R. Travesí



Hoy es jueves y toca clase con Abril. No es un día cualquiera por que los lunes, martes y jueves acuden alguien muy especial al CEIP Álvar Fáñez de Íscar (Valladolid). Abril es la perra de raza labrador que se cuela en el aula por lo que la maestra Cristina Muñoz cuenta con un socio de lujo ya que el animal se convierte en un elemento motivador y dinamizador para los alumnos con necesidades educativas especiales.

Llega la hora y tres niños con discapacidad intelectual como autismo y dificultades de aprendizaje como dislexia se tumban sobre unas colchonetas. Es entonces cuando Abril se acerca a ellos y deja que la acaricien. Son alumnos escolarizados en quinto y sexto de Primaria pero su discapacidad les sitúa en un nivel de primero, por lo que es necesario realizar una adaptación curricular, a través de la Educación Especial.

Abril forma parte del programa de apoyo educativo asistido por perros que lleva a cabo el colegio público de Íscar y su presencia en el centro busca ayudar a que los niños logren los objetivos curriculares. Pero no solo hay un desfase curricular sino que Muñoz asegura a la Agencia Ical que son chicos que también tienen muchas carencias a nivel emocional y motivacional, al vivir en entornos desfavorecidos.

La maestra subraya que la presencia de la perra relaja a los chicos pero también les da autoestima, cariño, confianza y seguridad, además de motivarles. Una vez que se ha alcanzado este nivel, los docentes pueden empezar con la terapia. "Una vez que están relajados, es el momento idóneo para trabajar con ellos. Es difícil explicarlo por que son emociones”, asevera.

Pone el ejemplo de que la presencia del animal en el aula ha facilitado que un niño decida aprender a escribir o pasar de las letras mayúsculas a las minúsculas. Tanto la profesora como el director del Álvar Fáñez, Jesús Ángel González, coinciden en que el abordaje de estos niños en el centro debe ser “priorizar” lo más funcional y básico y trabajar las competencias.

“Nos conformamos en que aprendan a leer y escribir por si algún día, cuando sean adultos, tienen que ir al Ayuntamiento o saber utilizar las monedas para comprar algún producto”, precisa la profesora. Jesús Ángel González incide en la idea al manifestar que hay que buscar que el niño sea competente para su vida, en función de sus capacidades. En definitiva, favorecer el desarrollo personal de estos alumnos y potenciar la adquisición de habilidades, destrezas y competencias para que se puedan desenvolver en su entorno.

La clase de hoy es sobre los sustantivos, por lo que la maestra acude a lecturas con el perro como protagonista y así vincularlas con Abril con el ánimo de captar la atención de los niños. Para ello, también se ayuda de las nuevas tecnologías con un gran panel táctil (tipo pizarra digital) para tratar de hacer más comprensible la explicación. Se trata de un material digital que permite mejorar la comunicación y el vínculo entre el alumnado y el profesorado.

Espacios de aprendizaje diferentes



De esta manera, el perro es un recurso más al servicio de los docentes ya que el anima permite crear espacios de aprendizaje diferentes e idóneos, con un soporte pedagógico y metodológico enriquecedor. Y eso es posible gracias a un “estímulo vivo” como es el perro de apoyo. En concreto, se favorecen las relaciones sociales, la empatías y la comunicación y el lenguaje, además de fomentar la motivación y el interés por el aprendizaje y crear espacios de aprendizaje diferentes y motivadores.

El CEIP Álvar Fáñez acoge este programa de apoyo educativo desde el año 2017, de la mano de Marta Sanz, diplomada en Magisterio y especializada en intervenciones asistidas por perros. Abril y Mayo, otro perro labrador propiedad de Marta, acuden al centro tres veces por semana, cada día durante cinco horas lectivas. El colegio está acogido desde este curso al Programa 2030 para atender alumnado en situación de vulnerabilidad socioeducativa, sobre todo inmigrante y de etnia gitana, lo que ha permitido que la presencia de los perros en las aulas haya pasado de uno a tres días a la semana.

“Al principio fue duro por que no estaba normalizado que un perro entrara a un colegio pero están comprobados los beneficios que aportan estos animales a niños con discapacidad. Un perro no te juzga”, afirma. Hasta el punto, que sus perros acuden al colegio de Íscar y a otros dos centros de Cuéllar (Segovia) para trabajar con niños de Educación Especial.

Vínculo entre animal y niño



Cristina Múñoz sentencia que le sorprende el vínculo que se crea entre el animal y el niño, hasta el punto que el perro detecta cuando uno está más triste. Incluso, cita el caso de un alumno del centro con TEA (trastornos del espectro autista) con problemas de conducta, que le llevaba, en ocasiones, a autolesionarse. “Un día, le colocamos el perro a sus pies y le prometió que no lo iba a volver hacer”, precisa.

Marta Sanz destaca que los alumnos con necesidades educativas se “vuelcan” con los perros, hasta el punto que aumenta su interés y su deseo de acudir al colegio. Algo en lo que incide el director del Álvar Fáñez, Jesús Ángel González, al apuntar que estos chavales suelen perder algunos días de clase pero nunca cuando está previsto que acudan los animales, hasta el punto que preguntan cuando les visitan los perros. “Es una motivación extra”, asegura.

Abril y Mayo tienen más ‘amigos’ en el colegio por que también visitan a los cinco alumnos del aula de Educación Especial. Son chicos y chicas con grandes discapacidades (autismo y parálisis cerebral), donde son atendidos por dos maestras, una de ellas con formación de logopeda, una ayudante técnico educativo (ATE) y un fisioterapeuta, que acude varias horas al centro. Precisamente, el programa de apoyo educativo asistido por perros es clave para el fisioterapeuta ya que el animal facilita las terapias individuales, con chicos con músculos agarrotados que se relajan al tocarlo o tenerlo cerca.