La pintura “sin ataduras” de Félix Cano florece en el Calderón
La exposición 'Félix Cano, 50 años de pintura' repasa medio siglo de trayectoria de este pintor vallisoletano y pretende servir de reconocimiento a su carrera pictórica y que comprende un total de 54 obras de un artista "libre y sin ataduras".
Así le ha descrito este jueves la concejal de Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Valladolid, Ana Redondo, durante la inauguración de la exposición en la sala municipal de exposiciones del Teatro Calderón, un acto en el que también han estado presentes el propio Félix Cano y la comisaria de la muestra, María Aurora Viloria.
En la presentación, Cano ha reconocido que ha pintado siempre como le ha parecido, de acuerdo con el consejo que le dio en su día el exdirector del Museo Nacional de Escultura, Constantino Candeira, y ha añadido que su obra "no tiene influencias de nadie" porque no le gustaba ningún pintor.
Sin embargo, sí se ha confesado admirador de las pinturas negras de Goya, autor que le resultó "tremendamente interesante" por su cinismo; "enamorado" de la "independencia" del Greco y "fascinado" por las obras de Brueghel y Raoul, un artista con el que se ha "mimetizado".
Asimismo, ha señalado a Cennino Cennini como uno de los hombres a los que debe "más en el mundo" por su Tratado de la Pintura, un libro que pronto se hizo fundamental para Cano.
Con esos maestros, ha proseguido, se puso "delante de la tela" y así surgieron las obras que hoy comprende esta exposición, entre las que destaca 'El coloquio de los perros', un cuadro con el que rindió homenaje a Cervantes y que entregó a la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción en el día de su recepción pública.
En este sentido, Cano ha afirmado que cuando pinta, el cuadro pinta con él y le va dando las ideas, de modo que obra y artista se convierten en "dos amigos que se maltratan" mutuamente.
Además, ha admitido que a sus 87 años ya no pinta "como antes" pero aún es fiel a la norma de que lo que no se conserva en la memoria no merece ser pintado. Por último, ha agradecido que Valladolid haya acogido esta exposición, pues es una ciudad que le ha querido tanto que le ha dejado marchar "con facilidad".
Trayectoria
Félix Cano nació en el 22 de enero de 1930 en Valladolid y aunque desde pequeño se sintió atraído por la pintura, estudió Químicas e Ingeniería Técnica Mecánica, aunque su pasión por la pintura era tal que entre 1940 y 1946 estudió dibujo y pintura con Pedro Collado, Valentín Orejas y Eugenio Ramos.
Dedicó mucho tiempo a la pintura y muy poco al examen de ingreso de Ingeniería, por lo que suspendió los exámenes en varias ocasiones. Por eso, de acuerdo con su padre, decidió volver a Valladolid y estudiar al tiempo Ciencias Químicas y Peritaje Industrial.
En la capital vallisoletana acabó ambas carreras y se puso a trabajar como jefe de obra en la empresa Agroman hasta que en 1951 acudió a una exposición colectiva en el Colegio Mayor de Santa Cruz. A esta le siguieron otras exposiciones como la de 1954, celebrada en el pabellón de oficiales de aviación de la base aérea de Tablada (Sevilla).
Le salió la oportunidad de trabajar en Brasil, a donde se trasladó, en principio, para un año, aunque la estancia se prolongó nueve (1959-1968). En Brasil recuperó su afición por la pintura, una pasión que no volvió a abandonar. Allí expuso en el Museo Nacional de Arte Moderno y Contemporáneo de Río de Janeiro en una época intensa y donde dejó importantes obras.
En 1967 regresa a España, instalándose al año siguiente en Barcelona, estancia que dura hasta 1980. Allí, el artista trabajó y continuó pintando, aunque seguía mandando toda la obra a Brasil, a Giovanna Bonnino, su marchante y galerista. Por eso conserva muy pocos cuadros de esa época, aunque sí hay fotografías y catálogos para seguir su trayectoria.
Su actividad pictórica se multiplicó por la exigencia de la clientela catalana. En 1984 se presentó una retrospectiva, en Valladolid, que se saldó con los mayores elogios por parte de la crítica.
En 1985 fue nombrado académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid. Su obra, decididamente expresionista, aborda principalmente la figuración humana en el vivir cotidiano.
En sus cuadros se muestra como un entrañable cronista de la realidad actual, sencilla y emotiva, fruto de su convivencia con el campesino y el hombre del pueblo. Cultiva asimismo el retrato y ocasionalmente el paisaje. Es un pintor de luces y sombras, un creador de ambientes en los que cobran vida sus personajes, algunas veces solitarios, como el bebedor sin futuro o el que contempla cómo se extingue una vela.