La decoración de un traje, y más si es regional, refleja toda la esencia y belleza de un lugar. Castilla y León sabe mucho de ello, cada provincia cuenta con multitud de prácticas y elementos que reflejan sus tradiciones más arraigadas.
En el caso de la capital del Tormes, Salamanca luce un color dorado que deja sin habla a cualquiera.
A sus gentes se las apodó charros, y cada año, al ritmo del tamboril, las castañuelas y la gaita se ponen el Traje Charro por ferias, en especial el día 8 de septiembre, para honrar a la patrona de la ciudad, la Virgen de la Vega.
Esto ocurre en la capital, pero en la Sierra de Francia son trajes serranos, que también difieren de los del Campo Charro. No obstante, todos contienen piezas de joyería similares.
El gran y único adorno con el que cuenta la ciudad salmantina no es otro que el botón charro.
Su historia y su elaboración es compleja, son muchas las interpretaciones que se han hecho sobre este botón. Desde EL ESPAÑOL-Noticias de Castilla y León se ha contactado con uno de los establecimientos que más ha trabajado en esta pieza.
El Taller Méndez Vieira que se sitúa en la localidad de La Alberca. Chema está al frente del negocio y ha transmitido a este medio un poco del “arte” que allí hacen.
Respecto a los modelos de botones, llamados ‘charros’, “en principio serían una representación solar, proveniente de iconografías tan básicas como es un círculo adornado o bien la representación de una flor”, señalaba Chema.
Estos están plasmados en culturas antiguas de uno y otro lado del mundo, y, “en nuestro caso, interpretados con técnicas de filigrana con evolución a formas convexas como las que hoy conocemos”, continuaba.
Estas piezas se adaptan principalmente para "'candar' diferentes prendas en la indumentaria".
“Estos abrochos tan habituales en la joyería popular de todas las regiones, no solo de la península Ibérica, y que Salamanca ha logrado posicionar como un elemento de identificación local”.
Para la manufactura en los diferentes tamaños, desde este taller, “empleamos un patrón de medidas llamadas vitolas”, lo que determina la longitud de los extremos y que será el inicio para conformar el diámetro de la armadura en la roseta base.
En cuanto a su formato, es decir, la cantidad de alvéolos de los que se compone no responde a ninguna teoría concreta.
Lo más normal es que se usen números pares, dado que facilita la construcción y cerrado de la roseta, según explicaba Chema.
Las filas de graneado y coronas de cordón sogueado, con las que se adorna su superficie, dependen más del barroquismo del platero y del modelo predominante en cada zona.
Dentro de la indumentaria salmantina pueden distinguirse dos tipos bien diferenciados.
El que se estila en la Sierra de Francia, se conforma con un número inferior a ocho piernas, armado con una sola vuelta de granos y una o ninguna corona de cordón.
Esta tipología serrana lleva un relleno de filigrana muy abierta que "le transmite una sensación liviana y también más endeble, lo que facilita su deterioro".
Asimismo, está tipo salmantino, confeccionado con más piernas, entre ocho y doce, adornado con dos o tres coronas de cordón sogueado y con dos filas de graneado.
Esta estructura le confiere un aspecto recargado y pesado, a la vez que lo hace más robusto y, así, adecuado para la reproducción a microfusión.
¿Cuántos años lleva en la profesión?
Nuestro primer contacto con el oficio lo tenemos desde casa, prácticamente jugando con la herramienta, con el fuego, con la magia que siempre tenía el entrar en el taller a escondidas.
Después con más rigor vamos descubriendo otras técnicas y ampliando nuestro oficio.
Una vez formados comenzamos a trabajar en Tamames como una empresa familiar comercializando nuestro producto en aquel mercado de diseño, exclusividad y modernidad de los años 80-90.
Después de unos años cuando esto va pasando de moda te das cuenta de que esta forma de trabajar conlleva al agotamiento de ideas interpretativas y aparecen dudas sobre el sentido de tu trabajo.
Es entonces cuando la tradición se convierte en el punto de partida y retorno al origen como originalidad a emocionarte con lo simple, con las primeras soluciones.
¿Y cuántas generaciones lleva ya su taller?
