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En el corazón de la estepa castellana, el Parque Natural de las Hoces del Riaza se presenta como un verdadero oasis y refugio de vida silvestre.

Sus imponentes paredes de caliza, con un hermoso tono naranja, albergan una de las colonias más grandes de rapaces y aves carroñeras de toda la Península.

Aunque los dos pueblos que delimitan el cañón apenas suman 300 habitantes, se estima que en el parque residen alrededor de 600 parejas de buitres leonados.

El refugio pionero que estableció Félix Rodríguez de la Fuente en los años 70 para proteger a estas majestuosas aves parece haber dado sus frutos.

Muchos de los lugareños aún recuerdan al famoso naturalista, así como el pueblo que quedó sumergido bajo las aguas del pantano y el tren Madrid-Burgos que ya no circula. La memoria de Maderuelo es extensa, abarcando más de mil años.

El río Riaza brota con fuerza de la Sierra de Ayllón y se extiende por la llanura castellana, donde avanza con tranquilidad en su camino hacia el Duero. Al pasar por Lagunilla, comienza a trazar meandros casi perfectos que se pueden apreciar desde la carretera panorámica SG-945.

Maderuelo Adobe Stock National Geographic

Esta ruta lleva directamente al encantador Maderuelo, que se alza sobre un promontorio junto al meandro donde inician las hoces del Riaza, ahora cubiertas por las aguas de la presa de Linares del Arroyo.

Su ubicación privilegiada lo protegió de la inundación, y fue precisamente este mismo lugar el que lo convirtió en un bastión durante la Reconquista en el siglo X, y más tarde en un próspero centro de repoblación durante los dos siglos siguientes, llegando a contar con diez parroquias.

El Maderuelo de hoy es un remanso de paz, al menos durante la semana. Sin embargo, los fines de semana se llena de vida con visitantes que llegan en busca de lechazo al horno y de sus encantadores rincones fotogénicos.

El pueblo conserva partes de su antiguo recinto amurallado, destacando su pintoresca Puerta de la Villa, que todos los que deseen explorar esta joya medieval deben atravesar, como si se tratara de un túnel del tiempo.

Esta puerta da acceso a la acogedora plaza de San Miguel y a la iglesia del mismo nombre, construida en el siglo XV. Desde allí, comienza la calle de San Miguel, que revela lo mejor de esta villa alargada, situada sobre un prominente meandro del Riaza.

La calle conduce hasta el Ayuntamiento y, más adelante, a la impresionante iglesia de Santa María del Castillo, que data del siglo XII y está adyacente a antiguas partes de la fortaleza, que hoy nos ofrecen unas vistas excepcionales de los meandros inundados por el pantano.

Algunos ancianos del lugar creen que la presa de Linares del Arroyo, ubicada a unos pocos kilómetros río abajo, es la responsable de la disminución de la población en Maderuelo. Recuerdan un valle lleno de cultivos y ganado pastando libremente.

También añoran el antiguo puente, que era mucho más hermoso que el actual, con sus cinco arcos y robustos espolones que resistían las crecidas del río en primavera. Este puente aún se asoma cuando el nivel del embalse desciende.

Se puede apreciar especialmente bien desde el otro lado del río, en la ermita de la Vera Cruz (una de las muchas construcciones románicas del pueblo), desde donde se obtienen algunas de las mejores vistas de Maderuelo y es el punto ideal para comenzar una visita a las hoces.

La primera sección de las hoces del Riaza ha quedado sumergida bajo las aguas del embalse de Linares del Arroyo, el más grande de la provincia de Segovia en términos de capacidad, donde incluso se encuentra una isla conocida como “el montón de trigo”.

Esta presa, que mide 30 metros de altura y 100 metros de longitud, fue finalizada en 1951. Al comenzar a retener las aguas del Riaza, sepultó para siempre el pueblo de Linares del Arroyo, la localidad natal de los fundadores de Leche Pascual.

Para conocer más sobre esta historia y otras, se puede visitar el “Rincón de la memoria” en la Casa del Parque de Montejo de la Vega de la Serrezuela, así como leer la novela La marca del agua de Montserrat Iglesias.

La ermita de Linares del Arroyo aún se asoma sobre el agua, junto a la presa y el “montón de trigo”, creando una de las vistas más encantadoras del Parque Natural. Sin embargo, esta imagen es poco conocida, ya que el acceso en coche está prohibido por el pintoresco camino que lleva a esta infraestructura hidráulica.

No obstante, si se aparca con cuidado cerca de este acceso restringido que comienza en la SG-945, se puede caminar un par de kilómetros hasta llegar.

Una opción más accesible y popular es continuar un poco más hasta encontrar la señal de “Pie de presa”; siguiendo esta indicación, se llega a un aparcamiento que permite acceder a las vírgenes hoces del Riaza, un territorio habitado por buitres.

La “senda del río” se extiende a lo largo de una garganta de aproximadamente 5,5 kilómetros, con profundidades que alcanzan los 150 metros.

La sabina es el árbol más emblemático del parque, pero a lo largo de la senda predominan las plantas de ribera, lo que convierte el paisaje en un lugar especialmente encantador durante el otoño.

Además de los numerosos buitres que adornan el entorno, la ruta cuenta con dos importantes hitos monumentales.

Maderuelo Adobe Stock National Geographic

El primero es el viaducto del Arroyo de Valtejo, una impresionante estructura de la línea ferroviaria Madrid-Burgos, construida en la década de 1930.

El segundo hito es el destino final de la ruta: la ermita de San Martín de Casuar, un modesto templo románico erigido entre los siglos XI y XII bajo la jurisdicción del monasterio de San Pedro de Arlanza, famoso por sus bellos canecillos en el ábside.

Esta ermita fue abandonada tras la Guerra de Independencia, luego de que los franceses la atacaran, creyendo que Juan Martín el Empecinado se ocultaba allí.

Finalmente, entre el 1 de enero y el 31 de julio, será necesario solicitar autorización en la Casa del Parque para recorrer la senda del río; esta medida se implementa para controlar el número de visitantes y proteger la cría de los buitres.