Agosto, el mes de las vacaciones en un país que huye de las saturadas ciudades hacia el más calmado clima de la montaña o, también, hacia las playas del vasto litoral nacional. También es un mes en el que tienden a desarrollarse la mayoría de obras de reparación o reacondicionamiento, para aprovecharse de esa tesitura, como es el caso de la céntrica calle de María de Molina, en Valladolid. La intervención, ya en marcha, tiene previsto prolongarse hasta el próximo 27 de agosto y, además de impedir el acceso por parte de los vecinos de la zona a sus garajes, supone un agravio a los pequeños y no tan pequeños comercios del centro.
“Si ponemos trabas, el centro se muere”, proclama un hostelero mientras sirve un café solo y unas tostadas recién hechas a un encorbatado trabajador que sólo cuenta con diez minutos entre dos visitas a clientes de su empresa. “Antes se circulaba bien y, ahora, se tarda una eternidad en venir al centro al tener que dar una vuelta enorme cuando se podría, sin problema, salir recto hacia el Paseo de Zorrilla”, asevera el anónimo cliente.
La reurbanización del centro responde a la voluntad de la corporación municipal por reducir el tráfico de la zona y, con ello, las emisiones de dióxido de carbono y la contaminación, algo que cuestiona este hombre mientras alude que “esta obra lo que genera es más tráfico de toda la gente que sigue necesitando acudir al centro a trabajar, a más atascos, más contaminación y más tiempo perdido”.
El propietario del bar también lamenta, por último, una “menor clientela, aunque también es lógico debido a que la gente se va de vacaciones”. Un empleado de otro bar colindante da muestra sus dudas sobre la acogida de esta medida mientras señala la terraza: “¡Mira -exclama-, es mediodía y está completamente vacía!”.
Por su parte, la gerente de un negocio de mobiliario doméstico lamenta que, cuya entrada al local se ha visto modificada por completo de un día para otro, “donde ayer había acera hoy no la hay”. Asimismo, se muestra escéptica con la futura evolución “muy a largo plazo” de un centro más peatonalizado.
Otro de los inconvenientes son elementos naturales de cada reparación como la contaminación acústica y la acumulación de polvo, que le obliga a “estar limpiando constantemente y más, ahora, en verano, cuando, por el calor, tenemos las puertas abiertas durante todo el día”. También, por último, hace referencia a una encuesta realizada hace dos años, aproximadamente, donde los comerciantes eran preguntados por cómo acogerían una remodelación del estilo. “Creo recordar que la respuesta mayoritaria por parte de los negocios fue una negativa rotunda”, concluye.
Por su parte, la dependienta de una tienda de ropa y calzado y complementos se muestra comprensiva pese “a la dificultad para comunicar e interactuar con los clientes”. Asevera que no ha notado “un descenso significativo de la clientela” mientras, a su vez, piensa que “si esta peatonalización sirve para mejorar el centro, la calidad del aire y la vida, bienvenida sea”.
Luis Vélez, concejal de Movilidad y Espacio Urbano del Ayuntamiento de Valladolid, explica que se ha “urgido a los encargados de las reparaciones a finalizar el proceso con la máxima puntualidad posible puesto que se entienden, completamente, las posibles molestias generadas, y esa no es la intención”.