Nuestro obrador sigue una continuidad generacional desde 1928 año en el que mi abuelo se traslada a Tamames desde Travassos, pueblo portugués en la cuna de la filigrana asentándose en este lado de la raya como tantos orives portugueses.
El relevo lo toman mi padre y mis tíos y lo continuamos la mayoría de los nietos
¿Qué diría que les diferencia en el mercado?
En nuestro taller elaboramos joyería tradicional enfocada hacia la indumentaria y, por consiguiente, respetando los modelos de aquellos tiempos.
Es una labor que exige un profundo conocimiento y manejo de aquellos procedimientos y herramientas con los que se fabricaron las joyas antiguas.
En el proceso de la elaboración del botón charro es imprescindible la formación técnica, sobre todo para algunas modalidades como la filigrana.
También aprovechar los avances que la innovación mecánica nos proporciona.
En este caso, nos rebelamos contra la máquina y su perfección y abrazamos las irregularidades del trabajo hecho a mano.
¿Qué perfil tienen sus clientes?
Nuestros clientes, en su mayor parte, están relacionados con la indumentaria tradicional y utilizan el botón para engalonar sus diferentes trajes.
También es importante el viajero que siempre quiere llevar un recuerdo de algo representativo de Salamanca.
¿Qué es imprescindible en la elaboración del botón charro?
El proceso manual es complejo, siempre partimos de hilo al que vamos dando forma.
Para mí un útil imprescindible es el soplete. Usamos el modelo más primitivo que es el de boca.
Lo seguimos utilizando para piezas pequeñas y delicadas, sobre todo, de filigrana.
Con este viejo modo de soldar, el aire se insufla desde la boca, dirigiéndolo hacia la llama abierta del candil con una boquilla o pipeta.
La aplicación directa del aire desde la boca, la retirada o alejamiento de la tabla, el soporte del objeto a soldar y el modo de llama que se aplica permiten un control total sobre la intensidad y el punto exacto de incidencia del fuego en la pieza.
¿Cuentan con algún otro proyecto?
Movidos por el interés en el estudio de lo popular abrimos en La Alberca una tienda taller y un pequeño museo donde mostrar los trajes más representativos del pueblo.
La Alberca era ideal para nuestra nueva etapa pues guarda en si la concepción del pueblo como depositario de las tradiciones, y de esa cultura que se transmite y perdura en el vivir diario incluida la pasión por la joyería.
Desde aquí se está más cerca del origen, puedes tener un mayor contacto con esas piezas testigo, escudriñarlas saber de sus aleaciones, de sus soldaduras de cómo fueron hechas y así reproducirlas fidedignamente.
¿Qué es lo que más le atrae de su profesión?
Desde niño he notado ese proceso hipnótico que ejercía sobre mí el entrar en el taller de mi padre, donde todo allí me parecía enorme, intenso y atractivo.
Los olores a las maderas y corchos quemados para las filigranas, los vapores químicos del dorado, de la potasa, de la cera virgen en la plata caliente o de la gasolina en los sopletes, habitan en mi cerebro como una puerta entornada para recordar estas experiencias emocionales.
Aquel santuario de paredes tiznadas me parecía el laboratorio de un alquimista con ese componente esotérico y ese conocimiento secreto de los metales solo reservado a unos cuantos.
Aprender el oficio de tu padre no solo implica recibir conocimientos y habilidades prácticas de alguien con experiencia directa, lo que te brinda una base sólida y un aprendizaje rápido y efectivo, sino que conecta con tus raíces y te permite mantener vivas las tradiciones familiares.
Aprender el oficio junto a él me permite mantener vivo el legado familiar, convertirme en el portador de tradiciones y conocimientos a través de mi experiencia compartida.
Esto es muy significativo para mí cuando el oficio ha sido parte importante de la historia familiar y, sobre todo, si deseo preservar este legado para las generaciones futuras.
La satisfacción de ver una idea, cobrar vida y convertirse en una obra tangible es realmente gratificante, sobre todo si sientes que contribuyes a preservar una forma de arte y a honrar la tradición.
Además, cuando los demás valoran y admiran el resultado final, se genera un vínculo especial entre el artesano y quienes disfrutan y adquieren sus creaciones.