Me decía un viejo aficionado a la salida del coso cuellarano: “Lagunajanda lleva cuatro años viniendo y hoy hubo toros con más trapío que en Valladolid”. Pues eso.
Hubo tres y tres, como diría el viejo Victorino cuando le preguntaban que había traído a tal o cual plaza. Los tres primeros terciados y lustrosos de cara, y los tres últimos más hechos y con leña, sobre todo el quinto y sexto.
Abrió plaza el veterano Robleño con un toro alto de agujas que casi barbeaba las tablas. Con un trasteo con la derecha y una probatura a izquierdas el de Lagunajanda se apagó enseguida. No hubo emoción.
El diestro madrileño, veterano y listo, se fue al rincón con la espada y arrancó una oreja tras fuerte petición.
Otro trofeo paseó del castaño cuarto, un toro más hecho en faena de menos a más de ambos. Destacó Robleño con la zurda. Mató de nuevo en el rincón y paseó otra oreja.
Luque estuvo firme y por encima del mirón negro listón que hizo segundo. Pero no hubo nada más. Eso sí, el estoconazo fue antológico y mereció de por sí el premio, que el público pidió con insistencia.
Con el rabón castaño que hizo quinto -leña para un año de estufa llevaba- se ajustó por chicuelinas en una mala lidia.
Faena sin emoción ya que se los tuvo que dar de uno en uno.
Lo arregló con sus clásicas luquesinas poniendo al graderío de pie. Mató de trasera y certero golpe de cruceta. Otra oreja al esportón tras aviso. Palmas recibió el toro.
Javier Herrero volvía a su plaza y a punto estuvo de acompañar a sus compañeros de terna en la salida a hombros. Tesonero con su primero, un toro brabucón al que el cuellarano lo exhibió de lejos desde el platillo.
La faena tuvo duración y a veces emoción. La muleta y la voz fueron imprescindibles para que el toro no se fuera a tablas durante el trasteo, pero al final cantó la gallina. Los adornos finales con ayudados por bajo y alto tuvieron su enjundia. La banda de música interpretó su pasodoble durante la lidia.
Mató de media rinconera y golpe de cruceta tras sonar un aviso. Los paisanos pidieron la oreja con fuerza y el usía, el veterano José María Costales, no tuvo más remedio que asomar el moquero blanco.
El público, siempre soberano, aplaudió al toro en el arrastre.
Con el que cerraba plaza, un toro más terciado y con leña, se fue de nuevo al platillo para citar de lejos y el animal obedeció al instante. Herrero ligó varias tandas en una faena intensa y variada. Le puso gusto y sentimiento el segoviano.
Pero la espada lo traicionó y todo quedó en una ovación del paisanaje. Este toro lo había brindado Herrero a su paisano Rubén de Miguel, un fisioterapeuta que recientemente ha publicado un libro sobre esa materia, versión taurina.
En el capítulo de incidencias destacar dos buenos pares del subalterno de Tiedra, Jesús María Herrero, de la cuadrilla de Javier Herrero, y de El Algabeño, de la cuadrilla de Luque. Ambos se desmonteraron.
Se guardó un minuto de silencio en memoria de Enrique Sánchez, empleado de la plaza de toros y fallecido en accidente laboral.
Más de media plaza en tarde entoldada, amenazante (cayeron cuatro gotas entre el quinto y sexto toro) y entretenida, con una corrida interesante y bien presentada de Lagunajanda, demostrando que Cuéllar sabe cuidar los toros.
Detalle de la peña “El Encierro”, distribuyendo a la entrada de la plaza programas de mano con todo tipo de detalles.
Vallisoletanos por el tendido como los iscarienses Darío Domínguez y Félix, su padre. El abogado y ganadero César Mata. El empresario y ganadero Luis Antonio Rodríguez “El Taru” y su esposa Marta, se dejaron ver por Cuéllar a la espera de la apertura de pliegos de Mojados. También pudimos ver al novillero pucelano Ricardo Maldonado.
Amplia galería de Natalia Calvo la que ofrecemos en este primer festejo de la feria cuellarana.