Mejor con fútbol
Las injusticias en el fútbol, materializadas en decisiones arbitrales, siempre conllevan un cierto morbo. No sólo por las infinitas teorías de la conspiración que se disparan, sino también por ese valor añadido que algunos le dan al ganar "robando".
Desde la noche de los tiempos hasta ahora, pasando por la mano con la que Maradona vengó a todo un país en guerra contra el imperio británico; la picaresca que logra burlar las normas para beneficio propio es considerada por muchos como un talento más, casi equiparable a la destreza técnica o la eficacia táctica.
En esa capa de denso lodo en la que el arbitraje enturbia el análisis del juego lleva semanas instalada la conciencia del Real Valladolid, a ratos más atormentada por si realmente hay una mano negra que desenfoca el VAR según corresponda con el objeto de ver al Pucela de nuevo subido en el ascensor y esta vez con dirección al sótano de La Liga.
Principalmente los aficionados, pero también los pesos pesados del vestuario y el entrenador del equipo han alzado la voz para mostrar la indignación palmaria y el desconcierto ante el criterio de acudir a visualizar el monitor que emerge tras los banquillos en plena ebullición de la polémica ante los supuestos más complejos. Ante la equidistancia pública del club, la Federación de Peñas optó por manifestar el cabreo mostrando miles de cartulinas rojas al comienzo del partido.
Pero cuando el árbitro dio inicio al choque ante el Celta, la fortuna volvía a estar en disputa a ras de césped. Un partido vibrante, con alternativas, con dos equipos a los que el agua les empezaba a cubrir más de la cuenta que han jugado, por momentos, de manera descarnada, con llegadas al área, disparos, tensión... con fútbol.
Ahí radica lo bonito de un juego, en jugar. Casi sin pausas para consultar la voz del pinganillo, con el monitor escondido en las protecciones fuera del campo, en un ambiante entre los jugadores de entrega y garra pero también de respeto y elegancia. Así da gusto ir a Zorrilla a ver fútbol y a trabajar.