Si el acueducto de Segovia está considerado el 'abuelo' de la ciudad, esta iglesia bien puede llamarse la 'abuela' de Segovia. Se trata del templo de San Juan de los Caballeros, actualmente sede del Museo Zuloaga. Está reconocida como la iglesia más antigua de la ciudad y de su provincia, ya que su historia se extiende desde la época visigoda hasta la actualidad. A lo largo de los siglos, ha sido testigo de diversas transformaciones que han marcado su estructura y uso.
Los orígenes de la iglesia de San Juan de los Caballeros se remontan a un templo visigodo construido entre los siglos V y VII. Esta primera construcción constaba de tres naves y tres ábsides rectilíneos. Durante unas excavaciones arqueológicas, se encontraron restos de esta antigua estructura, evidenciando dichos orígenes y permitiendo conocer una valiosa perspectiva sobre la arquitectura religiosa de esa época.
En el siglo X, alrededor del año 923, Gonzalo, hermano del legendario conde Fernán González, decidió construir las actuales iglesias de San Juan y San Millán, así como las desaparecidas Santa Columba y San Mamés. Para la construcción de San Juan de los Caballeros, se aprovecharon los muros y ábsides del antiguo templo visigodo. La decoración externa del arco de comunicación entre el atrio y el crucero, junto con dos capiteles del ábside mayor, parecen proceder de un edificio mozárabe levantado sobre los restos visigodos.
Con la repoblación de Segovia en el siglo XI, la iglesia fue reconstruida y ampliada. Se elevó la altura de los muros y se derribaron los tres antiguos ábsides, sustituyéndose por el ábside central actual. Durante el siglo XII, se añadieron el ábside sur y se iniciaron las obras del ábside norte, del atrio, de la capilla donde se encuentran los hornos, del crucero y de la torre. Estas obras continuaron durante el siglo siguiente, período en el cual también se reformaron la entrada principal (situada en el oeste) y el pórtico.
En el siglo XV, la familia Contreras, también conocida como 'de San Juan' o 'Negros', ejerció su patronato sobre la capilla mayor, utilizándola como lugar de enterramiento familiar. Esto se evidencia en las diversas lápidas encontradas en dicha capilla. En el año 1632, el historiador segoviano Diego de Colmenares, quien también fue párroco de la iglesia, realizó diversas obras en el templo, cerrando el pórtico para situar diferentes capillas en él.
Abandono y recuperación
El siglo XIX marcó el inicio del declive de San Juan de los Caballeros. Empezó el siglo como Iglesia Católica, pero para finales de siglo estaba prácticamente abandonada y sin culto. En 1830, sus campanas fueron fundidas, y en 1843 se cerró al culto religioso, siendo agregada a la parroquia de la Santísima Trinidad junto a otras iglesias. A partir de 1849, tras su desamortización, el edificio se utilizó como almacén del recién creado Museo Provincial.
De este modo, San Juan de los Caballeros empezó el siglo XX en un estado de casi ruina, utilizada como garaje y almacén de maderas. Sin embargo, a partir de 1904, tras su compra por el ceramista Daniel Zuloaga, comienza una nueva etapa en su devenir histórico.
Y es que el artista instaló en ella su taller de cerámica y la oficina de venta de sus obras, iniciando una serie de reformas que finalizaron en 1921, año de su muerte. Posteriormente, el 3 de junio de 1941 fue declarada Monumento Histórico Artístico.
Además, en 7 de noviembre de 1947 se creó el Museo Zuloaga; y tres años más tarde se instaló en ella una portada procedente de la iglesia de San Nicolás, con la que se cerró el lateral este del atrio. En 1955, el Estado compró el templo por un precio de 935.712,90 pesetas y el 1 de marzo de 1962 fue declarado igualmente el Museo como Monumento Histórico Artístico.
En 1975, se acometieron nuevas obras en el edificio y se realizó una intervención arqueológica en el jardín. Entre 1996 y 1997, se llevaron a cabo nuevas reformas y exploraciones arqueológicas que dotaron a la iglesia de su actual aspecto.
Su salvador, Daniel Zuloaga
El salvador de esta iglesia fue Daniel Zuloaga, uno de los ceramistas más importantes de nuestro país. Y es que su papel fue crucial en la revitalización de la cerámica artística en España a finales del siglo XIX y principios del XX. Nacido en Madrid y perteneciente a una familia de ceramistas, Zuloaga se formó inicialmente en el taller de su padre y posteriormente en la manufactura de porcelana de Sèvres en París. Fue allí donde adquirió varios conocimientos sobre técnicas avanzadas de cerámica.
Al regresar a España, se instaló en Segovia y donde junto con sus hermanos fundó una fábrica de cerámica. Fue aquí donde pudo aplicar estas técnicas, lo que le permitió crear piezas con una calidad y sofisticación que no se había visto antes en la cerámica española. Sus obras incluían el uso de esmaltes y técnicas de cocción que producían colores muy vivos y superficies brillantes.
Zuloaga incorporó elementos del modernismo en sus trabajos, un movimiento artístico que estaba en auge en Europa a finales del siglo XIX y principios del XX. Sus obras se caracterizan por diseños ornamentales, líneas fluidas y motivos naturales, que reflejaban las tendencias estéticas de su tiempo. Este enfoque modernista no solo revitalizó la cerámica española, sino que también la alineó con las corrientes artísticas europeas más avanzadas.
Una de las grandes innovaciones de Zuloaga fue la creación de piezas que combinaban funcionalidad y arte. Sus trabajos no solo eran decorativos, sino que también eran útiles en la vida cotidiana. Esto incluyó la producción de azulejos, jarrones y platos que, además de ser bellos, eran funcionales, lo que amplió el mercado y el alcance de la cerámica artística.