Lucía Sánchez / ICAL

No son las cuevas de Altamira ni el visitante encontrará bisontes y mamuts pintados con 15.000 años de historia, pero sí el yacimiento de pinturas rupestres esquemáticas más accesible de España. En una hora el visitante puede visitar 14 abrigos, de los 36 que componen el conjunto de pinturas rupestres del monte Valonsadero (Soria) de forma fácil y sin atisbo de sudor. 

Las pinturas, que parecen hechas por un niño pero que son pura abstracción, hablan de la tradición de este arte, difícil de datar, ya que se asocia con las primeras sociedades agro-ganaderas del Neolítico en la provincia castellana, con el desarrollo del poblamiento Calcolítico, e incluso otros motivos hallados en las rocas incluso hablan de la pervivencia de la tradición esquemática hasta el Bronce Final e inicios de la Primera Edad del Hierro.

El doctor en Prehistoria y catedrático de Historia soriano, Juan Antonio Gómez Barrera, lleva más de 40 años estudiando el conjunto. Ha publicado artículos en revistas especializadas y libros; ha impartido conferencias; se ha pateado el monte para buscar respuestas a lo que los primeros pobladores sorianos hacían quizás, para matar el tiempo con las imponentes rocas que componían el espacio natural. 

Este profesor de Historia, que ha impartido clases llenas de magia a cientos de sorianos en el Instituto Castilla y en el de Almazán, sí pasará a la historia, no por ser el descubridor de este conjunto artístico, pero sí por ser el mayor conocedor y estudioso de uno de los emblemas de la ciudad, las pinturas rupestres del monte Valonsadero, un lugar de esparcimiento con alto interés medio ambiental, geológico y artístico. 

Gómez Barrera reconoce que existen otros yacimientos importantes de arte rupestre esquemático en España, incluso, sin salir de la Comunidad. El de la Batuecas en Salamanca, el de Sesamo en León o del Barranco de las Hoces en Duratón son “excepcionales”, sin embargo. se ubican en territorios agrestes e incluso de difícil acceso. Valonsadero ofrece al visitante, a través de una senda, ver un conjunto de 36 abrigos en “terreno llano, muy seleccionados, distintos y documentados, con atriles en cada estación, que proporcionan información al visitante”. 

El historiador aclara que no existe parangón con la antigüedad de las pinturas de la cueva de Altamira (15.000 años) frente a los 2.000 de Valonsadero, y añade que en Soria no se encontrarán bisontes, renos, caballos o mamuts pintados pero sí verán un arte que responde a la época Calcolítica, donde ya hay pastores y se avanza en la agricultura. “Lo que hace excepcional a Valonsadero es su proximidad entre los abrigos, la cantidad, el ambiente y el espacio natural. Desde el punto de vista artístico es excepcional y desde el punto de vista de la naturaleza y geología también es un lugar extraordinario y extenso con más de 2.800 hectáreas”, significa.

Gómez Barrera explica que la pintura esquemática denota una técnica pictórica simple y uniforme, con predominio de tintas planas, bien obtenidas mediante el trazado previo del perfil con líneas más o menos gruesas y el relleno posterior de pintura, bien la aplicación directa del color con los dedos, para los trazos grueso, o con el uso de sencillos pinceles de pluma o pelo de animal o útiles de madera de punta afilada para los trazos más finos.

El color es siempre el rojo, por ser este el tomo del pigmento ferruinoso empleado-extraído de las propias rocas de los abrigos y después molido y mezclado con aglutinantes orgánicos de naturaleza proteínica. 

El tamaño medio de las figuras oscila entre los 15 y los 20 centímetros. En algún abrigo se aprecian superposiciones de figuras y sus autores aprovecharon los accidentes naturales de la roca para la realización de parte de los esquemas y dar cierta sensación de relieve. 

Manos prehistóricas en Valonsadero

Al conjunto que componen la estación de arte rupestre esquemático soriano se incluyó el pasado año una nueva estación, denominada ‘El abrigo de las manos’, configurado como la estación número 36, que fue descubierto por una de las agentes medio ambientales del espacio natural, Esther Moreno, el 29 de septiembre de 2020.

Su denominación, según el catedrático, no puede ser más expresiva pues la presencia en él de al menos tres manos constituye la mayor novedad del conjunto, del núcleo artístico en el que se integra y, en buena parte, de la meseta castellano y leonesa en lo que al horizonte artístico “esquemático” se refiere. “Es verdad que en el Abrigo de la Dehesa (Miño, Soria) ya se habían observado dos improntas de manos en positivo y que recientemente también se anotaron en Los Corralones (Penachada, León) y, antes, entre los grabados de El Pedroso (Trabazos, Zamora)”, apostilla. 

El historiador relata como pese a tratarse de una zona muy visitada, nadie, y menos él, había reparado en aquel pequeño abrigo tan singular por su contenido. Seguramente, agrega, porque en su día fue intensamente reutilizado como lugar para asar por los muchos sorianos que utilizan el monte como lugar de recreo. “El hollín impidió su visión, y cuando dejó de hacerse fuego a su espalda, el abrigo cobró su adorno, aquel que le fue adherido, a saber con qué intención, por aquellos pobladores –pastores neolíticos o agro-ganaderos calcolíticos o de la Edad del Bronce– que nos precedieron”, describe. 

