La Audiencia de Valladolid ha confirmado la condena de un año y diez meses de cárcel al director de la planta de ACOR en Olmedo, Guillermo D, como responsable penal de la muerte de un trabajador que falleció en septiembre de 2016 en accidente laboral sepultado por toneladas de azúcar durante los trabajos de vaciado en uno de sus silos.

Así lo ha acordado el tribunal tras desestimar el recurso de apelación interpuesto por el condenado y ratificar el fallo anterior del Juzgado de lo Penal 4, cuyo titular consideró "evidente la gravedad" de la conducta del directivo de ACOR, según informaron a Europa Press fuentes jurídicas.

Se le condenó por un delito contra los derechos de los trabajadores y un delito de homicidio causado por imprudencia, con la atenuante de dilaciones indebidas, con lo que, amén de la referida pena de cárcel, ha sido inhabilitado por igual tiempo para el ejercicio del cargo de administrador, director o gerente de empresa del sector de empresa de alimentación de hecho o de derecho.

Por contra, su compañero de banquillo y administrador de la planta, Esteban V, que, como el primero, se exponía a dos años y medio de prisión, según la petición del fiscal, quedó libre de todos los cargos en primera instancia al no haberse acreditado con la certeza que exige una condena en el ámbito penal que tuviera responsabilidad directa en la gestión, control, vigilancia o exigencia del cumplimiento de las normas sobre seguridad y salud en la concreta tarea encomendada al fallecido.

La condena al director de la planta se fundamenta en su "absoluta falta de control y viligancia" y en el hecho de que el trabajador fallecido carecía de formación--"no hubo tiempo de dársela y no se hizo--", carecía de capacitación especial, no contaba con autorización por tratarse de un trabajo peligroso que se realizaba en un espacio confinado y zona ATEX, no dispuso de línea de vida--"lo que sin duda hubiera evitado la caída y absorción de trabajador"--y tampoco había el día del siniestro un recurso preventivo que hubiera podido impedir cualquier maniobra peligrosa del trabajador.

En este sentido, el juez calificó de "irrelevante que el propio fallecido pisase o no el montón de azúcar que acabó engulléndolo puestoque las normas de prevención de riesgos laborales se aplican incluso para proteger al trabajador de sus propias imprudencias".

En su declaración en el juicio, tanto el administrador de la planta, Esteban V, como el director, Guillermo D, se desmarcaron del suceso, el primero de ellos al alegar que entre sus cometidos no estaba velar por la seguridad de los trabajadores del silo, algo que como así precisó era competencia del encargado del mismo o del departamento de fabricación, y el segundo ante la imposibilidad de estar pendiente de todas y cada una de las tareas diarias que realizaban sus operarios.

Así, Esteban V. reconoció que en el organigrama de la factoría figuraba como uno de los siete jefes de seguridad, aunque "en la base de la pirámide", y puntualizó que su competencia en esta materia se ceñía exclusivamente a los empleados de administración, no así de la de quienes estaban adscritos a otros departamentos.

"En la prevención integrada, cada mando era responsable de los trabajadores de su departamento", explicó el administrador, quien declaró que él se limitó a contratar al trabajador fallecido junto a otros seis o siete, si bien, reiteró, del tema de seguridad y de la formación de los contratados tendría que haberse ocupado el encargado del silo, dependiente del departamento de fabricación.

Su compañero de banquillo, el director de la planta, el ya condenado Guillermo D, recordó que la semana anterior al día del siniestro, ocurrido un lunes 28 de septiembre de 2016, se había acordado proceder a la limpieza del silo, algo que se venía haciendo cada dos años, en cumplimiento de las indicaciones del Servicio de Aduanas, para lo cual sabía que existía un protocolo de seguridad.

Sin embargo, el encausado reconoció que no se ocupó de velar por el fiel cumplimiento de tales medidas y supuso que se estaban siguiendo, pese a que en el organigrama de ACOR esté especificado que, al encontrarse en la cúspide, era el encargado de verificar las medidas de seguridad.

"De todos los trabajos que se realizan en la fábrica no puedo estar pendiente", se excusó el director, quien, además de atribuir también la responsabilidad del control al departamento de fabricación, aseguró que el vaciado del silo no era un trabajo de riesgo y que otras muchas labores que se acometen a diario en las instalaciones de la azucarera son "mucho más complicadas".

La limpieza en el silo, como espacio confinado y el consiguiente riesgo de explosión, requería que los encargados de esta tarea hubieran recibido un curso previo formativo y contaran con un permiso para trabajos especiales, según la tesis acusatoria del fiscal.

MUERTO EN SU PRIMER DÍA DE TRABAJO 



También testificaron en la vista oral las cinco personas que esa mañana se encontraban dentro o en las inmediaciones del silo en el que perdió la vida Rodrigo Barrio Dolz, de 40 años y vecino de Matapozuelos, casualmente dos horas después de que comenzara la jornada en su primer día de trabajo en ACOR.

En el instante en el que se produjo al accidente se hallaban tan solo en el interior del silo la propia víctima y el también operario de limpieza Rubén S. S, quien recordó que segundos después de dar la espalda a Rodrigo oyó a éste pedir auxilio tras ser succionado por una de las bocas del depósito que se hallaba abierta y donde quedó encajado, sin que nada pudiera hacerse por salvarle al quedar sepultado por parte de las cerca de 4.000 toneladas de azúcar que aún quedaban en la base.

El testigo y otros que participaban esa mañana en las labores de vaciado del silo paleando el azúcar hasta las bocas del fondo aseguraron haber recibido formación, aunque reconocieron que en ese momento no contaban con un recurso preventivo ni tampoco hacían uso de arneses y cuerdas, útiles estos últimos que no consideraban necesarios para trabajar dentro del depósito.

"EXCESO DE CELO PROFESIONAL" DE LA VÍCTIMA 



De hecho, todos los testigos explicaron que la primera regla que habían recibido era la de "pisar siempre suelo firme y no subirse a los montones de azúcar", algo que, tal y como coincidieron, pudo hacer el compañero fallecido sin percatarse que debajo de hallaba la boca de vaciado abierta.

"Donde se colocó habría metro y medio de azúcar. Era un chaval trabajador y pienso que por ser su primer día de trabajo y por exceso de celo profesional pudo cometer un error, un fallo humano", aseveró Zacarías R. L, otro de los operarios encargados de la limpieza del silo.

Otro de los empleados que se hallaba en la bodega del silo recordó que poco antes había avisado a los de arriba de que iba a abrir la boca número 17 para el vaciado del azúcar y les había advertido de que pisaran suelo firme. Poco después vio las botas de Rodrigo colgando por el agujero tras resbalar en su interior.

"Pare la cadena y avisé enseguida", lamentó Pablo Felipe F.F, que también indicó con pesar que el cadáver del compañero no pudo ser rescatado hasta varias horas después.