Tarde de terror la de ayer en la plaza de toros de Cuéllar, “la villa de los encierros”, cuyo excelentísimo ayuntamiento, presidido por Carlos Fraile de Benito (PSOE), se ha puesto de verdad a lo suyo, que es lo nuestro, para sacar adelante dos corridas “toristas”. Primero la de Partido de Resina, los míticos pabloromeros, y hoy la de Miura.
Menudo trago pasaron Javier Castaño, Morenito de Aranda y Gómez del Pilar, diestros curtidos en mil batallas, pero de largo superados en esta por unos astados sobrecogedores que, tras tomar si acaso un par de lances, en el tercero ya empezaban a exigir, quizás algo menos endemoniados los dos primeros:
“Zarcillero”, torazo de cinco años y medio, que fue tres veces de largo al caballo pero las tres con las cara por las nubes, y “Flamenco”, precioso y en el tipo de la casa, a mi juicio el único que colocó bien la cara en algunos momentos, sobre todo al comienzo, lo que permitió a Morenito unas verónicas hondas y un par de series verdaderamente logradas, faena de mérito que echó a perder con la espada, aunque a este tenor lo peor estaba por venir en su segundo, el quinto bis del encierro, devuelto “Aviador”, manifiestamente cojo y literalmente desplomado con las banderillas del gran Fernando Sánchez, y “Chicharrero”, el sobrero, lo que se dice una prenda, animal cargado de pésimas intenciones que regateaba sin humillar y buscando.
Morenito pasó un calvario, y con él sus tres subalternos, que no le dejaron solo en el ruedo durante el viacrucis de la suerte suprema, estratégicamente colocados para entrar al quite, lo que a mí me pareció muy bien, se pongan los puristas como se pongan, porque estos toros, si cogen, son de los que se ensañan y acuchillan en menos de un santiamén.
En fin, la crónica se completa pronto: Javier Castaño arrancó algunos pases, pero de uno en uno, a su primero, el ya mentado “Zarcillero”, para verse a continuación completamente desbordado por “Rehiletero”, el quinto de la tarde, el cual hizo buena la sentencia de “no hay quinto malo”, pero entiéndase: la hizo buena por el lado contrario al deseado, ya que en efecto no fue malo, sino peor. Afligido el torero, aquella prenda se erigió en dueño y señor de la situación y buena parte de los espectadores tomó partido por él, ellos sabrán por qué, lo que acentuó su desconfianza. Pocas veces, mejor dicho: nunca, he visto al mayor de los hermanos Castaño tan superado, término que uso sin ánimo descalificador, como explicaré más abajo.
En cuanto a Gómez del Pilar, “Zapatón” venía de armarla en el desembarque, enzarzado con sus hermanos, y en corrales, donde no dejó puerta sana, según me contó Paco Salamanca, veterinario taurino de pro. Y el varilarguero, seguramente advertido, le aplicó tres varas criminales que solo sirvieron para pararlo no para que bajara la cabeza, siempre con los pitones por encima del estaquillador y defendiéndose. O sea, nada de nada y nada de nada también en el sexto, “Remilgadillo”, ya con la tarde desplomada. Toreó Gómez del Pilar, como decía mi inolvidable amigo Juan Carlos Martín Aparicio, “por la eme treinta”, esto es, no ya despegado, sino en las antípodas.
En consecuencia, ¿corrida plomiza o sin interés? No es esa mi opinión, porque más bien pienso lo contrario: toros dificilísimos y problemáticos, salieron arreando y en general fueron al caballo de largo y con alegría (otra cosa es que empujaran bien), pero enseguida se orientaron, admitiendo un derechazo o dos, ni uno más. Y en ello descansa el quid de la cuestión.
Los astados de Partido de Resina jamás han admitido tanda tras tanda de derechazos y naturales. Los astados de Partido de Resina exigen otro toreo, con más recursos y sin florituras. Seco y cortante, de macheteo, por pies y forjado sobre las huellas de los lidiadores antiguos. En pocas palabras: son animales que carecen de eso que ha dado en llamarse la “toreabilidad”, “virtud” (es un decir) privativa de otros encastes y, en especial, del monoencaste domecq.
Y aquí reside el dilema, un dilema de resolución peliaguda: desde los tendidos, muchos espectadores reclaman un toreo que esos astados no admiten (“bájale la mano”, exigían algunos humoristas) y, a su vez, a mí me queda la duda de si los toreros actuales están en condiciones de dárselo, de modo que ya me dirán.
En fin, corrida fuera de lo habitual y por eso mismo interesantísima, Javier Castaño, Morenito de Aranda, Gómez del Pilar y sus cuadrillas se vieron desbordados por unos toros imposibles para el toreo moderno.
Cuéllar marca el camino para conquistar la normalidad.