El conjunto rupestre está conformado por dibujos antropomorfos, un cuadrúpedo seminaturalista, varios circuliformes ovalados, otros tantos grupos de motivos en barras y al menos tres manos, dos de ellas bien centradas y visibles.

Se tratarían, según el historiador, en manos derechas, abiertas, en positivo; impregnadas sobre la pared del abrigo ;mostrando cada una de ellas el inicio de la muñeca, la palma y sus cinco dedos, con la expresión extrema de todas sus falanges al recibir el soporte la presión precisa. Manos de tamaño medio, de 14 centímetros de altura y ocho de anchura en sus palmas, propias de varón, tal vez de un muchacho adolescente.

Respecto al significado, el historiador apunta que normalmente las manos simbolizan lo “sagrado” y están asociadas al sol y la luna, a la posesión, el dominio, el control, la imposición, la señalización, el saludo. Pero lejos de toda interpretación simbolista, su interpretación es “más común”, y, por ello, imagina a un pastor que dejó las ovejas en el paraje y entre tanto dejo un mensaje para la posterioridad. “Nos preguntamos muchas cosas que no tienen respuesta quizá lo pintaron porque sí”, esgrime. 

Gómez Barrera no deja de navegar en busca de respuestas de este arte rupestre del llamado ‘jardín de los sorianos’. Ahora bucea en los archivos municipal y provincial para recopilar las autorizaciones que se emitieron para extraer piedra del monte, ya que calcula que el monte no tendría 36 estaciones sino alrededor de 100.

A lo largo de la historia era una práctica habitual, ya que Soria llegó a contar con más de 60 canteras de piedra, extraer piedra del monte y fueron muchos los sorianos que construyeron sus casas con piedra del emblemático lugar.

El historiador recuerda que gran parte de los edificios de Soria, como el Palacio de los Condes de Gómara -sede judicial- la Subdelegación del Gobierno, e incluso los sillares del parque de la Dehesa fueron construidas con rocas del monte Valonsadero de manera que es posible que en el proceso de extracción de las rocas se perdieran abrigos. “Si nadie se dio cuenta de que había pintura hasta 1951 es evidente que muchas de la extracción de los abrigos pudieron llevarse restos pictóricos”, significa.

Gómez Barrera ha detallado que en toda la Península Ibérica hay 2.000 estaciones parecidas a las de Valonsadero pero solo en ocho hay manos dibujadas. Asimismo, resalta que el hecho que el abrigo de las manos u otros fueron hallados por personas que nada tienen que ver con el mundo académico hace que la historia "sea más real y más justa".  "La gran mayoría de los hallazgos de arqueología las han hecho aficionados, visitantes afortunados o gente que se ha fijado en lo que otros no ven", concluye.

Origen

Las pinturas rupestres de Valonsadero, dadas a conocer por Teógenes Ortego en 1951, fueron descubiertas en realidad por Bruno Orden Tierno unos años antes. Ricardo Apraiz dio la noticia del hallazgo el sábado 11 de agosto de aquel mismo año y desde entonces, la nómina de estaciones con arte prehistórico en el monte alcanza la cifra de 36, 20 más de las vistas en un primer momento.

El análisis de la pintura esquemática de Valonsadero ha proporcionado un catálogo de más de 530 figuras y, de acuerdo con las tipologías al uso, su clasificación en 17 tipos según se trate de antropomorfos, parejas, cuadrúpedos, aves, peces, serpentiformes, ídolos, armas, puntos, barras, zigzags, signos varios (tectiformes, petroglifoides, ramiformes, esteliformes) y otros motivos de difícil agrupamiento.

De este modo el conjunto soriano ha podido ser relacionado con un millar largo de estaciones de similar carácter distribuidas por toda la Península Ibérica, contribuyendo así a su mejor estudio.

De entre todos los motivos destaca el predominio de la figura humana y animal. "Encontramos figuras humanas de marcado carácter naturalista o seminaturalista –donde el silueteado de las mismas deja ver algunas de las partes del cuerpo–, semiesquemáticas –en las que se puede apreciar un gracioso movimiento de brazos y piernas– o esquemáticas, reducidas a un simple trazo axial (formando cabeza, tronco y prolongado falo), cortado por dos arcos más o menos abiertos (extremidades superiores e inferiores)", expresa. 

 De igual forma se representa la figura animal, en especial los cuadrúpedos, cuya esquematización más generalizada se limita a un trazo horizontal curvado en ambos extremos (cabeza y rabo) y cuatro apéndices inferiores (patas); el animal, así conformado, puede aparecer aislado, en manada, paciendo o formando conjunto con figuras humanas.

El resto de los esquemas, menos abundantes, acompañan a figuras humanas y a cuadrúpedos y de su asociación con unas u otros resulta una temática variada y compleja, pero siempre relacionable con los modos de vida de sus autores.