Todo el mundo sabía de la trascendencia que el partido ante el Girona tenía para el futuro en La Liga del Real Valladolid. Cuando se ha sufrido durante varias temporadas en segunda y se ha saboreado un ascenso por el camino más largo, es más que agradecido gozar de los sabores de la máxima categoría. Así que nadie quiere abandonar ahora el vagón del Pucela en la élite.
Lo pidió el equipo y el club y respondió la afición de una manera extraordinaria, desde horas antes calentando los exteriores de Zorrilla y, especialmente, desde la llegada del equipo al estadio.
Pitada inicial para trasladar al rival el espíritu del partido, para dejar claro que nadie había desafíado al frío (siempre hace frío en Zorrilla) para no disfrutar con la victoria de su equipo. Una armonía excelente entre público y jugadores como pocas veces esta temporada, acompasados el esfuerzo de unos y la entrega de los otros.
El aplauso amplio para los que abandonaban el campo por sustitución, Plano, Calero y Ünal, pero especialmente para el regreso de Toni al césped de Zorrilla. Con la tensión en todo lo alto llegó el éxtasis con el gol de Míchel, un zarpazo que retoma el aire fuera del descenso para un Valladolid que ya ve el futuro de otra manera.