Ayer daba comienzo el ciclo taurino de la peña taurina “Celtiberia” en el marco siempre curioso e incomparable del Círculo Amistad Numancia.
Abrió el paseíllo Juan Ortega. El diestro sevillano nos dejó su esencia dando a conocer su parte más personal y emotiva. Persona reflexiva, hizo un recorrido desde sus inicios mientras acariciaba el capote que cubría la mesa central dejando su huella más torera y humilde.
Expresaba su inseguridad cuando decidió encaminar su vida a ser figura del toreo. Seguro en el campo e incapaz de materializar sus sentimientos en una plaza, decide poner “una persona a su lado”, escucha y deposita su confianza de manera fehaciente en quien hoy en día sigue siendo su apoderado. El maestro Pepe Luís Vargas de manera distendida y con un café en la mano le hizo entender que “para el que tiene valor y se arrima estaba menos difícil que para el resto”.
El diestro desprendió maestría en sus palabras haciendo que el público entrara en el embroque de su discurso. Ahí es donde “él ofrece el corazón” a la afición porque considera que “ahí está su fuente y motivo de ilusión” en cada tarde.
Juan Ortega, diestro y “obsesionado” en mostrar su despaciosidad, no concibe su toreo si no es lento y pausado creando ese contraste con la embestida agresiva en cada verónica o en cada vuelo de la muleta. Para él es primordial para conseguir ese momento mágico en el que él puede transmitir lo que siente.
Torear, según él lo percibe, es “robarle por un instante el corazón a la gente” y Juan salió a demostrarlo a los medios del salón Gerardo Diego dejando aires “belmontinos” en la sala y lances cargados de armonía. Creó uno de esos momentos en los que el torero hace fácil lo difícil. Esa cadencia que forma parte de su toreo clásico y revolucionario que sólo Juan expresa.
El sevillano emociona en la plaza y en la vida por cómo templa y por cómo habla. Crea un silencio indescriptible entre el respetable, creando versos cargados de torería y dulzura. “Se torea como se es”, decía Belmonte.
Ayer Ortega volvió a parar una vez más el tiempo en la ciudad de Soria por su elegancia, su exquisitez, su empaque y su torería. Valores, que como torero y como persona, serán referente pisando el albero de cada plaza y en el ruedo de su vida.