Cumpliendo con los ceremoniales y juegos del toro de nuestra tierra española, las hogueras remenbrantes de Arcadio, Eutiquiano, Pascasio, Paulilo y Probo, que por cada noviembre dan fe a los Cuerpos Santos de Medinaceli, en la Provincia de Soria, volverán a incendiar quíntuplemente -en su plaza mayor- el redondel taurino habilitado al efecto donde el Toro Jubilo, o Jubillo, del mismo modo portará, sobre y no en sus astas, dos bolas candentes guarecido bajo un manto protector de arcilla, untada en su piel por los mozos del lugar.
Fácil es someter a minorías, queriendo aplastar por fuerza mayor, desde grupos de presión hacia nuestros dirigentes y extinguir lo que, por imperativo devenido de estos invasores, aplican a la vida de los pueblos, en este caso humildes, que tienen todo el derecho a su libertad en la conservación de sus usos y costumbres.
Ataques que dejan muy a la luz una finalidad aniquiladora de la forma de vida rural, cuya mano ejecutora se reconoce en un aborregamiento de individuos sumisos al «lobbing» o «política de vestíbulo», a cambio de un mísero bocata.
Pero, si nada fácil lo tuvo Roma en Numancia tampoco lo tendrán los depredadores que pretenden arrebatarles la identidad a los hijos de la Ciudad del Cielo, por eso los ocilitanos defienden su raíz y con ellos estamos sus paisanos fieles para arroparlos, aunque también suframos el estigma de sujetos renegados.
El sábado más próximo al día 13 de noviembre, este que nos toca justo será el 12 del mes, a las 23 horas saltará a la arena enmaromado y con destino a ser asido al palo y en él embolado, untado de barro para su protección, el toro del ritual medinense, único toro de fuego superviviente de Castilla y León y, prendidas las estopas y hasta que estas se apaguen, cortar su ligadura a la madera para en libertad defender su dignidad de bravo. Rito sagrado, espectáculo profano, de aquellas corridas fosilizadas que hasta nuestros días han llegado, dignas de toda conservación y respeto.
Por ello, los diletantes de las fiestas de toros debemos instar a los mandatarios de nuestras instituciones a que cumplan, y hagan cumplir, la Ley y que observen con aplicación y lealtad a sus juramentos o promesas en la toma de sus cargos, servir al pueblo por minoritario que este sea. El toro es Cultura. ¡Cúmplase!