Son una familia riosecana quienes regentan este bar, encabezada por Carlos Alejos (su esposa e hijo), más conocidos en su Medina natal como los “cagalubias”. Cofrades de “La Piedad” riosecana desde los años 50, cuando esta hermandad andaba escasa de cargadores y un directivo ofreció al tío Manuel cargar esa Semana Santa con la bella imagen. Apuntado el tío Manuel como cofrade, también lo hizo su hermana Domi, madre de Carlos Alejos y de sus hermanas mayores.

Según los estudios recogidos por los historiadores, la talla de Nuestra Señora de la Piedad es la más antigua de cuantas procesionan en Medina de Rioseco. Su autor es Rodrigo de León y la realizó en el siglo XV (1480). Este escultor español es el autor de otra talla policromada denominada también “La Piedad”, realizada en 1495, y se encuentra en la Iglesia de Santa María Magdalena de la capital pucelana.

Pues bien, esta devota familia fue incrementando la hermandad ya que todos ellos pasaban a ser cofrades de la misma conforme iban creciendo. En los años 70 las hijas de Domi, una detrás de otra, se trasladan a la capital y aquí continúan viviendo en el Valladolid sur, entre La Farola y la Rubia.

Carlos Alejos, el pequeño de la familia, fue el último en abandonar Rioseco instalándose en el “Dial” desde hace treinta y dos años. Y ahí siguen todos, excepto el tío Manuel que murió como consecuencia de un incendio provocado por él mismo cuando estaba fumando y se quedó dormido. Ay el tabaco¡¡¡

Y tampoco está la abuela Domi, “La colchonera”, fallecida años más tarde que su hermano Manuel, el solterón y empedernido fumador. La abuela Domi sacó adelante a su prole vareando los colchones de todo el vecindario de Medina de Rioseco (varear los colchones era una labor que en muchas casas se realizaba una vez al año para ventilar y ahuecar las lanas).

Así sacó adelante la abuela Domi a la familia tras enviudar del señor Jacinto, cuya labor era cobrar los impuestos en una de las entradas medievales de la “Ciudad de los Almirantes” como la Puerta de San Sebastián. Los famosos portazgos. Allí, en una pequeña casilla, desempeñaba las labores propias de su cargo el señor Jacinto, que antes se dedicó al pastoreo.

Toda la familia, en número de casi treinta, continúan como fieles devotos de “La Piedad” riosecana. Y cada semana de pasión se desplazan a su querido Rioseco para procesionar enfundándose la clásica túnica blanca que los caracteriza. Seguro que la abuela Domi les traerá el recuerdo perenne cuando ella salía con farol y medalla como hermana de la luz.

Carlos en su “Dial” ha montado el “belén” semanasantero con todos los objetos y cachivaches que han ido acumulando a lo largo de los años. No falta detalle. Llama la atención un cartelito con la siguiente frase: “Cuatro generaciones y una misma pasión, “La Piedad”. En el arreglo y montaje del “escaparate” se afanaron Esther, la mujer de Gonzalo Arroyo, un riosecano de pro e inductor de la idea, y su sobrino Miguel.

Gonzalo nos facilitó las fotos que publicamos y yo rematé la labor visitando el “Dial” para conocer a Carlos y fotografiarlo junto a su “escaparate”, que desde la misma calle Aurora se puede observar perfectamente.

Un rincón de Rioseco que mantiene la devoción y la tradición en la capital merced al tío Manuel y a la abuela Domi, cofrades impenitentes que sembraron una semilla que ha ido creciendo sin parar hasta nuestros días.

Valladolid “tomado” por los riosecanos. Bienvenidos y enhorabuena.

Fotos cedidas por Gonzalo Arroyo.