Lucía Sánchez / ICAL
“Si no nos defendemos se beneficia el agresor”, relata la instructora, Asun Paños Arroyo, de la Asociación Ármate de Defensa Feminista. A eso aprenden 30 sorianas que participan en el I Taller de Autodefensa Feminista organizado por la Concejalía de Igualdad del Ayuntamiento de Soria, que aborda no sólo como defenderte ante una posible violación o agresión sexual sino a identificar aquellas agresiones y abusos que se dan en el entorno y que, en muchas ocasiones, dejan bloqueada a la víctima.
Si un hombre te desnuda con la mirada o no hace más que mirarte el pecho, que mejor forma de disuadirle que sacarte un moco de la nariz y escarbar en la misma para que deje de hacerlo. Si te van a violar hazte tus necesidades encima o provócate el vómito. Si su agresividad es desmedida y no es capaz de controlar sus impulsos, quizás lo mejor, en un principio, sea callar y poner distancia.
Estas son "técnicas de aplicación inmediata" que las mujeres pueden utilizar como reacción rápida con el objetivo de no ser agredidas físicamente y que se muestran en este programa, que intenta, no obstante, abordar la defensa desde el autoconomiento y desde la premisa que el diálogo es la mejor arma para resolver los conflictos. “En esos casos de agresión extrema si te vomitas encima vas a oler mal y va a provocar un rechazo en tu agresor. Se trata de utilizar herramientas que conocemos y que sean de reacción rápida para evitar una agresión sexual”, indica la también instructora Rocío de Benito.
Además de estas habilidades, el taller también enseña, a pesar de que no practiquen deporte ni lo vayan a practicar, a cómo zafarse de una agresión física a manos de un hombre. Es decir, se trabajan las violencias más sutiles y las físicas.
“Es cuestión de soltar la fuerza. ¿Quién dice que tienen más fuerzas los hombres? Ellos no tienen la regla desde los once años, ellos lo que hacen es soltar la fuerza. Enseñamos a soltarla en un determinado momento pero, sobre todo, a que los conflictos se resuelven con diálogo”, reitera la instructora.
Asun y su compañera Rocío imparten este tipo de talleres en buena parte de España. El de Soria está dirigido a mayores de 16, pero en otras comunidades autónomas los realizan entre madres e hijas, niñas e incluso entre las asistentas de ayuda a domicilio, un colectivo que sufre violencia a diario, en muchas ocasiones porque se les trata como a la “chacha” en el término despectivo de la palabra.
Además, el taller identifica las violencias que cada una puede ejercer en su vida diaria, ya que, cuenta Paños Arroyo, si recibes violencia en tu entorno laboral es fácil que te inhibas y después la repliques con tus amigas o tus hijos.
La instructora aclara que el taller está concebido desde la premisa de que todas las mujeres sufren violencia, ya que han sido sexualizadas y cosificadas a lo largo de su vida, y enseña a poner distancia a los roles adquiridos y a dejar pasar ciertas cosas que tradicionalmente se dan, pero que no quiere decir que sean justas.
“Nos tocan el culo desde pequeñas; los chicos muchas veces se intentan propasar y nos insisten para que les demos un beso o nos acostemos con ellas; nos cuestionan constantemente y nos asocian directa y automáticamente con roles como la limpieza, la cocina y los cuidados”, afirma.
En la actividad, compuesta por cuatro sesiones que se realizan dos sábados al mes en el Palacio de la Audiencia, se trabaja con las usuarias a que se fíen de su intuición y a aumentar su autoestima y la seguridad en sí mismas como mejores herramientas para defenderse.
Al respecto, Paños Arroyo señala que las mujeres han reproducido los roles del patriarcado y así, muchas veces, dejan pasar las agresiones porque sino se las tilda de exageradas. “ Las mujeres identifican el 80 por ciento de las agresiones que han vivido, pero por no ser una exagerada y no hacer daño a los presuntos agresores o por miedo a equivocarse no reaccionan antes”.
Las dos instructoras consideran que para evitar agresiones y abusos a mujeres es básico llevar el feminismo a los centros educativos, ya que los jóvenes varones sí son receptivos a modificar sus actitudes. Además, la mayoría desconocen que insistir a tu novia para que te dé un beso, se acueste contigo o se cambie de falda es una agresión, es decir, no lo identifican con el abuso. “Lo hacen porque el sistema patriarcal les obliga a hacerlo cuando ellos no están cómodos haciéndolo. Lo asumen porque todos tenemos la necesidad de pertenecer”, explica, para asegurar que existe cierta resistencia desde la dirección de los institutos a que estos talleres lleguen a los jóvenes.
En el taller también se enseña, por lo tanto, como poner distancia a las agresiones físicas y límites a otras más sutiles como poner límites a la hora de repartir las tareas en la cena de Navidad, a la hora de querer salir hasta aprender a liberarte cuando se han tumbado encima con intención de cometer una violación.
A pesar de que son ellas las que tienen que aprender a defenderse, las instructoras aclaran que el problema lo tienen los varones, y por eso apelan a enseñar lo que se puede y no hacer a los más jóvenes que no es más que respetar a tu igual.
Femilisto
Paños Arroyo asegura que en la sociedad actual ha surgido el “femilisto”, aquel varón que dice apoyar la igualdad, es decir, “llega para ocupar espacios”, pero no es capaz de cambiar un pañal, cubrir a una compañera en el trabajo para que se vaya de huelga o alzar la voz ante otro hombre jefe cuando se produce una agresión o se desmerece a la femina. “El femilisto es aquel que ríe la gracia cuando se cuenta un chiste sexista”, indica.
La soriana Claudia Nafría Sainz es una de las usuarias de este taller de autodefensa feminista. La joven se apuntó al mismo porque afirma que en determinadas situaciones no ha sabido reaccionar y quería entrenar para “ponerse a salvo” si es necesario.
“En algunos momentos de la noche he sentido miedo y he dejado de habitar ciertos espacios por miedo a ser intimidada e incluso a sufrir una agresión. Me gustaría poder pasar por determinados sitios a la hora que sea y saber que tengo recursos para defenderme”, resume.
Ella como tantas mujeres quieren llegar de noche al portal de su casa sin tener que mirar atrás.