El Consejo de Gobierno del pasado 11 de febrero aprobó la declaración del Sepulcro Megalítico de los Zumacales, situado en el municipio vallisoletano de Simancas, como Bien de Interés Cultural (BIC) con categoría de Zona Arqueológica. Una declaración que resolvía el expediente incoado hace 38 años, en 1983, si bien la protección jurídica tuvo efecto desde el momento de su incoación, aclara la Junta.

El área declarada con la categoría de Zona Arqueológica del sepulcro de los Zumacales comprende, además de la superficie definida por la arquitectura megalítica y su marco inmediato, una superficie alrededor del sepulcro de corredor, en la que se tiene constancia de la presencia de restos arqueológicos coetáneos a la misma. Por su extremo meridional, la zona arqueológica incluye los taludes y bancales que forman parte del emplazamiento elegido por el sepulcro megalítico, como aspecto indisoluble de su monumentalidad y prominencia paisajística.

El sepulcro de corredor de los Zumacales constituye un testimonio "único" de las manifestaciones funerarias de finales del IV milenio a.C. en la provincia de Valladolid, atribuidas al Neolítico Final.

El yacimiento arqueológico se localiza en la región central de la provincia de Valladolid, a unos 1.700 metros al noreste del municipio de Simancas, sobre la parte culminante de un relieve, en plena transición entre la campiña arenosa del valle del Pisuerga al sur y el reborde meridional de la estructura caliza de los Montes de Torozos. Se trata de un emplazamiento a 740 metros de altitud, elevado unos 60 metros sobre el valle inmediato, de amplio dominio visual sobre el espacio circundante, y en especial, sobre la confluencia de los ríos Duero y Pisuerga.

Se trata de un sepulcro megalítico de corredor, con una única fase de construcción y ocupación asociada a momentos avanzados del Neolítico interior. Ha sido objeto de diversas campañas de excavación desde 1980 a través de las cuales se ha podido documentar, tanto su secuencia de uso como sus características constructivas y los elementos materiales implicados en los rituales funerarios celebrados en él.

Sin embargo, tal y como recuerda el arqueólogo vallisoletano Germán Delibes, uno de los principales referentes de este campo no solo a nivel provincial, sino estatal, fue veinte años antes cuando apareció la primera referencia del dolmen. "Fue un aficionado y estudiante bilbaíno de Filosofía y Letras en la Universidad de Valladolid César Romón, y que se dedicaba a prospectar los entornos de la ciudad, el que localizó algunos yacimientos del paleolótico muy antiguos en Arroyo de la Encomienda y lo que él dijo que era un dolmen muy cerca de Simancas", explica en declaraciones a Europa Press.

El descubrimiento aparece en la revista del Departamento de Prehistoria de la Universidad de Valladolid en el boletín del Seminario de Arte y Arqueología, si bien Delibes lamenta que los araqueólogos de la época no hicieran mucho caso al hallazgo. "La razón era bastante fácil de entender, en Valladolid no se conocía ningún dolmen y no se concedió demasiado crédito a la opinión de este aficionado. Eso lo pagamos desgraciadamente porque la siguiente vez que se repara en el yacimiento, a comienzo de los años ochenta, fue cuando unas máquinas de concentración parcelaria ya habían entrado en estas tierras y habían desmantelado parte del túmulo", continúa.

Fue en ese momento, recuerda Delibes, cuando aparece el "importante" osario que encerraba el monumento y que demostraba que se trataba de un enterramiento colectivo de época neolítica. "Se comienza a pertrechar las primeras excavaciones que se dirigen desde el Ministerio de Cultura bajo la dirección de Monsterrat Alonso y Rafael Galván", recuerda.

El descubrimiento "sorprendió a todos" porque, lo que le concede "más valor" al dolmen de los Zumacales, era el "único" yacimiento de estas características que se conoce en toda la provincia de Valladolid.

"Es una pieza única y una de las dudas que tenemos es si realmente es el único dolmen que existía en aquella época o si existieron más pero fueron destruidos a lo largo del tiempo, lo cual no tendría nada de particular porque el dolmen en la mitad de una tierra siempre es un estorbo para las labores agrarias", añade para apuntar que hay noticias de otros dos sepulcros que "probablemente" pudieran haber existido y que hoy han desaparecido. "Uno de ellos estaba en Castro Verde, en el límite de Valladolid y Zamora y otro se situaba en la unión de Campos en Tierra de Campos", puntualiza.

Sobre el dolmen, Delibes apunta que se trata de una tumba abierta que no se cierra completamente cada vez que se incorpora el cuerpo de un difunto, sino que queda un elemento de contacto con el exterior, la cámara del dolmen, que es el pasillo de acceso que todavía se ve en los Zumacales.

"Es decir que el dolmen sería una especie de cripta, como una casa de piedras grandes, cubierta completamente a la que se accedía por un pasillo con un corredor. Seguramente se bloqueaba el extremo del corredor con una enorme losa y cada vez que era necesario abrirle para incorporar el cuerpo de un nuevo difunto, se retiraba la piedra del extremo del pasillo, las gentes arrastraban el cuerpo al interior para depositarle en la cámara", describe.

RECLUTAMIENTO SELECTIVO.

Cuestionado por el osario encontrado en el interior, Delibes explica que la cantidad de restos depende de dos factores. "Si se enterraba la totalidad de los muertos del grupo familiar o si se hacía en reclutamiento selectivo. Es decir, se enterraba a todos los que morían o solo a determinados individuos. El reclutamiento en Zumacales es selectivo. No se enterraba a todos los muertos, solamente algunos, probablemente a los más distinguidos de aquella población", ahonda.

Además, continúa, también es importante saber el tiempo que permaneció abierta la tumba. "Una tumba que permanecía abierta cincuenta años, pues evidentemente tendrá siempre menos restos humanos, en principio, que la que permanece abierta tres siglos", agrega.

Por último, anima a acudir al Museo de Valladolid donde se exponen los elementos de ajuar de la tumba de los Zumacales, una serie de piezas "muy bonitas". "Hay azuelas, naturalmente todavía no se conocía el metal, y hachas de piedra pulimentaba. Hay puntas de flecha de pedernal. Cuentas de collar, de piedras verdes, de materiales semipreciosos, una especie de calaitas que llamamos variscitas. Es una invitación a que la gente se acerque al Museo para verlo después de haber hecho naturalmente una visita al propio yacimiento de los Zumacales", concluye.

VISITAS QUE REPUNTAN

Una visita "recomendable" ya que en 2016 se llevó a cabo la restauración y puesta en valor del sepulcro, en un proyecto promovido por la Junta, con la colaboración del Ayuntamiento de Simancas, articulado a partir de su señalización, accesibilidad, delimitación y preservación.

Desde la oficina de turismo de Simancas, Elena Hernández reconoce que ha repuntado el interés por la tumba neolítica. "La pandemia, los cierres perimetrales han provocado que las familias opten por este tipo de turismo y son muchos los que cada fin de semana se acercan por aquí para preguntar cómo se accede al sepulcro", explica esta técnico.

Y es que, desde el propio municipio, a través de caminos vecinales todo el que quiera puede llegar al dolmen en coche, bici o a pie y disfrutar de toda la historia que se respira en esa zona.