Volvimos al Raso de Portillo un año después para presenciar un gran tentadero con seis lustrosas eralas de muy distinta condición, pero todas tuvieron su enjundia. Las de mejor nota fueron la 1ª, 2ª y 4ª. Todas fueron toreables y las seis exhibieron el rasgo inherente del encaste de Santa Coloma, porque todas tuvieron motor; y eso siempre significa emoción.
Los ganaderos Iñigo y Mauricio Gamazo son los encargados de dirigir los destinos del legendario hierro tras la muerte de su padre: Iñigo Gamazo Manglano, buen aficionado y buena gente. En ellos tiene puesta la amplia familia ganadera toda su confianza. La ganadería de Raso de Portillo tiene el privilegio de ser la ganadería más antigua de España y su encaste es fundacional.
El viejo mayoral y su herencia
Y como no, por allí andaba buena parte de otra familia inherente a la ganadería como es la de Rafael Agudo, el viejo mayoral salmantino, quién curtido en mil batallas ganaderas y camperas ha estado cuidando de la vacada durante cuarenta y ocho años. Que se dice bien pronto. Y allí sigue, aunque jubilado, con el ojo siempre atento y entregando su sabiduría a sus hijos y a quienes la quieran tomar.
El nuevo mayoral
Juanan Agudo ha tomado el relevo de su padre. “Titi”, como le llaman en el toro, nació, se crió y aprendió el oficio de mayoral en el Raso desde que le salieron los dientes; además de tomar la vara de picar de cuando en cuando para torear allá donde lo llamen. Rafa, su hermano, le ayuda en las múltiples tareas ganaderas, además de ejercer como picador profesional. Rafita Agudo estuvo diez años a las órdenes del malogrado Iván Fandiño. Ahora monta su caballo en los tentaderos de la casa, y a esperar a que pase el “bicho”.
El tentadero: un matador de toros, un novillero con caballos, otro sin, un aspirante jovencísimo y un subalterno de lujo
El matador de toros
Gómez del Pilar fue el encargado de abrir tentadero con una vaca brava que fue hasta seis veces a la montura de Rafa Agudo, que dicho sea de paso estuvo en torero a caballo toda la tarde. Del Pilar, que conoce bien estos encastes, -está sobrado de oficio y técnica- tuvo que emplearse con la erala hasta lograr someterla y torearla a placer.
Con la cuarta y sexta estuvo mandón, ya que fueron animales encastados y exigentes, -con gasolina- además de difíciles como la que salió en cuarto lugar. A ambas les sacó lo que tenían y más. Del Pilar estuvo auxiliado por el que fuera matador de toros y ahora banderillero, Rafael González.
El novillero con caballos
Francisco Montero lidió la segunda de las vacas que fue cinco veces a la llamada de Rafa Agudo. Una erala brava a la que el chiclanero la sometió y se gustó con ella en varias series por ambos pitones.
Tiene clase el gaditano, además de ambición y valor seco. Lo apodera Tauroemoción y pronto dará el salto al escalafón superior, porque si no “se le pasará el arroz”.
Con la toreable pero difícil vaca quinta, -no hubo forma de que tomara ni una sola vara, ni incluso perseguida por Rafita- el novillero gaditano estuvo muy dispuesto y le sacó varias tandas vaciando la embestida del animal por el pitón derecho, que hasta ese momento no había mostrado nada raro en su conducta humilladora y repetidora. Pero como los bravos son inciertos, si no se le hacen las cosas como es preceptivo, la erala fue a peor. El astifino pitón le arrancó varios botones de su chaleco y luego le señaló la yugular, además de recibir un achuchón sin consecuencias.
El novillero sin caballos es de la casa
Juan Sagarra, (hijo del buen y exigente aficionado Juan Ignacio Sagarra Gamazo) pechó con la erala más floja del encierro a la que tuvo que darle los muletazos de uno en uno. También intervino en la primera y sexta. Se nota su progreso desde que se inscribiera en la escuela salmantina. Debutó de luces en el I Circuito de Novilladas de la Junta la pasada temporada.
El “tapia” (1)
Gustaron las formas del “tapia” Raúl García, quien aprovechó las invitaciones que le hicieron para pegar varios muletazos de calidad. El jovencísimo aspirante (14 años) vino acompañando a su paisano Montero.
(1) El “tapia”, para los no iniciados, era todo aquél aspirante a torero (también llamados maletillas”) que, en las épocas que no había escuelas taurinas, acudían a los tentaderos con el hatillo al hombro, hambrientos, hartos de gastar zapatillas en los caminos y sin ser invitados. Y al llegar a la finca, pedían permiso para “subirse a la tapia” de la plaza de tientas esperando la ocasión que le brindaba el torero de turno, y el ganadero, para apurar los últimos muletazos a las vacas.
Afortunadamente, esa figura ha dejado de existir. Pero hay un buen ramillete de diestros que, de tapias-maletillas, llegaron a lo más alto del toreo. De ahí el término “tapia” a todo aquél que acude a una tienta sin ser invitado.
Con el viejo mayoral visitando los cercados
Luego, tras el tentadero, aprovechamos el sol que aún lucía para, en compañía del viejo mayoral -Rafael, no es igual viejo mayoral que mayoral viejo-, visitar los cercados donde aguardan dos corridas de toros y alguna novillada. La vacada, unas 200 madres, permanece inalterable a pesar de la crisis que ha provocado la dichosa pandemia. La sabiduría de Rafael Agudo en materia de bravo es infinita.
Y hablamos durante el camino de su familia, de sus seis hijos y de Pilar, su esposa, quién se fue de este mundo demasiado pronto. Cuanto se aprende con estos hombres, curtidos del sol, conocedores de la naturaleza y sabedores de la esencia brava, que han entregado su vida a la hermosa tarea de mayoral de una ganadería de bravo. Enhorabuena, Rafael.
Agradecemos a los ganaderos y personal del Raso su invitación y el trato que nos dispensan siempre que nos acercamos a la finca.