desde el Puente Romano y realizará un recorrido por las calles más céntricas de la ciudad, pasando por la Plaza Mayor, y retomando su marcha hasta la plaza de Anaya, a los pies de la Catedral, donde iniciará la ascensión a las 11.30 horas.

Será en ese momento cuando realice su “acción de gracias” para “pedir a los enfermos y familiares fe, esperanza e ilusión”. “Si no tenemos eso, perdemos nuestra capacidad de sentir la vida con grata disciplina”, señaló Rufino de Haro.

El folclorista estuvo acompañado de diferentes representantes de las asociaciones relacionadas con las enfermedades por las que "pedirá a Dios". Así, la directora de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer de Salamanca, Ana Iglesias, señaló que desde esta entidad consideran que este tipo de actos dan visibilidad a su trabajo.

En su caso, desde la asociación llevan más de 38 años emprendiendo esta labor mediante una residencia, dos centros de día, servicios de promoción de la autonomía personal para pacientes que están comenzando con esta enfermedad y un servicio de ayuda a domicilio.

Toda visibilidad es buena

Por su parte, en representación de Debra, la Asociación Piel de Mariposa, la abuela de Javi Gallo, el único niño salmantino con esta patología, Carmen Vicente, consideró que “toda visibilidad es buena” para esta enfermedad que padecen alrededor de 500 niños y niñas en toda España.

“Necesitamos ayuda para que todos estos niños sean felices”, incidió, refiriéndose a su nieto como “el niño más feliz del mundo”. “Está hecho a ello, corre, juega, le gusta bailar y cantar, le vemos con las ganas que tiene de vivir”, incidió la abuela, recordando la falta de medidas para poder ayudar a los niños que sufren esta patología.

Por último, la coordinadora de la Asociación Salmantina de Daño Cerebral Adquirido (Asdace), Yolanda García, incidió en la necesidad de que las personas que han sufrido un ictus conozcan cómo puede ser la vida a partir de ese momento a través de la propia experiencia personal de otros pacientes.

Que estos testimonios sirvan de “impulso de esperanza y pautas para que otras personas vean que pueden salir adelante”.

Además, resaltó la necesidad de realizar campañas de prevención muy intensas y recordó que se debe “actuar con mucha rapidez” cuando se encuentren ciertos síntomas como la pérdida de fuerza o sensibilidad en la mitad del cuerpo, visión borrosa, dificultad para hablar o comprender o un dolor de cabeza muy intenso.

En estos casos, se debe avisar al 112 para que intervenga con el código ictus, cuyo avance y rapidez “está salvando muchas vidas”.

Tradición

La tradición de la subida a la Torre de las Campanas procede del día 31 de octubre de 1755, cuando el terremoto registrado en las costas de Lisboa, catalogado con un 9 en la escala de Richter, provocó un temblor que se extendió por toda la comunidad castellano y leonesa.

Como consecuencia de ello, los salmantinos acudieron a refugiarse en la Catedral Nueva, finalizada apenas 22 años antes, salvándose de las posibles consecuencias del seísmo.

Desde entonces, un miembro de la familia conocida como ‘Los Mariquelos’ comenzó esta ascensión al punto más alto de la Torre de las Campanas en cada aniversario del terremoto, para agradecer que la Catedral Nueva se hubiese mantenido en pie y pedir que el suceso no se repitiera.

Sin embargo, y con la última ascensión de Fabián Mesonero en 1977 como último miembro de la familia de 'Los Mariquelos', la tradición quedó en suspenso hasta que ocho años más tarde fue retomada por Ángel Rufino de Haro.

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