Kilos de arena de varios colores, tiempo, mucho tiempo invertido en el proceso creativo y elogios, por doquier, durante y tras la finalización de un tapiz que engalana las plazas y conventos a lo largo y ancho de la región desde hace, ya, 27 años. Son algunas de las pinceladas que comporta una obra que, si bien ha encontrado su nicho en los centros urbanos de capitales y pueblos, más pequeños, también han llegado a las dependencias del Papa en la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma, que estuvo trabajada con hasta seis toneladas de piedra.
José Gerbolés, natural de la vallisoletana localidad de Viana de Cega, comparte su dilatada experiencia, de más de 27 años, en el “altruista y desinteresado” oficio de las ofrendas florales con El Español Noticias de Castilla y León. Su interés y pasión por este cometido nació cuando, en 1994, paseaba por la gallega Burela, donde el pueblo rendía homenaje a su patrona, a la Virgen del Carmen. “Me gustó tanto que pensé en hacerle el mismo tributo a San Roque en mi natal Viana”, revela Gerbolés sobre la llama que prendió la pasión en su interior.
La ofrenda floral a la patrona vallisoletana nace a la vez que Gerbolés se inclina por esta labor, en 1994, pero, es reseñable que el de Viana firma la Plaza Mayor desde hace 17 años, de manera ininterrumpida, con la inclusión del pasado año, que hubo de situarse bajo techo, en la Catedral, a causa de la pandemia. “Este año, de igual modo que en la Feria y Fiestas del pasado, la Virgen no pisará la ofrenda pero, lo bonito, es ver cómo es respetado y loado por los devotos y los que no lo son tanto”, apunta el autor, al valorar, también, que lo importante es “continuar con la tradición”.
Gerbolés, en este sentido, destaca cómo un símbolo relacionado con un credo es capaz de “unir a todos, independientemente de sus filias y fobias”. Acerca de todo el proceso que conlleva una obra de tales dimensiones y relevancia, subraya, como lo más laborioso y costoso es “saber lo que se quiere, un paso que puede prolongarse durante mes y medio”. Apunta, por el contrario, que “en cuanto se sabe el punto de destino, se trata, únicamente, de caminar y poner las manos en la arena”. Tanto es así que, en comparación con la fase de la creación, tardó en finalizar la ofrenda en la Plaza Mayor, de este año, “siete horas”.
A lo largo de la construcción de la obra, se junta con “muchos voluntarios que, nunca mejor dicho, aportan su granito de arena con un puñito cargado de ilusión y, en muchas ocasiones, lágrimas en sus ojos”. Destaca, también, cómo ahora mismo se encuentra en San Pedro de Latarce, en Valladolid, donde tiene, tras de sí, “a medio pueblo que ayuda en torno a la alfombra”.
Comparte, asimismo, las bondades y características de su pieza, que cuenta con una tonelada de piedra, de marmolina coloreada en la hormigonera. “Este año, pese a que la Virgen no la pisará, he optado por fijar los motivos centrales con resina, algo que no acostumbro a hacer, en previsión de que una mala tormenta o racha de viento echara al traste toda la alfombra”, explica.
Por último, añora una cuenta pendiente, en la capital vallisoletana, con los niños como protagonistas, para realizar una alfombra infantil “y, así, atraer a todo el público posible”. Busca un relevo para su labor en ese niño que, puede, en el día de mañana, “lo haga muy bien y sienta la misma pasión por el oficio que me imbuyó hace 27 años”.
Gerbolés se dirige hacia su coche, desde donde parte, de regreso, hacia su hogar con un mensaje final, en tono jocoso, de “dejar descansar, mañana, a la Virgen, ya que es su día, y retomar los ruegos al día siguiente, para que pueda disfrutar”.