
Las gargantillas de San Blas, el hilo que une generaciones en Salamanca
Las gargantillas de San Blas, el hilo que une generaciones en Salamanca
Mercedes, desde la Plaza del Mercado, mantiene viva una tradición salmantina que sigue pasando de generación en generación.
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En Salamanca, hay tradiciones que resisten el paso del tiempo, aunque su llama parpadee con menos intensidad que antaño. Una de ellas es la venta de las gargantillas de San Blas, esos pequeños cordones de colores que los salmantinos se colocan cada 3 de febrero con la esperanza de protegerse de afecciones en la garganta.
La costumbre dicta que se deben llevar hasta el Miércoles de Ceniza y, entonces, quemarlas como un acto simbólico de fe y renovación. Sin embargo, más allá del ritual, hay quienes han dedicado su vida a mantener viva esta tradición.
Mercedes es una de ellas. Con su puesto en la Plaza del Mercado, lleva vendiendo gargantillas desde que era una niña, siguiendo los pasos de su madre. “Toda la vida”, responde con una sonrisa cuando se le pregunta cuánto tiempo lleva en esto. “Lo heredé de mis padres, generación tras generación”, añade. Su historia es la de una Salamanca que se aferra a sus raíces, aunque los tiempos hayan cambiado.
Y es que, aunque la tradición sigue viva, el interés es diferente. “Ahora se vende mucho menos”, confiesa con cierto pesar. “Este año hemos tenido días muy malos con la lluvia, y eso nos ha perjudicado mucho. A ver si estos días que quedan se nos dan bien”, dice con la esperanza de remontar las ventas antes de que termine la campaña.
A pesar de las dificultades, Mercedes sigue acudiendo fielmente a su puesto, sin moverse un solo metro de su ubicación habitual. “Siempre aquí, en la Plaza del Mercado. Este es mi sitio”, afirma con rotundidad. Su vínculo con este rincón de Salamanca es tan fuerte que no concibe la venta de gargantillas en otro lugar.
Sobre el producto en sí, hay algo que deja claro: el color de la gargantilla no tiene un significado especial, más allá de la preferencia de cada persona. “Los colores dan igual, cada uno elige el que más le gusta”, explica. Lo importante es cumplir con la tradición: ponerla el día de San Blas y retirarla el Miércoles de Ceniza.
El perfil de sus clientes es claro: sobre todo, salmantinos que han crecido con esta costumbre. “Muchos vienen y nos dicen: ‘me la compraba mi madre, me la compraba mi abuela’. Siguen la tradición”, comenta con nostalgia. Los turistas, en cambio, requieren una pequeña explicación antes de decidirse a comprar.
A lo largo de los años, Mercedes ha visto pasar generaciones de compradores y ha vivido momentos de todo tipo, pero hay algo que no ha cambiado: la emoción que siente cuando llega esta época del año. “A mí me encanta venderlas, porque llevo tantos años con esto que ya forma parte de mi vida”, explica con cariño.
Sobre el futuro de la tradición, su respuesta es incierta. No sabe si la venta de gargantillas seguirá vigente dentro de unas décadas, pero mientras ella pueda, estará en su puesto, manteniendo viva una de las costumbres más arraigadas de Salamanca. “Nosotros estamos aquí para seguir inculcándola hasta que Dios quiera y podamos”, concluye.
Puede que la demanda haya caído, pero mientras haya personas como Mercedes al pie del cañón, las gargantillas de San Blas seguirán colgadas de los cuellos salmantinos, año tras año.